El castellano como un hecho político

La lengua castellana en Puerto Rico es un “hecho político”, ha dicho el presidente de la Comisión Organizadora de VII Congreso de la Lengua, el ensayista puertorriqueño Héctor Feliciano. Sus palabras constatan esos movimientos telúricos que se viven a diario en Puerto Rico, imposibles de medir en grados Richter, pero que tensionan a una sociedad que habita la lengua castellana como una resistencia.

La lengua castellana en Puerto Rico es un “hecho político”, ha dicho el presidente de la Comisión Organizadora de VII Congreso de la Lengua, el ensayista puertorriqueño Héctor Feliciano. Sus palabras constatan esos movimientos telúricos que se viven a diario en Puerto Rico, imposibles de medir en grados Richter, pero que tensionan a una sociedad que habita la lengua castellana como una resistencia.

En Puerto Rico y hasta el viernes 18 de marzo, se está realizando una de las citas más esperadas del mundo hispanohablante. Se trata del VII Congreso de la Lengua, un cónclave que de no haber sido por el terremoto del 27 de febrero de 2010 lo consideraríamos como uno de los hitos culturales más importantes de la década en nuestro país, como lo hace hoy esa isla del Caribe. Solo para recordar, el V Congreso de la Lengua Española se realizaría en Valparaíso y a escasos días de su inauguración el cataclismo hizo que los invitados que ya habían pisado suelo chileno salieran en estampida, hasta donde los medios de transporte en ese momento lo permitían, y los que estaban por venir, suspendieran sus viajes y se quedaran con la sensación de que la Santísima Providencia los había salvado de una grande.

Hablo por la herida. Por esa herida que se llama V Congreso que quedó como un fantasma porque nunca se celebró y los chilenos perdimos la oportunidad que sí tuvieron los habitantes de Zacatecas, en México; los de Valladolid, en España; de Rosario en Argentina; de Cartagena de Indias, en Colombia; de Ciudad de Panamá en Panamá y de los quienes viven en San Juan de Puerto Rico, donde se realiza la presente versión. La historia de aquél V Congreso ha sido contada por algunos escritores como el mexicano Juan Villoro y la de este VII Congreso será narrada por el Premio Nobel de Literatura, el novelista francés Jean-Marie Gustave Le Clezió, por los Reyes de España y por el Premio Cervantes 1999, el escritor chileno Jorge Edwards, algunos de los invitados ilustres a esta convivencia literaria de primer nivel.

Y si bien en Puerto Rico no tiembla como en Chile, hay otro tipo de movimientos subterráneos que se sienten hasta en estas latitudes. Como que Puerto Rico no es un país donde el castellano sea la lengua franca, o al menos no totalmente, porque desde el año 1952, cuando se convirtió en Estado Libre Asociado de los Estados Unidos de Norteamérica, los idiomas oficiales son dos: el castellano, como corresponde a una antigua colonia española y el inglés. Sin embargo, esto es lo que dice la legalidad, porque en la realidad, solo un 20 por ciento de los puertorriqueños se declaran bilingües. Los 2 millones 800 mil habitantes restantes de esta “islita verde”, como llamó el poeta español Juan Ramón Jiménez a Puerto Rico reconocen al castellano como lengua materna y única.

La lengua castellana en Puerto Rico es un “hecho político”, ha dicho el presidente de la Comisión Organizadora de la presente versión del Congreso de la Lengua, el ensayista puertorriqueño Héctor Feliciano. Sus palabras constatan esos movimientos telúricos que se viven a diario en Puerto Rico, imperceptibles e imposibles de medir en grados Richter, pero que tensionan a una sociedad que habita la lengua castellana como un acto de resistencia en suelo estadounidense.

De la misma manera cómo lo vivieron los pueblos originarios en nuestro país hasta unos pocos años, cuando les era prohibido hablar sus lenguas y en las escuelas se castigaba a los niños que conversaran en otro idioma que no fuera el castellano, los puertorriqueños experimentaron el intento de extirpación pero con mejores resultados que mapuches o aymaras en Chile. Allá fueron los profesores los que defendieron a esa invisible república de la Eñe, dictando sus clases en castellano a escondidas de las direcciones de las escuelas que obligaban el inglés. Las situación ha cambiado. En Chile hoy existen escuelas, escasas, pero las hay, donde los alumnos reciben su educación en la lengua de sus antepasados. Incluso, la aprenden allí porque ya ha sido olvidada. En Puerto Rico, en cambio, el bilingüismo permite que ese 80 por ciento de la población se desplace con naturalidad y sin culpas de no hablar el inglés a pesar de que las compras del almacén deban pagarlas con dólares estadounidenses.

Los puertorriqueños son conocidos también por su ritmo y pasión por el baile, cuando no permiten que la música se desperdicie, como dice la escritora de ese país Mayra Santos-Febres y en la pista de baile se les puede ver moviéndose al ritmo…del castellano.





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