Yachay, la primera ciudad del conocimiento de Latinoamérica

En quechua significa “aprende y conoce”. Se trata del nombre del primer centro urbano tecnológico y planificado en la región, además del proyecto más ambicioso de los últimos cien años en Ecuador. La iniciativa busca convertir al país en un exportador de conocimiento.

En quechua significa “aprende y conoce”. Se trata del nombre del primer centro urbano tecnológico y planificado en la región, además del proyecto más ambicioso de los últimos cien años en Ecuador. La iniciativa busca convertir al país en un exportador de conocimiento.

En conversación con Radio Universidad de Chile, el gerente técnico de Yachay, Fernando Cornejo, se refirió a este megaproyecto y al rol de la ciencia y la tecnología en el continente.

-Se dice que Yachay es la primera ciudad del conocimiento de la región. ¿Cómo podríamos definirla?

-Justamente es la primera ciudad planificada de América Latina desde Brasilia, pero en este caso no es para el Gobierno, sino para la ciencia y tecnología. La ciudad tiene un parque tecnológico en el cual hay una universidad naciente, Yachai Tech, un Instituto Tecnológico Superior para formar técnicos y tecnólogos, lo cual nos permite cerrar el círculo virtuoso del conocimiento, de los que piensan, inventan y saben hacer.

Hay todo un sistema educativo, que va desde la formación inicial hasta la formación continua. Trasladaremos los 12 Institutos Nacionales de Investigación a un sólo lugar, para que compartan investigación y hagan economía de escala de equipamiento.

Además hay un centro de emprendimiento muy importante que está funcionando, tenemos 37 empresas y seguiremos ampliándonos, hay un parque industrial, una zona de investigación en agro-biodiversidad ya que es muy importante en el tema de soberanía alimentaria en nuestro continente. La ciudad tiene cuatro zonas y aspiramos a que tenga 80 mil habitantes al año 2040. Lo más importante es que ya está funcionando. No es un proyecto que esté en papeles, sino que existe y que va desarrollándose a un ritmo vertiginoso.

-¿Cuál es el objetivo a largo plazo de esta iniciativa?

-Desde nuestro primer plan desarrollo, el “Plan Nacional del Buen Vivir” como le hemos llamado en Ecuador, planteamos una transformación en el patrón de acumulación, lo que implica que, paulatinamente, debemos dejar de ser primario-exportadores. Nosotros exportamos petróleo y estamos al vaivén del precio internacional, exportamos banano y camarón. Como dice el Presidente solíamos ofrecer postres y entradas, y de lo primero que prescinde alguien que está en crisis, en Europa o los países centrales, es de postres y entradas.

Con este proyecto se busca pasar a una transición hacia ser exportadores de servicios y conocimiento. Obviamente esto requiere un salto cualitativo importante, una inversión que sólo puede hacer el Estado, no el sector privado, que sí coparticipa, pero la inversión fuerte la hace el Estado. Además implica un cambio de mentalidad en el ser humano ecuatoriano y latinoamericano, ya que el cambio de la matriz productiva solamente se puede dar con un cambio de la matriz cognitiva. Pensar que podemos hacerlo; ya que muchos de nuestros principales detractores piensan que los latinoamericanos no podemos ser generadores de conocimiento, eso es lo que tenemos que cambiar y en eso estamos.

-Hay gente que presenta Yachay como una especie de ‘Silicon Valley Latinoamericano’. ¿Está de acuerdo?

-No es el modelo de Silicon Valley, pero hay algunos temas que pueden tener coincidencias, sobre todo en que buscamos un Estado emprendedor y que apoye a los emprendedores, pero acá el modelo se parece un poco más al modelo coreano. Uno de nuestros fuertes asesores y que desarrolló el plan maestro de la ciudad es el IFEZ de Corea, el Incheon Free Economic Zone, donde hay un Estado que en un primer momento participa fuertemente en la inversión en ciencia y tecnología y que estimula, se arriesga con los emprendedores.

Digamos que en Silicon Valley los emprendedores se desarrollaron directamente con su empuje, a pensar de recibir impulso de proyectos indirectos de parte de agencias como la Nasa u otro tipo de agencias. Acá tenemos un Estado emprendedor que se arriesga directamente con quien quiere crear, ese es el sello de este proyecto.

-Entiendo que el proyecto tiene varias fases de planificación. ¿En cuál de ellas estamos?

-Es una ciudad nueva y como toda ciudad realmente nunca se terminará de construir. Sin embargo, estamos en una fase muy importante de consolidación. El primer paso que dimos fue crear la Universidad de Tecnologías Experimentales Yachay, la que ya está funcionando. Es una universidad pública, gratuita como todas las universidades públicas del Ecuador, a la que se accede de forma meritocrática, a través del sistema nacional de nivelación y admisión que creó el Ecuador, desde el mandato constitucional en la expedición de la ley orgánica de Educación Superior.

Estamos con la segunda corte y a punto de comenzar con la tercera ahora en septiembre, donde aproximadamente contaremos con mil estudiantes en carreras ligadas al área tecnológica. El Instituto Tecnológico también tendrá una segunda corte en septiembre. Así Yachay crece teniendo como epicentro estos dos centros educativos, y a partir de este año se proyecta la instalación de los Institutos Nacionales de Investigación.

Ya está el instituto de investigaciones agropecuarias (INIAP), instalado en mil hectáreas de la zona de investigación agro biotecnológica, que tiene inventos nuevos: tres nuevas variedades de papa, transferidas a los pequeños agricultores, al igual que las variedades del frejol donde han demostrado un aumento de la productividad de un 60 por ciento, cosa que es muy interesante.

A partir de septiembre, comenzaremos con una fase que hace al proyecto irreversible: 18 nuevas obras, que implican centros de salud, escuelas, centros infantiles del buen vivir (guarderías como llaman en otros sitios), facilidades tecnológicas y otras instalaciones con las que se podrá decir que ‘esto es una política de Estado’ y ningún gobierno que llegue lo podrá revertir, como quieren hacer algunos miembros del ‘viejo país de la derecha y de la extrema izquierda infantil’, como dice nuestro Presidente (Rafael Correa).

-Es un salto bastante grande pasar de la lógica de proyectos aislados a una visión práctica, donde una ciudad es construida desde la ciencia y la tecnología. ¿Qué implicó este cambio y cuáles fueron las resistencias?

-Esto parte de una política de educación superior coherente que el gobierno ha llamado la ‘Revolución Ciudadana’. Estuvimos muy involucrados, yo fui Viceministro de Ciencia y Tecnología en su momento, e implicaba pensar en grande, en megaproyectos que tengan una directa injerencia sobre el sector productivo, de gestión de riesgos, salud u otras materias, que permitan satisfacer necesidades básicas, garantizar derechos y cambiar la matriz productiva.

El año 2011 comenzamos a financiar proyectos grandes, olvidarnos del fondo concursable pequeño que simplemente beneficiaba a quien sabe redactar un proyecto, no necesariamente a quien sabía hacer mejor ciencia y tecnología. A partir de esto, con la obligación de crear la universidad, dimos un paso más: crear economías de escala. Los investigadores, y pasa en todas partes del mundo, tienen o tenemos el chip de contar con un equipo, un laboratorio, por ejemplo, y no dejar al otro utilizarlo.

Suele ocurrir que sí hay equipamiento en los países de Latinoamérica, pero está subutilizado y se daña por no ocuparlo. La idea era justamente acumularlo en un sólo espacio, que se constituya un cuerpo tecnológico abierto. Creemos en una economía donde el conocimiento sea un bien público, no un bien excluyente como dice el neoliberalismo y a partir de eso crear proyecto en conjunto.

Creemos que hemos logrado cambiar bastante la mentalidad, hoy se ve trabajando en juntos a institutos de investigación nacionales con universidades, cosa que antes era prácticamente imposible. También creamos una carrera del investigador, es decir re-valorizamos lo que era fundamental: que el investigador tenga su respeto en el medio. Además hicimos un reglamento de escalafón docente que permite que ya no tengamos “profesores taxis” que van de una universidad a otra redondeando el sueldo.

Y opositores sí, el Ecuador tiene un partido de izquierda, pseudoizquierda, muy funcional a la derecha, que ha estado posicionado en las universidades y que generaba resistencia, pero hay una cosa muy importante: la universidad Yachay se crea por ley y ésta fue votada en la Asamblea Nacional por unanimidad. Creo que es el único proyecto de ley, junto con las otras tres universidades emblemáticas del país votadas por unanimidad entre el 2008 y la actualidad, lo que significa que aún podemos hacer un nuevo pacto por la ciencia y tecnología.

-¿Cómo funciona en lo cotidiano Yachay?

-La ciudad es gestionada por una empresa pública creada por el Gobierno Nacional que se encarga de construir su infraestructura, el sistema de emprendimiento, de desarrollo tecnológico e investigación y coordina con los institutos nacionales de investigación.

La Universidad tiene su autonomía como toda universidad y todo estudiante ingresa por un Sistema Nacional de Nivelación y Admisión. Eso es una prueba que no es de conocimientos, porque eso generaría distorsiones, ya que tenemos una brecha entre colegios de la zona urbana y rural y se está trabajando para solucionarlo.

Es un examen de aptitudes que rinden todos los ecuatorianos y ecuatorianas que así lo deseen e ingresan por puntajes. Yachay es la segunda universidad más deseada después de la Facultad de Medicina de la Universidad Central y es la que tiene mayores puntajes, de 970 sobre mil, es híper competitiva lo que nos permite tener a los mejores cerebros del país.

-¿Está abierta al intercambio?

-Sumamente abierta. Yachay tiene que ser un espacio para toda la región, ya que ha sido declarado como un proyecto emblemático de Unasur. Todo ciudadano ecuatoriano que vivió en Chile, pero también chileno, puede aplicar al sistema de nivelación y admisión dando un examen que se toma en los consulados. Cientos, y me atrevo a decir que miles de migrantes ecuatorianos que han ido a Europa y Estados Unidos han retornado a estudiar en nuestras universidades públicas.

Por el momento se dan 250 cupos en total al semestre pero estamos ampliando y allí lo más importante es esa repatriación o movilidad académica que buscamos. Tenemos científicos de 54 países en Yachay, entre profesores e investigadores. Tuvimos una profesora chilena de biología, docentes de Argentina, académicos de todo el mundo. Eso es muy importante: Nadie te pregunta de qué país eres, sino que si sabes hacer ciencia. Por eso hemos buscado que sea una ciudad cosmopolita donde lo realmente importante es cuánto sé y cuanto quiero compartir de lo que sé.

-Considerando esta experiencia, ¿cuál cree que es el mayor cambio que deben realizar los países de la región para hacer un real avance en ciencia y tecnología?

-El cambio más importante creo que es la creación de una política pública de ciencia y tecnología. Es que dejamos el concursar por un fondo para investigación lo que genera básicamente son pequeñas islas que, a la larga, terminan simplemente compitiendo por escribir un paper. Los fondos concursables son eficaces cuando hablamos de temas específicos, muy concretos de la investigación o para solucionar los problemas del sector privado en la alianza con la academia.

Hoy también hacemos concursos, pero cuando hablamos de un Estado que tiene fondos limitados para la investigación y el desarrollo como son los países de Latinoamérica, hay que buscar priorizar, ello implica generar redes de investigación donde participen la mayor cantidad de actores posible. Allí cambiamos el concepto neoliberal del conocimiento como un bien finito al conocimiento como un bien infinito que se puede compartir, que es abierto y colaborativo, respetando siempre los derechos del investigador.

-¿Consideran que Yachay es un ejemplo para la región?

-Más que un ejemplo es una llamada a trabajar en conjunto. Tenemos que empezar a trabajar más unidos, el Consejo Suramericano de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Unasur (Cosucti) ya tiene algunas ideas interesantes que deben ir plasmándose en la realidad.

Te doy un ejemplo: compra conjuntas de base de datos. Ecuador y otros Estados gastan millones de dólares en bases de datos para las universidades, que están en manos de tres o cuatro editoriales, si hiciéramos una compra conjunta nos ahorraríamos millones de dólares. Esos son los retos que tenemos como países. Un segundo paso, un poco más complejo, es comprar equipamiento de manera conjunta, generando coordinación y movilidad académica y para eso Unasur puede ser muy importante.

-Para usted, ¿cuál es el principal desafío que tiene América Latina en la materia?

-América Latina, si no se embarca en un proceso de convertirse en generador de conocimiento va a continuar con la dependencia tecnológica a la que estamos acostumbrados. Es el momento de nuestra segunda independencia y ella sólo se genera si nosotros tenemos conocimiento y la decisión de si liberar o no la información y cuándo. Por ejemplo: un tema controversial son los transgénicos, los conocidos como organismos genéticamente modificados (OGM).

Ecuador por constitución tiene una prohibición de liberación de transgénicos, pero eso no quiere decir que no podamos investigarlos y los investigamos para tener poder de conocimiento, es decir para que las trasnacionales no vengan y nos cuenten el cuento que quieran. Básicamente todos los países tenemos necesidades que no deben ser cubiertas ni por ONG ni por universidades internacionales, sino que debemos fortalecer nuestro sistema de educación pública.

-Así, el conocimiento estaría ligado a la independencia, es decir, a superar el estatus de dominación a la que han sido sujetos nuestros pueblos.

-Probablemente el conocimiento es la única vía que tenemos en este momento para nuestra liberación. Mientras más rápido nos embarquemos a trabajar conjuntamente con una nueva mirada, que implica nueva visión de la propiedad intelectual, del trabajo conjunto y de la repartición de los resultados, más rápido tendremos un nuevo modelo de desarrollo. No se trata de alcanzar o de parecernos a los países desarrollados, no es la idea, sino construir un modelo propio. Ese nuevo modelo de desarrollo está en convertirnos en generadores de conocimiento y saltar a manejar los recursos infinitos.





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