Para los Mapuches la música fue fundamental. Cada uno de sus ritos o actos consagró un repertorio en particular. Para ellos la música era el puente entre la naturaleza y los dioses. Por lo mismo, crearon distintos instrumentos y una forma de cantar de carácter monocorde.
En el norte, los Aymaras también consagraron una forma de cantar. Entre trabajos arqueológicos, por ejemplo, se ha demostrado la importancia que tuvo la música en la cosmovisión de esta comunidad; crearon instrumentos y desarrollaron el carnaval y la guerra sonórica, momento en donde el pueblo se dividía en dos mitades e intentaba demostrar cual cantaba mejor.
Al sur la situación no fue muy distinta ya que los Selk’nam construyeron una música basada en la voz de sus integrantes. Casi no existieron instrumentos en este pueblo. Sólo se acompañaban mediante la utilización de huesos de pájaros, palos o cueros enrollados. Ellos, usaban la música para sus ritos e incluso, cuando no había qué comer, los chamanes entonaban canciones para atraer a los peces a la costa.
Actualmente son pocos los músicos que se dedican a rescatar los sonidos de los pueblos originarios de Chile y Latinoamérica. Un trabajo arduo que no siempre tiene la posibilidad de llegar a difundirse.
Según Cecil González, quien se ha dedicado por cerca de 30 años al rescate de la música de pueblos originarios, y que hoy se encuentra trabajando con comunidades amazónicas, en Chile “falta tomar conciencia y demostrar más interés por lo originario. Las radios, tv, corporaciones culturales, municipalidades, Fondart, etc.”
“Fondart aparte de burocrática no apoya lo autóctono. ¿Se imaginan a un peñi postulando desde su comunidad a un proyecto Fondart?”, subrayó.
La difusión y rescate de la música de pueblos originarios también ha sido preservada en el ámbito de la música clásica e inclusive, en el hip hop.
Uno de estos casos, es el de Carlos Zamora, compositor quien recibió el Primer Premio de la Federación de Coros de Chile por su obra “Padre Nuestro Kunza” y el “Premio Escuela Moderna 70 años” por su aporte a la Cultura Musical Latinoamericana.
Según Zamora, quien se ha desarrollado en el campo de la música clásica, “a lo largo de la historia de la música, muchos compositores han utilizado raíces folclóricas y étnicas. Si uno escucha a Chaikovski, si estudia bien el origen de su música, se va a encontrar con música folclórica”, dijo.
En Chile, la sonoridad es sumamente variada, ya que en el norte la música étnica está asociada al carnaval e incluso, a la incorporación de bronces.
“Hay un mundo musical enorme desde varios puntos de vista; desde la instrumentación, desde la melodía, desde el ritmo”, explicó Zamora.
Otro es el caso de Patricio Leiva, Profesor de Historia, quien mediante un método de enseñanza en aula, llevó a cabo el proyecto “Crónicas de Abya-Yala”, trabajo que rescata la historia y música de distintos pueblos de los Andes Centrales. En este sentido, mediante el hip hop, Leiva narra parte de las culturas Tiwanakota, Inca y Aymara (Jaya-Mara).
“En los planes del Ministerio de Educación se pasa muy poco la materia de los pueblos originarios, entonces nos dimos cuenta de que el conocimiento sobre nuestras culturas y sobre nuestro pasado, es muy escaso”, explicó Leiva. “En el aula logra todos los objetivos; que los estudiantes presenten atención, que se empoderen, que hagan una valoración de las culturas indígenas”, señaló.
Hoy, la música de los pueblos originarios no tiene un escenario específico donde poder difundirse. Si bien, Zamora explica que dentro de su círculo, sus trabajos tienen buena acogida, en los medios de comunicación, por ejemplo, la situación no ha sido la misma.
“Aprovechando la nueva ley del 20%. Debe considerarse la importancia de nuestras raíces y difundir más la música aborigen. No quedarnos en lo folklórico tradicional. Es urgente que aprendamos la cultura y danzas aborígenes chilenas, antes que pasen al olvido”, concluyó el músico Cecil González.