Académica FAU descubrió posible sistema anti-sísmico de la Iglesia de San Francisco

Excavación en los cimientos del edificio dio hallazgo a lo que podría ser un disipador sísmico ideado por la población prehispánica y que sería la explicación de que la iglesia se haya mantenido en pie a pesar de los constantes sismos.

Excavación en los cimientos del edificio dio hallazgo a lo que podría ser un disipador sísmico ideado por la población prehispánica y que sería la explicación de que la iglesia se haya mantenido en pie a pesar de los constantes sismos.

En el marco del proyecto Fondecyt Iniciación 11130628 “Rediscovering vernacular earthquake-resistant knowledge. Identification and analysis of built best practice in Chilean masonry architectural heritage”, la académica del Departamento de Arquitectura, Natalia Jorquera, se ha dedicado durante los últimos tres años a analizar la reacción ante los sismos de construcciones chilenas hechas en base a materiales de tierra, adobe y cal.

En ese contexto, llegó hasta la Iglesia y Convento de San Francisco, ubicada en el centro de Santiago, para tratar de dilucidar cómo es que el edificio ha resistido en pie desde el inicio de su construcción en 1572 hasta ahora, soportando los recurrentes terremotos que azotan al país. El caso de la iglesia es especial en tanto es la única construcción colonial que sigue en pie con su estructura original en Chile.

Para indagar en el secreto de la resistencia, la académica inició una serie de excavaciones principalmente a los costados de los muros para descubrir las fundaciones, ayudada por un grupo de arqueólogos de la Universidad de Chile encabezados por Catalina Soto. El equipo se encontró con algo inédito: a sólo diez centímetros bajo la superficie, los muros dan paso a un sistema de bolones de piedra (posiblemente extraídos del Río Mapocho) rodeados por tierra, que a su vez son contenidos por los lados por otros muros, configurando una especie de sistema anti-sísmico nunca antes visto en las construcciones antiguas.

Natalia Jorquera.

Natalia Jorquera.

“Esto hablaría de un disipador sísmico en las fundaciones”, explica la profesora Jorquera, quien ahora deberá analizar la cara interna de los muros para comprobar definitivamente la existencia de este sistema en toda la construcción.

De ser así, las piedras redondeadas actuarían como un amortiguador y mecanismo que permite el deslizamiento de los muros de un lado a otro ante los sismos, logrando así que la estructura se mueva junto al terremoto y no se quiebre. Mientras tanto, los muros que contienen las piedras harían que éstas permanezcan bajo las paredes principales y no se dispersen por el terreno.

“Estas fundaciones son completamente excepcionales respecto a todo lo que se ha visto de edificios de la colonia. Durante la excavación recibimos a personas del Consejo de Monumentos Nacionales que ha analizado otras construcciones del periodo y nunca habían visto algo parecido”, relata la académica.

Posible tecnología precolombina

Una arista relevante de este descubrimiento es la posible influencia de la mano de obra indígena en el diseño de este sistema, pues no hay indicios de que los colonizadores españoles hayan desarrollado un mecanismo similar para sus construcciones.

“La primera piedra de la Iglesia se puso en 1572, cuando los españoles llevaban 31 años en Chile y no habían sufrido ningún terremoto importante. Por las crónicas históricas se sabe también que la mano de obra utilizada fue indígena picunche, lo que nos lleva a suponer que estas fundaciones fueron ideadas por la población local”, explica Jorquera.

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Esta tesis se apoya en que otras fundaciones similares han sido encontradas en construcciones prehispánicas de Perú, cuyos pueblos originarios tuvieron un contacto constante con los habitantes de la zona norte y centro de Chile.

Además del hallazgo de las fundaciones, la excavación permitió encontrar piezas de cerámica de origen inca, una punta de flecha y un entierro.

La investigación continuará hasta el mes de octubre analizando la cara interior de las fundaciones y también los muros del edificio, que tienen un espesor de 1,70 metros, y en los cuales se podrían encontrar más claves de la resistencia histórica de la Iglesia.





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