Parra: Fragmentado y luminoso

¿Qué habría sucedido si le hubieran dado el Nobel? ¿Habría ido hasta Estocolmo con casi 100 años a pronunciar esa brevísima alocución que marca la talla de sus ganadores? ¿Habría recordado a sus maestros, como lo han hecho tantos, o a Violeta, a quien dice escuchar todo el tiempo?

¿Qué habría sucedido si le hubieran dado el Nobel? ¿Habría ido hasta Estocolmo con casi 100 años a pronunciar esa brevísima alocución que marca la talla de sus ganadores? ¿Habría recordado a sus maestros, como lo han hecho tantos, o a Violeta, a quien dice escuchar todo el tiempo?

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Nicanor Parra tiene ya 102 años y es el poeta de marca mayor más longevo de nuestra historia. Cuando conmemoramos los centenarios de generaciones de poetas, Parra se ha dado maña para celebrarse él mismo sus cien y más, y lo ha hecho a su manera, publicando y diciendo. Porque el Parra de las últimas décadas, a diferencia de hace cinco, es uno que habla en frases chispeantes y ocurrentes a través de escasas entrevistas o espacios masivos. También publica, como lo ha hecho recientemente con la Universidad Diego Portales, un libro titulado Antiprosas en el que reúne textos de larga data y otros nuevos, convirtiéndose, como suele ser en Parra, en nuevas formas de leerlo, de entenderlo.

El relato que hace el periodista Javier García de su encuentro con Nicanor Parra hace apenas unos días, es fragmentado y luminoso. No se trata de una conversación transcrita textualmente en la que se pueda apreciar el flujo de su pensamiento y a través de sus palabras, ingresar a sus preocupaciones y ocupaciones. Se trata en cambio, de frases dispersas de muchísimos temas, algunas de las cuales dejan pensando al lector y hasta lo hacen esbozar una sonrisa irónica, como suele suceder con los escritos del Premio Cervantes.

Nicanor Parra dice: “Yo le encontré la solución a la neurosis del Nobel” y de inmediato arremete, de memoria, con un epitafio para la Premio Nobel de Literatura de 1945 Gabriela Mistral y de quien se recuerda este año 2015, 70 años desde que fuera a la Academia Sueca de Estocolmo a recibirlo. Por la boca de Parra habla Gabriela: “Yo soy Lucila Alcayaga / alias Gabriela Mistral / primero me gané el Nobel / y después el Nacional / a pesar de que estoy muerta / me sigo sintiendo mal / porque no me dieron nunca / el Premio Municipal”… y ahí de nuevo con eso “del Pago de Chile” y la ingratitud que de manera tan efectiva resintió esta sensible poeta con un país que si entonces, hace 70 años era ingrato y esquivo en el halago, hoy se ha vuelto huraño y pasivamente agresivo en el silencio a la hora del homenaje. Dice Parra que desde la Academia sueca le enviaron un mensaje a través de un recientemete fallecido Premio Nobel de ese país: ‘Chancho nazi se quedó en Chile apoyando al sangriento dictador. Y no se fue al exilio’” ¿Fue acaso víctima de la Guerra Fría y los odios políticos? ¿Cómo recibió ese mensaje el antipoeta? ¿ Será verdad?

Nicanor Parra habla por la herida del Nobel pero no puede hacerlo por la del reconocimiento de su obra en Chile, cuando pocas veces un poeta ha recibido en vida tanto homenaje y reconocimiento, llegándole incluso el internacional Cervantes, el Nobel de las letras castellanas y que se le concediera hace cinco años, cuando tenía 97 años, y para entonces no escribió el discurso que tradicionalmente leen los ganadores en el Paraninfo de la Universidad Alacalá de Henares. En cambio, envió a su nieto y dijo que estaba releyendo El Quijote y que lo enviaría al años siguiente. Aún no llega, pero parece que continuaría en esta empresa, cuando asegura que sigue leyendo las aventuras y desventuras del Hidalgo Caballero de La Mancha.

¿Qué habría sucedido si le hubieran dado el Nobel? ¿Habría ido hasta Estocolmo con casi 100 años a pronunciar esa brevísima alocución que marca la talla de sus ganadores? ¿Habría recordado a sus maestros, como lo han hecho tantos, o a Violeta, a quien dice escuchar todo el tiempo?

Violeta Parra se suicidó el febrero de 1967 y desde entonces, Nicanor guarda consigo muchos inéditos y trabajos artísticos de una de las más grandes de nuestra historia: la poeta que se fue a la tumba sin premio y con la sonrisa amarga de la desidia de un Chile que no comprendía la profundidad de su mensaje… algo más conocido en su expresión musical pero ignorado en arpilleras y óleos.

Nicanor Parra muestra a la pasada la grabadora con que Violeta recorriera los campos registrando a los cantores y cantoras populares, esos tesoros humanos de los que se fue nutriendo esta magnífica artista…un aparato del que no quiere despegarse como tampoco de mucha parte de la valiosísima obra de su hermana que guarda pero no conserva en las condiciones que exigen. Objetos y memorabilia que el Museo de Violeta Parra, recientemente inaugurado, reclama a gritos. Pero Nicanor pareciera no escucharlos, solo la voz de su hermana, que lo acompaña mientras camina por sobre sus ciento y dos años.





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