Recién llegado Patricio Aylwin a La Moneda pocas horas después de recibir la banda presidencial en el Congreso en Valparaíso, se desató una dura represión, como a la que estaba acostumbrado el pueblo chileno desde la dictadura. Gases, carros lanza aguas, palos y patadas fueron el corolario de una jornada que se suponía daba inicio al regreso de la democracia.
Los primeros meses de administración de Aylwin dejaron en claro que continuaría el mismo procedimiento policial, con la disolución al menos aparente de la CNI, que continuó funcionando al alero de la Policía de Investigaciones con el nombre de Brigada Investigadora de Asaltos, y procedimientos que no se alejaban a los aplicados por la dictadura.
Fue el caso de lo ocurrido el 13 de septiembre de 1990 con tres militantes del FPMR que luego de ser detenidos por funcionarios de la Dipolcar de Carabineros, – la sucesora de la Dicomcar que detuvo y degolló en 1985 a tres profesionales comunistas-, fueron llevados a la Tercera Comisaría de Carabineros de Santiago. Ahí aseguran que fueron golpeados reiteradamente y colgados durante tres días, todo con el beneplácito del Ministerio del Interior que encabezaba Enrique Krauss.
Peor suerte fue la que tuvieron 33 personas que en distintas circunstancias y en distintos años fueron asesinadas por efectivos policiales.
Uno de los casos que provocó conmoción pública fue el ocurrido el 21 de octubre de 1993 cuando un grupo de cinco militantes del Movimiento Juvenil Lautaro asaltó una sucursal del Banco O’Higgins. En su fuga tomaron un microbús el que fue interceptado por Carabineros en las esquinas de Manquehue con Apoquindo, quienes iniciaron una balacera que terminó con siete personas muertas, tres de ellos militantes del grupo, otros tres pasajeros del transporte público y un policía. Otras 12 personas quedaron heridas.
Un año antes, el 22 de enero Alex Muñoz Hoffman y Fabián López cayeron en un enfrentamiento contra un centenar de efectivos policiales que los rodearon en una vivienda de la comuna de Ñuñoa durante largas horas que fueron transmitidas en directo por la televisión. Ambos fueron ejecutados por los policías.
Quien es considerado como el primer muerto en democracia es Marco Ariel Antonioletti, un joven de 21 años, militante del Movimiento Juvenil Lautaro, quien el 14 de noviembre de 1990 fue rescatado por un grupo de esa organización en un operativo en donde murieron cuatro gendarmes y un carabinero. Antonioletti fue llevado a una vivienda en Estación Central, donde lo encontró la Policía de Investigaciones un día después de su fuga luego de que el dueño del inmueble, Juan Carvajal –jefe de la Secretaria de Comunicaciones en el primer Gobierno de Michelle Bachelet- diera la información a cercanos que la entregaron a la subsecretaría del Interior que dirigía Belisario Velasco. Antonioletti murió de un disparo en la frente.
El propio Velasco dirigió la organización de la denominada “Oficina”, un aparato que sirvió para comenzar lo que se denominó el trabajo contra la subversión y el terrorismo. Por esa entidad pasaron otros reconocidos militantes de partidos opositores a la dictadura, incluyendo al actual diputado socialista Marcelo Schilling.
El listado de muertos durante el Gobierno de Aylwin es extenso. Comienza con Antonioletti, sigue con Osman Yeomans; Aldo Norambuena; Carlos Salamanca Flores; Emilio González; Luis González Rivera; Odín Muena Adasme; Tiburcio Cid Álvarez; Juan Francisco Fuentes; Mauricio Cancino Garín; Enrique Torres Silva; Mauricio Gómez Lira; Pedro Ortiz Montenegro, entre otros que quedaron como parte de una historia gris de lo ocurrido en Chile.