El género de artes marciales es uno con tradición propia, reglas claras y relatos sencillos. Hace casi diez años, en 2006, la película Kiltro se presentaba como la primera película de este género hecha en Chile e introducía a una de las duplas actor/director más productivas del cine chileno: Ernesto Díaz y Marco Zaror. En ese momento ya quedaba claro que – aunque basándose en todos los referentes del género- lo que proponían Díaz y Zaror era hacer “películas de patadas a la chilena”. Abrazando, más que escondiendo, la precariedad de la producción y la rareza de contar una historia de artes marciales en este país supuestamente tan ajeno a la tradición oriental.
Inmediatamente después de Kiltro – una historia de iniciación del héroe, con romance a lo Romeo y Julieta en el multicultural barrio de patronato- llegó Mirageman (2007), mucho más aguda en su retrato de la idiosincrasia chilena y las dificultades de un bien intencionado héroe en un contexto cínico y descreído; y en 2009, Mandril, con una producción un poco más grande en que se presenta a Zaror como una especie de James Bond latino. Después de eso la dupla se tomó una pausa. Zaror continúo su carrera en Estados Unidos, pasando de ser el doble de Dwayne La Roca” Johnson a un nombre reconocido por sí mismo como artista marcial y dirigido por Robert Rodríguez en Machete Kills. Mientras tanto Ernesto Díaz se dedicó a hacer un par de películas más personales, rindiendo tributo al cine de explotación de los setentas con Tráiganme la cabeza de la mujer metralleta y Santiago Violenta.
Ahora podemos ver al dúo nuevamente reunido con Redentor una película en que ambos dan cuenta de lo mucho que han aprendido en esta década haciendo cine. En esta película Zaror interpreta a un ex sicario atormentado por su pasado que busca redimirse, a través de ritos y parafernalia religiosa, utilizando sus habilidades para hacer justicia.
Redentor es un filme que mantiéndose en la lógica del cine de género de bajo presupuesto, demuestra que tanto Díaz como Zaror han crecido como profesionales. Por un lado, los seguidores del cine de artes marciales podrán reconocer que las escenas de peleas son más complejas y diversas, y que Zaror como coreógrafo y artista marcial es realmente impresionante. Por otro lado la narrativa de la película, la manera en que esta filmada y construida, por ejemplo la entrega paulatina de información que se le va dando al espectador respecto al pasado y presente del personaje o la transformación de Pichidangui en un escenario de western moderno, mantienen el interés de una película que es bastante sencilla en su argumento.
Con todo y entendiendo que este tipo de cine no se caracteriza por sus buenas actuaciones, llama la atención la rigidez de los secundarios, excepto la del “gringo narco”, Noah Segan que puede parecer disonante dentro del resto del elenco, pero que recuerda ese lado más “juguetón” de las anteriores películas de Díaz. Porque aunque como cine de género “Redentor” cumple, se echa de menos la capacidad de autoconciencia y humor que las anteriores cintas de este autor. Sin duda “Redentor” salva, pero se lo toma demasiado en serio.