En nuestro país durante 2004, se vivió un capítulo negro ante la muerte de cisnes de cuello negro por la contaminación de una empresa: CELCO. Estas especies habitaban en el Santuario de la Naturaleza “Carlos Anwandter” (Rio Cruces), primer sitio Ramsar ubicado al norte de Valdivia, un humedal que se formó por el hundimiento del terreno luego del terremoto y maremoto de 1965.
Hace 10 años Chile está implementando una Estrategia Nacional para la Conservación y uso racional de los Humedales. Esto, mientras diversos actores en el mundo coinciden en la importancia de conservar estos ecosistemas.
Fabio Kalesnik, Horacio Sirolli y Luciano Iribarren, integrantes del Grupo de Investigación en Ecología de Humedales de la Universidad de Buenos Aires (Argentina), recibieron hace pocos días el premio UNESCO-Sultán Qaboos para la preservación del medio ambiente.
El Dr. Kalesnik comenzó su trabajo en la Reserva de Biosfera Delta del Paraná, desde su creación en el año 2000. En entrevista con Radio Universidad de Chile, el también integrante del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) recordó que hace 25 años no se sabía qué era un sistema humedal y ahora estamos en una situación más favorable para seguir avanzando en políticas de conservación.
Esta llamada “vena de Sudamérica” está ubicada a pocos kilómetros de Buenos Aires y es una reserva acuífera formada por los sedimentos que arrastra el Río Paraná desde su nacimiento en Brasil hasta la desembocadura en las aguas del Río de la Plata.
¿Cómo reciben este premio de UNESCO?
Este reconocimiento internacional es importante. Uno no es profeta en su tierra porque el sistema científico está por la soja o con la minería cielo abierto y con ello perjudicando a las poblaciones locales. Acá están drenando y secando los humedales, inundando la zona porque el agua no tiene donde escurrir e incluso muere gente ahogada. Es un conflicto socio-ambiental que tiene distintos intereses en juego.
¿Cuáles son las líneas de trabajo que han desarrollado para recibir este reconocimiento?
Nuestras investigaciones están orientadas a la ecología de humedales y sobre todo a conservación y restauración de bosques nativos. Además abordamos la educación ambiental con los docentes y alumnos de las islas. También generamos alternativas productivas nuevas para los pequeños productores y pobladores. En el marco de la Reserva de Biosfera, la Universidad es un actor social más en el comité de gestión (dependiente del municipio de San Fernando).
¿Cuáles son los principales factores que consideran a la hora de enfrentar los proyectos?
El gran fenómeno que ocurrió a escala regional fue que en los últimos 40 o 50 años había fruticultura familiar. Vivian 30 mil pobladores en la década del 60 y en el 2010, en el último censo, alcanzan solo los 3 mil. ¿Por qué? Porque la fruticultura familiar fue remplazada por un monocultivo de forestaciones comerciales y muy pocas personas fueron capaces de enfrentar la espera de 15 años para cortar la madera y poder progresar. Esas forestaciones comerciales quedaron abandonas y surge un nuevo tipo de bosque que llamamos secundario. El que está dominado por especies arbóreas exóticas, pero lo importante es que debajo crecen especies originales (mixtos).
¿Qué está pasando con el avance de la frontera agrícola y el negocio inmobiliario?
En 2004 hicimos el primer libro para capacitar a los docentes. Aunque no lo crean, ellos no tenían material bibliográfico para enseñar qué era un ecosistema de humedal, una isla del delta o la vegetación y fauna característica. Llevamos 10 años capacitando a los docentes y haciendo trabajo de educación ambiental con los alumnos. El problema es: ¿cómo hacemos que se vuelvan a poblar las islas porque mientras haya monocultivo va a ser difícil? Es muy difícil porque el productor no conoce la flora nativa. El problema es que ellos lo secan y drenan el humedal para que tener mejor producción forestal, pero eliminan los bienes y servicios que brinda el humedal sobre todo la disponibilidad de agua dulce.
Un grupo de pobladores entendió la necesidad de crear conciencia en este tema, pero hay otros que quieren eliminar el concepto de humedal porque quieren que la pampa se extienda con ganado y agricultura.
Otro de los problemas se relaciona con los mega-negocios inmobiliarios. Grandes emprendimientos para gente de alto poder adquisitivo, pero que hacen un daño irreversible porque se forman lagunas artificiales. La justicia por suerte clausuró un gran emprendimiento porque los vecinos se movilizaron y nosotros hicimos estudios científicos. Los edificios tienen un impacto acumulativo, pero es una pelea permanente.
¿Existen pendientes en la legislación nacional y regional?
En estos momentos se está tratando de aprobar la Ley de Presupuestos Mínimos de humedales. El Senado lo aprobó por unanimidad pero algunos diputados la frenaron porque casualmente muchos de ellos participan en emprendimientos productivos que dañan los humedales. Por eso estás las ONG, las universidades, instituciones científicas y otros, pidiendo que salga esa Ley.
Hay que esperar el año que viene, pero ya hay conciencia sobre la necesidad de una Ley para proteger humedales. Algo que hace cinco años costaba mucho que los políticos entendieran.
¿Es necesario concretar medidas más específicas de protección al interior de cada país?
La palabra sustentable se ha desvirtuado en las últimas décadas. Los mismos productores lo han usado a su favor. Hacen todo sustentable y tiene sus ecólogos, biólogos y científicos avalando sus evaluaciones de impacto ambiental. Y uno no puede creer que un biólogo formado en una Universidad pública se pueda vender a los intereses corporativos.