El próximo viernes 18 de marzo se cumplirán 20 años de la muerte de Osvaldo Rodríguez Musso, a quien todos conocían como el “Gitano”. Fue escritor, profesor, dibujante y autor de dos discos, pero hasta hoy es sobre todo conocido como el autor de “Valparaíso”, esa canción donde dice que el puerto que lo vio nacer amarra como el hambre, que no se puede vivir sin conocerlo.
Pero Osvaldo Rodríguez fue también autor de un libro señero. Se llama Cantores que reflexionan. Notas para una historia personal de la Nueva Canción Chilena, fue publicado originalmente en 1984 por la editorial LAR y hoy acaba de ser reeditado por Hueders. El nuevo volumen incluye un prólogo en décimas de Nano Stern, un texto de la periodista Marisol García (Canción valiente) y un escrito que el propio Osvaldo Rodríguez elaboró antes de su muerte, para una reedición que nunca se concretó.
Son 352 páginas de pasajes reveladores, en los que el “Gitano” apunta hacia la Nueva Canción Chilena desde diferentes ángulos. Escribe, por ejemplo, sobre la influencia de Daniel Viglietti y de las canciones de la Guerra Civil Española. Dedica capítulos completos a dos obras significativas, la Cantata Santa María de Iquique y El sueño americano, el disco que Patricio Manns grabó junto a Voces Andinas. En otros, relata en primera persona muchas de las experiencias que vivió como artífice del movimiento desde Valparaíso. Entre los más significativos están aquellos que dedica a Violeta Parra, un personaje que también es abordado a través de entrevistas a familiares y varios de sus cercanos.
Por supuesto, buena parte del libro lo escribe desde el exilio. En esos pasajes, describe el pasar de músicos como Inti Illimani, Quilapayún, Patricio Manns, Payo Grondona y Ángel Parra, en Europa; da cuenta de sus días en el puerto de Rostock, a orillas del Báltico; y deja ver sus propias añoranzas de Valparaíso: “des-olado”, se autodenomina, y no desterrado.
La reedición de Cantores que reflexionan es la primera de varias acciones para recordar al “Gitano”. En junio, el Parque Cultural de Valparaíso abrirá una exposición en torno a su figura. Este año también se publicará un volumen con sus cuentos y se realizará un seminario. Para el próximo año, está programada la edición de un disco con canciones inéditas. Otra idea es bautizar con su nombre un camino aledaño al Paseo 21 de Mayo y que pasa por la casa donde vivieron sus padres. Paseo del Gitano, se llamaría.
Una de las personas que está detrás de todas esas actividades es la mujer que acompañó a Osvaldo Rodríguez hasta su muerte, en la ciudad italiana de Bardolino. Se llama Silvia Ruhl, es antropóloga de origen alemán y en 2002 se estableció, luego de varias idas y venidas, en Valparaíso.
También ella supervisó la reedición de Cantores que reflexionan, un libro que “es una colección de impresiones suyas, sobre cómo fue la Nueva Canción en Chile y luego en el exilio, con lo que pasa con algunos de sus integrantes. También es un poquito arbitrario, porque dependía de a quiénes se encontraba, pero es un libro que informa, que se lee muy bien y que introduce, de una forma muy personal, lo que fue el movimiento”.
¿Por qué es importante que este libro se lea hoy?
Hay momentos en que se deben dejar tranquilas las cosas y después surgen generaciones que tienen curiosidad por saber cómo fueron aquellos tiempos. Como fue escrito por alguien que vivió esos tiempos, es una fuente directa para acercar a las generaciones de ahora.
Por ejemplo, tiene entrevistas muy interesantes sobre Violeta Parra, que no son la versión que uno suele escuchar, muy oficial, sino que retratan a Violeta como era, una persona de carne y hueso, con sus humores y maravillosa creación. Tiene bastantes testimonios, una entrevista con Carmen Luisa, con el gringo (Gilbert) Favre, con Adela Gallo, que fue una gran amiga suya, y que dan una imagen un poco diferente que El libro mayor de Violeta Parra, por ejemplo.
Varios pasajes del libro están dedicados a Violeta Parra, ¿cómo era la relación entre ellos?
Tengo que hablar de segunda mano, porque en ese tiempo no nos conocíamos con Osvaldo. Creo que fueron bastante cercanos en la última etapa de Violeta, cuando tenía la carpa en La Reina. Él la trajo a Valparaíso después de mucho tiempo, no solamente una vez sino que le dio un espacio grande aquí. También coleccionó muchas cosas de ella, fue uno de los primeros en valorar su obra plástica. Me acuerdo que en el exilio, Osvaldo recogió donde podía fotos de toda la obra plástica de Violeta y hacía una conferencia, comentada y cantada, mostrando las diapositivas de lo que había logrado rescatar de su obra, valorándola como artista múltiple, cosa que a él le tocaba mucho porque también incursionaba en varias áreas de la creación.
Violeta Parra es hoy una figura admirada y respetada, pero no siempre fue así. Él sí se dio cuenta de su valor en esa época.
Siempre ella tuvo su lugar y peso. Que ahora casi la hayan glorificado es otro cuento, pero tuvo su peso como artista. Osvaldo la tomó como lo que era, una persona de mucha creatividad, muy controvertida, de humores cambiantes, pero una tremenda artista que recogía la esencia misma del pueblo chileno. En su obra más académica, la pone prácticamente como el canal a través del cual pasó todo el folclor a lo que luego fue la Nueva Canción. Sin Violeta, eso no hubiese sido como fue.
Usted dice que él nunca abandonó una “disposición de aprendiz”. ¿A qué se refiere?
Él tenía una actitud frente a la vida de no dictar cátedra, sino de tener los ojos y oídos bien abiertos para captar todo lo que estaba alrededor, para siempre seguir aprendiendo e incluyendo eso en lo que hacía. Nunca lo he visto en una actitud de soberbia. Siempre dialogamos sobre muchas cosas cuando conocía a otra gente, siempre estaba con eso absorber cosas nuevas y no echar para afuera cosas preconcebidas.
Para usted, personalmente, ¿cómo ha sido volver a encontrarse con este libro?
Bueno, aunque el tango dice que 20 años no es nada, sí he necesitado un tiempo para volver sobre todo esto, porque es una parte bastante intensa de mi propia vida. Las cosas necesitan su tiempo. Cuando volví, en 2002, quería hacer las cosas de inmediato y me di cuenta de que no se podía y que tampoco yo estaba preparada. Ahora es un momento oportuno y sí lo haremos con todo. Una de mis grandes inquietudes es hacer un archivo, porque hay muchas cosas. Hay una colección de cuentos, hay poesía, está su tesis académica y también un archivo impresionante de cartas en las que estamos empezando a trabajar. Todo eso es material que de alguna forma debe documentarse para que la gente tenga acceso en algún momento.
Suena feo que lo diga yo, pero Osvaldo es un personaje de la Nueva Canción Chilena que sale bastante del esquema, porque -hasta donde sé- es el único que realizó estudios académicos en el área. Tiene de las dos partes: la visión de una persona que participa, que comunica su experiencia personal, sus contactos y amistades, pero también de una persona que hace estudios en torno a eso. Una prueba es que por muchos años intercambió correspondencia con Robert Pring-Mill, un profesor de Oxford, especialista en Pablo Neruda, que también hizo estudios profundizados sobre la Nueva Canción Chilena. Ellos tienen un epistolario muy interesante y es una de las cosas que me gustaría publicar en un futuro no muy lejano.
Hoy es muy difícil encontrar un disco del “Gitano” Rodríguez. ¿Existe la posibilidad de reeditarlos? ¿A quién pertenecen sus derechos?
Es un trabajo que está pendiente. Hubo un proyecto muy lindo de la Warner para reeditar toda la Nueva Canción Chilena y, de hecho, se iba a publicar Tiempo de vivir, el primer disco de Osvaldo en Dicap. Cuando iba a salir, se cortó esa línea dentro de la Warner y nunca pude ni siquiera dar con los CD que se habían fabricado, para que me los entregaran a un precio de producción y distribuirlos yo. Eso fue de mala suerte.
En Alerce, Osvaldo nunca sacó nada fuera de un concierto en el Café del Cerro, que es lo que se consigue en algunas partes. Por desgracia, cuando ese cassette se reeditó como CD, se equivocaron en la producción y está muy lento. Si lo buscas en Youtube, está esa versión que da una imagen lúgubre de Osvaldo, parece como de ultratumba o un Alfredo Zitarrosa resucitado, no es su voz. Ese disco se encuentra en una versión corregida en el sitio web del Gitano, donde está casi como el cassette.
Nosotros tenemos los derechos y uno de los proyectos es reeditar algunas cosas. Lo tenemos todo ordenado, pero ha sido una cuestión de plata. Ojalá que ahora podamos hacerlo.
¿Cree usted que la obra de Osvaldo Rodríguez es valorada en Chile?
Pienso que Chile tiene una herida que no está cicatrizada y hay poca continuidad histórica. Yo soy alemana y allá se hizo un trabajo profundo y largo para dar una lectura a las generaciones posteriores sobre la guerra y lo que pasó. En Chile se calla mucho toda esa historia bastante reciente aún, por eso las heridas deben estar abiertas todavía. Es muy importante, para las generaciones jóvenes, rescatar eso.
Es algo que tiene múltiples factores. En primer lugar, junto con “Payo” Grondona, Osvaldo no se quiso sumar a los movimientos en Santiago, sino que querían hacerlo acá y en Chile la región es penalizada a favor de la metrópolis, todo tiene que pasar en Santiago para que sea importante. Luego, Osvaldo se refugió en la RDA y eso tuvo un devenir muy desgraciado para toda la gente que partió para allá. Por ejemplo, el grupo Aparcoa, que estuvo en Rostock también, se vino abajo. Nunca estuvieron en los grandes escenarios de la solidaridad en Europa, como otras personas, los Inti Illimani, Quilapayún o los hermanos Parra, que estaban en los grandes centros, viajando, radicados en París. Creo que tiene que ver con eso.
Ustedes volvieron a Chile luego de la dictadura, pero no se adaptaron y regresaron a Italia. ¿Qué ocurrió?
Es que escogimos un muy mal momento para volver a Chile. Fue el 93, cuando se estaba instalando el poder político de ahora, ya había vuelto mucha gente y los puestos de trabajo eran limitados y no 25 mil más. Fue una cantidad de cosas que se conjugaron y nos hicieron volver a Italia, porque ahí teníamos una situación. Nos fuimos con la idea de que si cambiaba la situación, si uno de los dos conseguía un contrato de trabajo o algo por el estilo, íbamos a volver a Chile, pero entre medio él se enfermó y murió.