Un estudio del Instituto de Investigación Para la Paz Internacional de Estocolmo –- SIPRI por sus siglas en inglés – reveló que el volumen de transferencia de armamento, que incluye su venta, el traspaso y la donación experimentó un aumento del 15% en el último quinquenio – medido entre los años 2011 al 2015 – con relación al lustro anterior.
Aumento que en el periodo estudiado coincide plenamente con la intensificación de campañas militares encaminadas a tensionar, intervenir, invadir o impulsar las agresiones contra países, especialmente en Asia, Norte de África en sus regiones del Magreb, Sahel y el Mashrek, además de Oriente Medio, que son las zonas del mundo donde se encuentran los países que lideran la importación de armas. Para Aude Fleurant, Directora del Programa de Armas y Gasto Militar del SIPRI “en la medida en que los conflictos y las tensiones regionales siguen aumentando, Estados Unidos sigue siendo el principal exportador y proveedor de armas del mundo”. Washington es responsable de la venta del 45% del total mundial y ha vendido o donado armas a 96 países del mundo, creando con ello una dependencia tecnológica y política.
Señala el SIPRIS que 6 de los principales importadores de armas, entre los años 2011-2015 son de Asía y Oceanía – Lugares donde se expresan tensiones entre China y la alianza conformada por Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y Australia. Unido a la crónica inestabilidad entre Washington y sus aliados con Corea del Norte por su programa nuclear y las tensiones por más de medio siglo entre la India y Paquistán. Esos contenciosos se han señalado como las razones más significativas para explicar la carrera armamentista. Esas 6 naciones son por orden de compras: India con el 14% de las importaciones globales de armas, China con un 4,7%, Australia con un 3,6%, Paquistán con un 3,3%, Vietnam con un 2,9% y Corea del Sur con un 2,6%. El caso de la India y su significativa cifra de un 14% de todas las compras que se hacen a nivel mundial expresa el fracaso en la producción propia. En el caso de China se genera un mix entre las capacidades militares con armas importadas y aquellas de fabricación nacional.
Junto al continente asiático y los países mencionados, el SIPRIS ha señalado como la región con mayores compras de armas a la región de Oriente Medio, que tuvo un crecimiento de un 60% en la importación de artefactos bélicos, sean estos blindados, armas ligeras, misiles, aviones, barcos de guerra y una multiplicidad de elementos destinado a mantener en actividad la maquinaria de guerra de países como Arabia Saudita – segundo mayor importador del mundo detrás de India y que en el quinquenio 2011 incremento sus compras en un 275% comparado con la etapa 2006-2010. Las Monarquías de los Emiratos Árabes Unidos y Catar crecieron un 35% y un 279% respectivamente.
Para Pieter Wezeman, Investigador del Programa de Armas y gastos Militares del SIPRI “este aumento se explica por la conformación de una Coalición de Estados que están usando armas avanzadas, principalmente provenientes de Estados Unidos y Europa en Yemen” Esto, a pesar de los bajos precios del petróleo pero que no ha sido impedimento, para que la Monarquía saudí sea el cliente principal de los grandes consorcios de armas, tanto del complejo militar-industrial de Estados Unidos como de Francia, Gran Bretaña y Alemania en forma destacada y que significaron el año 2015 un gasto de 87.186 millones de dólares – el 13,7% de su PIB – y que se proyecta para este año 2016 una cifra de 1o0 mil millones de dólares euros. Esta multimillonaria cifra es superior incluso al presupuesto de la federación Rusa, que el año 2016 destinó 67 mil millones de dólares o Francia y Reino Unido, cada una de los cuales consigna cifras de 55 mil millones de dólares en gastos de defensa.
La descomunal cantidad de dinero que la Monarquía saudí destina a gasto militar permite mantener en activo a un Ejército conformado por 227 mil hombres, de los cuales 100 mil son parte de la Guardia Nacional. Una Monarquía que además de contener en su seno dos de los lugares sagrados del mundo musulmán, tiene en su territorio bases militares y aéreas que la convierten en un portaviones terrestre de las potencias occidentales y con ello la clara provocación a un mundo que sospecha del papel de custodio de estos lugares sagrados. La Casa al Saud se ha dotado de una maquinaria bélica sin parangón en Oriente Medio con 700 tanques pesados – MI Abrams, 800 vehículos blindados ligeros y 1.500 vehículos de transporte blindado, así como helicópteros Apache, Súper Puma, Dauphin, Black Hawks. 350 aviones de combate, donde se incluyen los Northrop F 5, F 15, F 15 E y F15 SE estadounidenses. Los Eurofighter, Tornado y Typhoon de Gran Bretaña. Baterías de misiles antiaéreos Patriot y Hawk de origen estadounidense y las baterías paquistaníes Shahin y Crotale / Shahine.
Todo este gasto, enorme, descomunal e irracional está destinado a tratar de mantener una hegemonía regional que se hunde con la misma rapidez que sus ingresos por la venta del petróleo. Su política regional, destinada a contender contra la República islámica de Irán y su creciente influencia en países como Siria e Irak – donde ha apoyado positivamente a los gobiernos de ambos países a enfrentar la amenaza del terrorismo salafista que es avalado por la Casa Al Saud – Igualmente con El Líbano y Palestina, que a diferencia de la conducta de Arabia saudita que abandonó al pueblo palestino, Teherán ha dado muestras de un apoyo sostenido en el ámbito político y diplomático fundamentalmente pero, con disposición a incrementar ese apoyo en otras áreas, si la necesidad así lo amerita.
Unamos a ello el apoyo a las poblaciones y movimientos chiitas mayoritarios en Yemen y Bahréin, que sufren la represión y agresión de Arabia saudita, empeñada en mantener en el poder a gobiernos corruptos y represores de su población. Parte importante de la compra de armas va encaminada también a sostener a los grupos takfirí como Al Qaeda, Daesh y el Frente al Nusra que ejercen sus acciones de terror tanto en Siria como en Irak pero que también han trasladado sus operaciones a otras latitudes, como es el caso del Magreb y el Sahel africano.
El Despertar islámico asusta a Riad, y el temor suele ser mal consejero. La Casa al Saud teme que las poblaciones de aquellos países como Yemen y Bahréin, no sólo se alcen contra esos gobiernos corruptos, sino que ese alzamiento se extienda más allá de las alambradas, vallas y muros que Arabia Saudita ha construido estérilmente para evitar el influjo del despertar islámico, que seguramente barrerá con una Monarquía absolutista y agresora. Arabia saudita teme al aislamiento, sobre todo en esta época donde su principal riqueza tiende a la baja. La Casa Al Saud teme que se cumplan sus peores pesadillas: que los gobiernos europeos hagan caso a sus sociedades y comience a ejercer presiones para que cesen los crímenes contra la población de Yemen y de Bahréin.
Tal como lo ha exigido el parlamento Europeo que h solicitado un embargo de armas contra Arabia Saudí. Un parlamento que ha solicitado a los gobiernos de Gran Bretaña, Francia y Alemania que cese el suministro de material bélico, que es usado para asesinar a la población civil. La Eurocámara aprobó con 449 votos a favor, 36 en contra y 76 abstenciones el condenar a Riad pues “la intervención liderada por Arabia saudita en Yemen, respaldada por Estados unidos ha conllevado la muerte de un alto número de civiles” y al mismo tiempo condenó el bloqueo naval ejercido contra el país vecino. La agresión saudí iniciada en marzo del año 2015 ha ocasionado la muerte de 8 mil personas y 27 mil heridos, además de la destrucción de la infraestructura básica yemení, signando el hecho – según datos de la ONU – que el 80% de los 25 millones de yemeníes necesitan ayuda humanitaria. Los europarlamentarios instaron al presidente del Parlamento, Martin Schulz, a transmitir esta resolución al Consejo de la UE, a la Comisión Europea, al Servicio Europeo de Acción Exterior, a los Estados comunitarios, al Gobierno del Yemen y a los miembros del Consejo de Cooperación del Golfo y de la Asamblea General de la ONU.
Arabia Saudita no sólo teme que el Despertar Islámico arrase con una familia conformada por 3 mil miembros que ejerce una monarquía absoluta, que aplaste a Príncipes, jeques y un Clan Sudairi que desprecia no sólo a sus vecinos, sino que también a su propia población. Una Monarquía que además de petróleo se ha dedicado a exportar su malsana doctrina wahabita y una ideología de terror y destrucción a través del financiamiento y apoyo de grupos takfirí. Arabia saudita teme que la sociedad del islam se decida a exigir que la custodia de sus lugares sagrados sea ejercida por un país digno. Riad teme que sus aliados no puedan seguir protegiéndole y tenga que asumir una soledad política que termine en un gran Big Crunch. Arabia Saudita teme que sus ingentes gastos militares termine fagocitando su alicaída economía y por ello se ha enfrascado en una profunda reforma fiscal que le traerá enormes tensiones internas.