El crimen tiene quien le escriba


Ferrada está cansado. Es un detective cuyo trabajo lo ha marcado. En su rostro están las huellas de una vida que ha pasado demasiado tiempo en lo más oscuro de las calles de Santiago de Chile siguiendo las pistas del crimen. Recuerda con algo de nostalgia su infancia en Coihayque, esa madrugada en la que sale hacia la Operación zombi, un operativo que su unidad ha planeado durante meses, junto a los Equipos de Reacción Táctica Antinarcóticos. Esa mañana desmantelarían por fin a la poderosa banda que tiene a jóvenes reclutas convertidos en muertos vivos, producto de la dosis diaria de pasta base que les entregan a cambio de que infesten a otros con la mortal adicción.

Ferrada es el protagonista de un breve y eficaz cuento policial titulado El cansancio de Ferrada del autor boliviano Yuri Soria-Galvarro… ¿Cómo es esto de que un boliviano ambiente su relato en Santiago?

La respuesta la tiene Ramón Díaz Etérovic quien no quiere llamarla antología ni canon porque eso se lo deja a los estudiosos o académicos. Prefiere llamarla compilación, porque  lo que ha hecho es seleccionar una serie de cuentos, los que más ha disfrutado como lector, escritos por autores de otras naciones de este continente. Pero no se trata de cualquier tipo de relatos porque lo que más disfruta Ramón Díaz Etérovic es la literatura negra y criminal, y su generoso espíritu latinoamericanista lo impulsa a compartirla de la manera que mejor conoce: a través de un libro. Aunque en ese libro no aparezca él como autor, quien a sus 60 años es reconocido como una de las más importantes figuras del género policial de la lengua castellana actual en estas latitudes. Y parafraseando a García Márquez, haciendo un guiño a uno de los más altos cuentistas de nuestro idioma, le ha puesto por título El crimen tiene quien le escriba. Cuentos negros y policíacos latinoamericanos(LOM).

Para los desentendidos, escuchar el solo nombre de literatura criminal puede llevarlo a figuras clásicas del género como una  Agatha Christie, Allan Poe o Raymond Chandler: Sin embargo en nuestra América Latina hay plumas que no solo han hecho ese camino, sino que se han atrevido a imprimirle el sello de estos territorios, empapándolos de la geografía física y humana de este lado del mundo. Cuando el género negro criminal vive hoy uno de sus mejores momentos en la literatura actual, basta recordar lo que ha sucedido con los nórdicos, autores nacidos muy lejos de los referentes tradicionales del Viejo Mundo decidieron tomar el relevo y contar en clave local lo que acontece por estos lados. Así entonces retratan  la corrupción y la degradación moral, la violencia y el crimen al estilo mexicano, colombiano o chileno. Muchos de ellos, se han convertido en escritores de gran reconocimiento en sus propios países, sin embargo, no logran traspasar las fronteras, aunque sean muy cercanas, con su trabajo escritural. Por eso, al enfrentar la larga lista de nombres que ha seleccionado esta suerte de comisario Ramón Díaz Etérovic, nos encontramos con nombres que dicen muy poco, por la razón de siempre, porque los libros no pueden circular de manera tan fluida como sí lo hace la droga o la corrupción que ellos describen en sus obras.

A diferencia de la literatura policial clásica donde las mujeres europeas tienen un destacado lugar, en América Latina son escasas las que optan por este género. De ahí que en su mayoría los compilados sean hombres que provienen de Argentina, Colombia, Cuba, Uruguay, México, Bolivia, Costa Rica, Nicaragua, Venezuela y Chile, que también son cómplices en este oficio de contar la realidad sin edulcorantes, poniendo el ojo y hundiendo la pluma en las zonas más peligrosas y oscuras de nuestras sociedades, en esos lugares impensados donde se esconde lo peor del alma humana.

Para Ramón Díaz Etérovic, la literatura negra y policial entrega “un gran retrato de nuestro tiempo, capaz de reflejar los conflictos políticos y sociales presentes en distinta comunidades latinoamericanas (…) eficaz forma de retratar y de abordar la relación entre el poder, la criminalidad y la justicia enmarcada por la violencia desarrollada de un modo consciente y sistemático desde el poder político y utilizando las estructuras del Estado” y por esto dice, también que son vistos como sospechosos. Algo que no resulta raro ya cuando los buenos ya no son tan buenos y los malos exhiben y ostentan una crueldad y sofisticación en el arte de matar que pareciera no tener límites. Sin duda que nuestra América está sangrando con el narcotráfico y la violencia en contra de sus habitantes por parte de los capos de la droga y la fuerza del Estado y estos relatos son un cruel recordatorio de cómo van las cosas. Porque aunque sea ficción, sus autores no han tenido que fantasear tanto. “Si uno abre el diario, aparecen seis novelas posibles de una vez”, dice Díaz Etérovic. El esfuerzo está en reunir a estos autores y hacerlos dialogar en un solo libro, donde nuestras realidades se asimilan y conduelen. Esto evidencia el engaño permanente de hacernos creer que de estos saldremos solos y que, desconfiando de los países vecinos, estamos más seguros. Por esto, este libro es explosivo, ya que hace saltar por los aires esa mitología estatal y del poder más allá de él, ya que despabila al lector, mostrándole  esas evidentes semejanzas que muestra el delito aquí y allá, esas redes que todo lo narcotizan con el dinero y que para seguir funcionando en la impunidad necesitan de sociedades ensimismadas e individuos corrompibles.

El crimen tiene quien le escriba no es solo un libro es una advertencia y una salida. Porque así como esta compilación asfixia con su cruel paralelismo con la realidad, donde quienes nos gobiernan al tiempo que hablan de espíritu latinoamericanista arman a sus ejércitos nacionales, inútiles en tiempos de paz, también cuestiona nuestro rol como ciudadanos. Es allí donde radica la posibilidad de entender que mientras más distantes y recelosos nos mantengamos los pueblos latinoamericanos, les estaremos dando mucho material a los autores para la escritura de estos crueles relatos. De nosotros depende de que dejen de ser esa realidad que nos asola y sean solo ficción, horrible, pero ficción al fin, una pesadilla de la que queremos despertar…





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