Análisis deportivo: una golondrina no hace verano

El asunto pasa por factores como la ausencia total de una política deportiva, por la descomposición social y la pérdida de los valores mínimos que deben regir la vida en sociedad. En lo particular por la deficiente, unidireccional y competitiva educación que recibimos desde niños; por la falta de una directriz deportiva que oriente la formación infantil y detecte tempranamente el talento y por las pocas horas de educación física y deportes.

El asunto pasa por factores como la ausencia total de una política deportiva, por la descomposición social y la pérdida de los valores mínimos que deben regir la vida en sociedad. En lo particular por la deficiente, unidireccional y competitiva educación que recibimos desde niños; por la falta de una directriz deportiva que oriente la formación infantil y detecte tempranamente el talento y por las pocas horas de educación física y deportes.

Después del triunfo de la selección chilena en Copa América, muchos creyeron que ahí se terminaba una larga historia de fracasos deportivos. Sentados en el trono del éxito, auguraron incluso que nuestro país “había cambiado” y no sería más el eterno perdedor. Cuan equivocados estaban y qué poco entienden de deporte.

El resultado del “team Chile” en el recién finalizado Panamericano de Toronto no hizo otra cosa que volvernos a la realidad. En nuestro país sólo ganan los que con esfuerzo individual y familiar pueden costear los elevados gastos de entrenamiento de un deportista de alto rendimiento. Incluso cuando los aportes estatales se incrementan la burocracia, la corrupción y otros males terminan por desviarlos y aminorar su impacto. Si bien es cierto que los recursos que emanan del fútbol lo vuelven un caso aparte, tampoco ahí vemos una sustantiva diferencia, ya que los triunfos actuales no son otra cosa que el éxito de una generación única que no tiene recambio por el momento y que también carece, a todas luces, de la formación y el desarrollo ideal de un deportista profesional. Los elevados montos del “deporte rey” van a los bolsillos de alguien no a la formación ni al desarrollo de la actividad.

Como ya sabemos, de los pocos éxitos se cuelgan todos los gobernantes y políticos de turno. Ahí es cuando se vuelve importante la popularidad y las encuestas. Sacarse la foto, invitar a los ganadores al palacio nacional, lanzar anuncios rimbombantes sobre el deporte y las nuevas aportaciones son actos repetidos con calco. Como en casi en todo, la demagogia y el populismo son las herramientas utilizadas por las autoridades y el compromiso profundo y necesario con el deporte se olvida rápidamente y se abandona sin mayores mejoras. Así estamos.

En las últimas dos competencias que hemos participado como país ha quedado en evidencia la falta de formación y el poco profesionalismo de algunos de nuestros deportistas. Ese es el reflejo del trabajo de nuestras organizaciones…chocando borrachos, peleando a golpes o declaraciones por rencillas insignificantes y llenándose de envidia por la ridícula competencia interna. Las honrosas excepciones no merecen cargar con este pesado rótulo y esta crítica los exime, pero es importante señalarlas para avanzar en la búsqueda de soluciones.

Y aunque es cierto que los recursos y el equipamiento son insuficientes, creemos que este no es un problema de instalaciones ni de plata. Ya hemos dicho antes que países con menor infraestructura e incluso con poblaciones más pequeñas, obtienen mejores resultados internacionales y dan un valor diferente a la formación física de sus pueblos. El medallero de los últimos juegos panamericanos es revelador de lo antes expuesto. Chile aparece en el lugar undécimo con solo cinco medallas de oro, detrás de Cuba, Ecuador, Guatemala y Colombia por ejemplo.

Acá el asunto pasa por la ausencia total de una política deportiva, por la descomposición social y la pérdida de los valores mínimos que deben regir la vida en sociedad. En lo particular por la deficiente, unidireccional y competitiva educación que recibimos desde niños; por la falta de una directriz deportiva que oriente la formación infantil y detecte tempranamente el talento; por las pocas horas de educación física y deportes; por la escasa presencia de entrenadores bien formados y actualizados; por el desprecio a la actividad física inculcado por las consolas de video juegos y la televisión; por la nula valoración al esfuerzo del otro y por el mal uso que se da a las instalaciones deportivas existentes.

Nos falta mucho por mejorar y aunque celebramos con orgullo los éxitos, la Copa y las medallas, sabemos que son triunfos aislados y que no provienen del esfuerzo nacional ni de las instituciones encargadas de su buen funcionamiento. Como dice el dicho popular: “Una golondrina no hace verano”.





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