Superando las predicciones del mercado, China consiguió un aumento de 7 por ciento del PIB en el segundo trimestre, hecho que, según diversos economistas, indicaría que la potencia asiática podría estar en camino de lograr un crecimiento anual de alrededor de 7 por ciento durante todo 2015, dado que además, mantuvo el ritmo del primer trimestre según el Buró Nacional de Estadísticas de China (BNE).
De acuerdo a opiniones de oficinas internacionales sitas en ese país, contribuyeron a fortalecer este crecimiento el fuerte impacto que ha tenido el aumento en el volumen del mercado bursátil en la correduría -que se mide como parte del sector de servicios y que es otra muestra de la burbuja de precios en el sector- así como mayores evidencias de que su economía, en general, se recupera.
El consenso del mercado era que la economía china crecería del orden del 6,8 por ciento en el segundo trimestre, pero con la disminución del peso de la desaceleración del sector inmobiliario e industria pesada, pareciera que el crecimiento está en vías de un tipo de desaceleración más gradual en los próximos años, apoyada en los estímulos monetarios y de política aplicados por el Gobierno, lo que han contribuido al alza de valores en Bolsa (y violentas caídas), el crecimiento del sector servicios, alza de inversión en infraestructura y en la venta de inmuebles.
Sin embargo, la producción real industrial de China, según datos oficiales, se expandió al ritmo previsto por los analistas, 6,8 por ciento anual, aunque superior al 6,1 por ciento de mayo; mientras que la inversión en activos fijos se elevó 11,4 por ciento en el primer semestre del año, dadas las menores tasas y mayor liquidez; y las ventas al por menor se fortalecieron. Pero el mayor impulso provino del sector de servicios, que creció 8,4 por ciento anual en el segundo trimestre, por encima del 7,9 por ciento del primer trimestre, según datos del HSBC.
Así, las finanzas aparecen como el sector de más rápido crecimiento, seguido por un consecuente mejoramiento en bienes raíces, aunque éste, tanto en inversión como en producción industrial, es aún tentativo y más bien modesto, por lo que los agentes estiman que el Gobierno volverá a adoptar medidas de flexibilización para fortalecer y mantener esta recuperación. De allí que los operadores estimen que habrá otro recorte de tasas (0,25 por ciento), así como de requerimiento de reservas (200 puntos base) durante el segundo semestre de 2015, que ampliara el acceso a financiamiento.
Para los próximos meses, las perspectivas se dividen entre quienes creen que China podría alcanzar hasta el 7,1 por ciento de crecimiento y aquellas, más pesimistas, que prevén que no superará el 6,8 por ciento en 2015 e igual guarismo en 2016, aun cuando se espera mayor aceleración en el segundo semestre gracias a la flexibilización de las políticas monetaria y crediticia y eventuales medidas adicionales.
Como es sabido, la economía china pasa por un difícil proceso de ajuste y desapalancamiento –es una de las naciones más endeudadas del mundo- que permite estimar que el panorama a largo plazo seguirá siendo de desaceleración estructural, no obstante las recientes cifras que muestran cierta recuperación de las ventas al por menor, en un modelo que está mutando desde un sustento en las exportaciones, a uno centrado en mayor consumo interno.
Los principales factores que han desacelerado la economía china actual son la débil demanda externa de los países de altos ingresos, la reducción de su población en edad de trabajar y el aumento de sus remuneraciones, lo que, a su turno, ha reducido el ritmo de crecimiento de las inversiones industriales, afectadas por un aumento débil de las ventas y un exceso de capacidades de producción en ciertos sectores. De allí que analistas apuesten que Beijing podría avanzar también hacia una nueva reducción del predominio de las empresas estatales y permitir a las empresas del sector privado conseguir fondos con mayor facilidad.
En dicho nuevo escenario, naciones como Bangladesh o Myanmar e India –cuyo crecimiento se ubicaría este año en 7,8 por ciento- están trabajando para incrementar su participación en sectores del mercado mundial que solía dominar la industria china, transformándose así en su competencia, basada en sus menores costos de mano de obra.
En los últimos años, Asia en conjunto, aportaba con cerca de 60 por ciento al crecimiento del PIB global y China, por sí sola, en 30 por ciento, cifras que grafican el impacto que la ralentización de su economía tiene en el mundo, aunque, en particular, para países cuyas producciones están entrelazadas con aquella, como el caso de Chile y el cobre, del que China compra más de un tercio de sus exportaciones.
Así y todo, según las expectativas oficialistas chinas, su economía podría iniciar un período de crecimiento a velocidad media alta gracias al crecimiento de sus exportaciones previsto para los próximos seis meses; una tasa de inversión en infraestructuras que mantiene un ritmo relativamente alto y que cubrirá la desaceleración de la industria manufacturera y del sector inmobiliario; un nivel de precios bajo, menor costo de endeudamiento, mayor liquidez y un ingreso familiar que crece más rápido que el PIB, lo que acelerará el consumo y transacciones de bienes raíces. Según esta visión, la economía china es capaz de mantener entre 7 por ciento a 8 por ciento de crecimiento hasta el 2020.