Hablo del rumor. Más aún, hay rumores de que hay rumores y eso es de nunca acabar. Como los cuentos de niños. Siempre he pensado en lo cobarde que es tirar un rumor al aire y echarse a volar. Hay muchos volando y el aire se enrarece. Hace muchos años y cuando comencé en esto del Periodismo y las Comunicaciones, aprendí que uno vive en medio de rumores e inexactitudes y que conviene andar con los ojos y los oídos muy abiertos para no tropezar en trampas y no caer en exageraciones, teatralizaciones y mentirillas varias que circulan en la ciudadanía habitualmente. Ejemplos hoy mismo, a destajo, asaz peligrosamente malintencionados
Es que la inmoralidad existe y de verdades a medias está hecha la vida diaria. Y, por supuesto, hay quienes se aprovechan de manera torpe y grave, con cierta impudicia y falta de la ética mínima que se requiere para pasar la vida honestamente. Ejemplos, repito, existen hoy más que nunca y sobre temas que llegan, a veces, a dar risa pero que, si se siguen multiplicando irresponsablemente, pudieran empezar a dar llanto.
Aprendí en mis años de reportero (cuando se reporteaba con lápiz, papel y de frente al entrevistado hasta en las más mínimas ocasiones), que había que comprobar los hechos. Que no se podía publicar “de oídas”. Que “el me lo contaron” no corría. Que los rumores eran eso, rumores. Y que había que hacer todo el esfuerzo por confirmarlos y que, si no se podía, desecharlos y olvidarse de ellos, amén de no aprovecharse. Aprendí que si uno tenía acceso a una cierta tribuna radial o a una columna en la página X de un diario, eso era un honor y había que dignificarlo. Aprendí que a los auditores y a los lectores se les debe absoluto respeto, porque siempre han sido y seguirán siendo la caja de resonancia de las noticias. De los hechos y de los comentarios acuciosos y profesionales que emanen de ellos con indesmentible conocimiento de causa.
Y, sin embargo, veo la actualidad tan alejada de otros tiempos, aquellas décadas en que la furia y la ira, la improvisación, la liviandad informativa y la torpeza comunicacional aún no habían sentado sus reales en ciertos medios que hoy nos rodean casi por completo, salvo honrosas excepciones que defienden, sobre todo, la decencia, el orgullo de decir la verdad. Y que, de paso, no olvidan las promesas que iban a ser cumplidas. Hoy me siento apresado por ciertos medios que haciendo gala de las comunicaciones electrónicas, reitero, tiran un rumor al aire y se echan a volar como si nada. Es una sinvergüenzura profesional. Entonces, uno se desilusiona y se pregunta hasta dónde vamos a llegar con esta realidad oscuramente noticiosa que estamos viviendo por culpa de algunos (insisto, algunos).
La otra cara de la medalla es el regreso a lo dignificante. Que comience a clarear y entonces me pregunto si podemos esperar que el viejo y respetable concepto de responsabilidad cívica enderece a quienes tienden a enchuecar la actualidad. Que con responsabilidad profesional los que hacen el Periodismo limpio hoy se esfuercen por publicar hidalgamente las miradas de la ciudadanía sobre el presente y las que otean hacia el futuro. Y, en una frase, que sigamos sin molestias aparecidas de repente viviendo en el Chile que queremos, que siempre hemos querido. Porque todos queremos a nuestro país libre, democrático y donde las ideas se comenten abiertamente y sobre una base de certeza sin rumores falsos, ¿verdad?
Y al que le venga el sayo, que se lo ponga. Que si elevan rumores, que vuelen con ellos y asuman las consecuencias.