La firma de un acuerdo provisional entre Rusia y Estados Unidos, el pasado lunes 22 de febrero, destinado a implementar un alto al fuego a partir del día 27 de febrero, abrió interrogantes sobre la real posibilidad de concretarlo.
Lo señalado, sobre todo a la luz del análisis respecto a que dos de las organizaciones terroristas: EIIL –Daesh en árabe– y Jabhat al Nusra –filial de Al Qaeda en suelo sirio– no están contempladas en este cese de los combates, como tampoco la exigencia que los países patrocinadores de estas bandas takfirí pongan término a su apoyo militar, logístico y financiero, como es el caso de Turquía, Arabia Saudita y las Monarquías del Golfo Pérsico, empecinados en derrocar al presidente sirio Bashar al Assad.
Por tanto, el combate contra estos grupos seguirá siendo prioridad del gobierno sirio y no se detendrá el sostén financiero y militar que permite dar vida a las bandas terroristas. En ese plano la cantidad de muertos, heridos, refugiados y destrucción seguirán aumentando.
El término de los combates contra los rebeldes, no enmarcados en la exclusión definida por el acuerdo entre Washington y Moscú, contó con la aceptación del gobierno sirio, que está dispuesto a apoyar todo tipo de medidas que detenga el derramamiento de sangre del pueblo sirio y restaure la estabilidad en el país, que sufre la agresión de grupos terroristas desde marzo del año 2011.
Guerra que ha significado la muerte de 280 mil sirios, un millón y medio de heridos, el desplazamiento de 8 millones de ciudadanos y la condición de refugiados de otros 5 millones en países vecinos, a lo que se suma la destrucción de gran parte de la infraestructura vial, sanitaria y tecnológica del país levantino, junto al robo de sus riquezas hidrocarburíferas con la complicidad de los países que se supone combaten a los grupos takfirí.
Normalizar la vida política siria
De la lectura de las declaraciones de las autoridades rusas y estadounidense se extrae que parte de las exigencias planteadas al gobierno sirio se encuentra la decisión de avanzar hacia la conformación de un gobierno de transición, que vislumbra elecciones con participación de un amplio espectro de partidos y movimientos –de lo cual los grupos terroristas takfirí están desechados. En tal sentido, el llamado a elecciones parlamentarias para el mes de abril va en esa dirección. Este anuncio fue calificado de histórico “ya que por primera vez en cinco años de conflicto, Gobierno y oposición podrían llegar a alcanzar algún tipo de acuerdo de cese de las hostilidades”.
Sin embargo, y tal como suele ser costumbre en la política exterior estadounidense, las amenazas no tardaron en llegar. En esta ocasión, a través del secretario de Estado John Kerry, ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de su país, sostuvo que si fracasa el cese de hostilidades y la transición política en Siria no tiene los pasos requeridos, que aseguren seriedad y toma de decisiones reales sobre la formación de un gobierno de transición. Washington mantiene la opción de un Plan B.
Este plan no es otro que la opción militar que se estaba barajando las últimas semanas a través de declaraciones de alto contenido belicista de los gobiernos de Turquía y Arabia Saudita, que llamaron a concretar operaciones terrestres con el envío, en el caso de la Casa al Saud, de un contingente estimado en 150 mil soldados.
Las declaraciones turcas, saudí y estadounidenses se complementan perfectamente y esta tregua puede servir para ultimar detalles de una invasión a la luz de una decisión unilateral de Washington y sus aliados, de sostener que “Siria no ha cumplido su parte de los compromisos y se avanzará en el denominado plan B”, y para ello, la historia es pródiga en operaciones de bandera falsa que suelen ser elementos muy favorables para concretar las aspiraciones hegemónicas de los sectores más belicistas de Washington, sus socios europeos y de Oriente Medio.
Avanzar hacia la paz con una espada pendiendo sobre tu cabeza nunca ha sido una manera fácil de alcanzar objetivos.
Es indudable que las conversaciones entre Rusia y Estados Unidos, que han tenido como resultado este acuerdo provisional de cese al fuego, no hubiesen sido posible sin los resultados exitosos de la campaña militar llevada a cabo por el Ejército Nacional Sirio, con apoyo aéreo de la Fuerza Aeroespacial Rusa, las milicias de voluntarias chiitas y de Hezbolá, más la asesoría de voluntarios del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán. Operaciones, que en los últimos meses significaron la reconquista de amplias zonas de las regiones de Latakia, Homs y Aleppo, que se encontraban en manos de grupos terroristas.
Este cambio estratégico ha consolidado al gobierno sirio y avala el apoyo ruso e iraní en defensa de la integridad territorial siria, al mismo tiempo que ha obligado a la Coalición Internacional Liderada por Washington a cambiar el enfoque y la visión que se tiene de la coordinación entre Siria, Irán, Rusia e Irak en el combate al extremismo takfirí. Hoy, más que nunca, se debe contar con este cuarteto frente a cualquier idea de paz regional.
El gobierno iraní, quien ha propugnado permanentemente un alto al fuego en el país levantino, se ha mostrado cauteloso frente a la firma de este Acuerdo Provisional en lo que dice relación al cumplimiento por parte de las fuerzas alzadas en armas. Husein Amir Abdolahian, vicecanciller iraní para Asuntos Árabes y Africanos, señaló que el gobierno iraní ha tenido una postura inalterable respecto a que la solución al conflicto en Siria pasa por una solución política. Por ello, impulsan los diálogos nacionales entre el gobierno y la oposición bajo la supervisión de las Naciones Unidas.
“Desde el inicio de la crisis siria, Irán ha insistido en el establecimiento de un alto el fuego en el país árabe. El gobierno sirio respetará la medida, sin embargo dudamos del compromiso de la contraparte, ya que los terroristas y los grupos armados aprovechan la situación caótica para perseguir sus nefastos objetivos”, señaló Abdolahian.
Por su parte, tanto el presidente Putin como el presidente Rohani han mantenido conversaciones respecto a esta firma de cese al fuego, y acordar seguir colaborando para hallar una solución pacífica a la crisis siria y reiterando su compromiso de continuar con decisión la lucha contra el grupo terrorista EIIL –Daesh, en árabe– el Frente Al-Nusra –asociado a Al-Qaeda– y otras organizaciones terroristas incluidas en la lista de sanciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Ar Raqqah como norte
El gobierno sirio, por su parte, ha declarado que acepta lo acordado entre Washington y Moscú. Así se refrendó en una llamada telefónica entre Bashar al Assad y Vladimir Putin. Al mismo tiempo, el gobernante sirio enfatizó su decisión de seguir combatiendo a las bandas terroristas, que no están contempladas en este alto al fuego, como son Daesh y Jabhat al Nusra.
Esto implica que se seguirá con la operación destinada a sacar a los miembros de estos movimientos de cada aldea, ciudad y refugio donde se encuentren y avanzar hacia la ciudad de Ar Raqqah, como parte de una plan que va más allá de la liberación de regiones ocupadas por los grupos takfirí, lo que no implica frenar los planes que Washington y sus aliados tienen con respecto a Siria y su idea de balcanización.
Ar Raqqah a estas alturas del conflicto ha devenido en un objetivo trascendental, tanto desde el punto de vista político, como militar y simbólico en la medida que trata de evitar que dicha localidad –convertida en capital del falso califato takfirí– está en los planes estadounidenses para concretar allí –en el plan de desintegración de Siria– una entidad política sunni transfronteriza entre Siria e Irak y además contigua territorialmente a Arabia Saudita.
Todo ello bajo el paraguas del paralizado Gasoducto Qatar-Turquía, que es el plan opuesto al oleoducto proyectado entre Irán-Irak y Siria para la salida del gas iraní al Mar Mediterráneo. Recordemos que la Monarquía catarí es uno de los principales financistas de los grupos takfirí que operan, tanto en Irak como en Siria.
Ello nos lleva a considerar que parte del conflicto en Siria –y la acción de enemigos como Turquía y las Monarquías del Golfo– no radica tanto en la riqueza hidrocarburífera del país levantino como en el hecho estratégico de ser Siria una zona de tránsito de oleoductos y gasoductos, en el mapa estratégico global diseñado por occidente, para no depender del gas y petróleo ruso y eventualmente de Irán.
Siria y su estrategia energética salió a relucir al inicio de la agresión en marzo del año 2011 bajo el marco de lo que se conoce como “Siria y los cuatro mares”, entendiendo con ello que el país levantino conecta energéticamente el Golfo Pérsico, el Mar Caspio, el Mar Negro y el Mediterráneo, todos ellos rodeados por los mayores productores de gas y petróleo del mundo.
En mayo del año 2009 los medios internacionales anunciaron que Qatar y Turquía construirían un gasoducto que llevaría el gas catarí –con la tercera reserva de gas natural del mundo y primer productor mundial de gas por licuefacción GNL– a tierras turcas pasando por Siria. Ello implicaba contar con el beneplácito del gobierno de Damasco, que ha optado por el proyecto de un gasoducto que viniendo desde el Mar Caspio pasaría por Irán, Irak, Siria y saldría a mercados europeos a través de puertos del Levante mediterráneo.
La mesa quedó servida para que Turquía, Qatar y la casa al Saud comenzaran a elaborar planes que desestabilizaran Siria, escenario que comenzó a concretarse a partir de lo que occidente denominó la Primavera Árabe –conocido en el mundo musulmán como el despertar islámico– y el apoyo financiero y militar para que bandas takfirí hicieran el trabajo sucio.
Washington y sus aliados europeos, Turquía, Jordania, la entidad sionista, Arabia Saudita y las Monarquías Feudales del Golfo Pérsico, que son los grandes valedores de los grupos que combaten al pueblo sirio, así como potencias regionales como Rusia e Irán, saben que el resultado de lo que pase en Siria va a determinar los equilibrios de poder necesarios, ya sea en el plano energético, como político.
No es lo mismo una Siria balcanizada, que un país indemne territorialmente. Unos juegan para el divide y reinarás, otros, por mantener un país íntegro so pena de no sólo desintegrar una parte de Oriente Medio, sino que generar una inestabilidad regional con gravísimas repercusiones globales.
* Artículo del autor cedido por Hispantv