Nueve años está cumpliendo Acústico, la última grabación que había editado Eduardo Gatti. Era una docena de canciones, algunas del viejo repertorio de Los Blops, otras más recientes, todas en ese formato y registradas en sonido y video.
Desde entonces, Eduardo Gatti se había dedicado a tocar en teatros, pequeños locales y conciertos organizados por municipios y empresas, por ejemplo. Hasta ahora, que acaba de publicar Aquí en el barrio, un disco que nuevamente abarca desde el repertorio de Los Blops hasta el presente.
“Siempre me he demorado mucho en hacer los discos. No me gusta sacar discos por el solo hecho de sacarlos o porque haya que hacerlo. De alguna forma, algo de razón he tenido, porque hoy hay una sobre producción de canciones, un ambiente saturado, entonces a las canciones les cuesta agarrar vuelo y que la gente las haga suyas. Hoy hay una cantidad de música impresionante y una forma de diferenciarse un poco, quizás, es esta”, explica el autor de “Los momentos”.
El barrio al que hace referencia el disco, en todo caso, es bastante amplio y considera una colección de ciudades y localidades chilenas. En “Canción a Emilia”, por ejemplo, Gatti hace un recorrido por lugares como Calama, El Salvador, Copiapó, Marchigüe, Victoria, Capitán Pastene y Valdivia. “Es un viaje que le tengo prometido a mi nieta y lo tengo pendiente. Tengo la pura canción y me lo están cobrando a cada rato”, dice entre risas.
“Hay mucho de Chile en estas canciones: está la ‘Balada para Nelson Bahamondes’, el piloto del sur; la ‘Canción a Emilia’, que es un recorrido por nuestro país. Decidí que era un disco dedicado al barrio, en el sentido amplio de la palabra. Vivimos en este barrio, en este país tan delgadito y alejado, que al final somos como una isla, un barrio o algo así”, se explaya Gatti.
¿Por qué incluiste también “Qué lindas son las mañanas”, una canción de Los Blops?
Es la última canción de mi autoría que grabé con Los Blops y que no había grabado como solista. Todas las demás las he ido incorporando y es para darles más vitrina. Los Blops hoy son más de culto, de un público muy particular, pero yo quería que todas esas canciones estuvieran en mi repertorio. Era la única que me faltaba.
¿Siguen vigentes esas canciones?
Creo que todas siguen vigentes. Está el caso de “Los momentos”, pero hay otras como “Del volar de las palomas”, de Juan Pablo Orrego, que son maravillosas y no han tenido tanta difusión. Hay otras de Julio Villalobos, muy bonitas, pero depende de la difusión. La ley de 20 por ciento ayuda bastante.
¿Te ha ayudado a ti?
Creo, porque me he escuchado en radios donde antes no me escuchaba. Tocan el repertorio más conocido: “Los momentos”, “Navegante”, “Quiero paz”, las clásicas.
“Los momentos” aparece en el primer disco de Los Blops, pero la mayoría de las personas la asocia a ti como solista.
Es que la grabamos en 1970 y ese primer disco no lo tocó nadie. En ese momento, las radios estaban en una cosa muy politizada. Las de derecha nos encontraban hippies y las de izquierda nos decían enajenados e imperialistas, por tocar guitarra eléctrica. Por lo tanto, el disco no lo tocó nadie y desapareció después del golpe militar. Yo me quedé con una copia.
En 1978, con una segunda formación que hicimos de Los Blops -con Juan Pablo Orrego y Jaime Labarca- la grabamos de nuevo en RCA, que sí le dio publicidad y la mandó como single a las radios. Esa es la versión que se hizo conocida y es la que generalmente se toca.
La primera, además, termina de forma abrupta, ¿por qué?
Porque el ingeniero nos dijo que hiciéramos un fade out, que fuera bajando de volumen, pero yo no quería hacer nada convencional, así que le dije que no. “¿Pero qué hacemos, si no tiene final?”, me preguntó. “Córtala”, le dije yo. Después pasó algo curioso: cuando la tocaban en radios, pillaba desprevenidos a los controladores y quedaba un silencio muy significativo después de la canción.
Hace algunos años Los Blops volvieron a tocar, ¿nunca consideraron reunirse de nuevo?
No, era un dolor de cabeza. Era difícil, porque había muchos integrantes flotantes, que entraban y salían, así que hace tres años renuncié y le di un corte al asunto. Es muy complicado mantener una banda. No tanto por las relaciones, sino porque no es para nada rentable. No tenía sentido para todo lo que había que armar. Además, no había la química de los ’70, era una especie de revival y a mí, si no hay un compromiso de alma, no me convencen los revival.
A propósito, después de tantos años tocando, ¿con qué expectativas sacas un disco?
No me hago muchas. Lo hago por la necesidad de publicar las canciones. Si las tocan en radios, fantástico, pero si no, yo las estaré tocando en los recitales. Promuevo el disco y lo doy a conocer, ¿qué más puedo hacer?
¿Es cierto que no quieres hacer un lanzamiento? ¿Por qué?
Porque no sirven para nada, ya casi no existen. De partida, la mayoría de los periodistas quieren que los traten muy bien, tendrías que invitarlos a un restaurant muy caro y te saldría una fortuna para que vayan -dice medio en broma y medio en serio. Y si haces conciertos, en general, el chileno no acepta que cantes solo canciones nuevas. Al final haces un recital común y corriente, en el que muestras dos o tres canciones nuevas y al final te piden los hits.
¿Tú podrías hacer un concierto sin tocar “Los momentos”?
No puedo, queda la crema. Una vez fui a tocar a un pub, andaba atravesado, de mal genio y dije “no pienso cantarla”. No la canté, pero el dueño no quería pagarme, así que tuve que salir de nuevo a cantarla, porque además el público estaba reclamando. Es divertido, pero es así.