Los cuestionamientos por el doble trasplante de órganos de Jacinta Zañartu, realizado el sábado pasado en la Clínica Las Condes, han sido múltiples. A las manifestaciones de alegría y solidaridad por el pulmón y corazón recibidos por la joven, se han sumado también muestras de rechazo como consecuencia de la fuerte campaña mediática emprendida por su círculo más cercano, quienes instalaron gigantografías en las calles de la ciudad y reclutaron a deportistas y rostros de televisión.
No obstante, para Anamaría Arriagada, presidenta de la Corporación del Trasplante, lo que le falta a las familias que esperan una donación de órganos no es dinero, influencias ni exposición en los grandes medios de comunicación, sino que donantes: en Chile, de cada millón de habitantes solo siete son donantes efectivos, lo que contrasta con países como España y Croacia, con 35 donantes, y Uruguay, líder en la región con 18 donantes efectivos por cada millón de personas.
En ese sentido, la doctora explica que el corazón y el pulmón finalmente trasplantados hubiesen sido para Jacinta independientemente de si su familia hubiese hecho una campaña mediática o no pues, sin importar los factores externos, fue su crítica condición clínica la que la posicionó como prioridad nacional.
A su juicio, los comentarios que aseveran que las donaciones de órganos terminan favoreciendo solo a quienes tienen dinero son irresponsables, ya que el 75 por ciento del total de trasplantados en Chile pertenece a Fonasa. Además, si por temas de infraestructura una persona de Fonasa necesita ser trasplantada en una clínica privada, los costos siguen siendo cubiertos por el sistema público de salud.
Ante esto, Anamaría Arriagada afirma que las redes sociales debieran explotar su potencial para ayudar a clarificar la información y derribar mitos sobre la donación de órganos, trabajo que no está siendo cumplido a cabalidad por el Ministerio de Salud.
“El Ministerio crea un vacío en la medida que no hace una campaña permanente ni sale a clarificar estas opiniones. Lo que es peor, las familias creen que nadie hace nada, cosa que no es verdad, y se sienten en la obligación de montar campañas con nombre y apellido. Eso es muy complejo para una familia, por el desgaste y la exposición pública que provoca, y también porque las campañas que se montan obviamente tienen un sesgo que tiene que ver con los recursos que esa familia tenga o su posibilidad de llegar a las redes”.
Desigualdad estructural
Si bien la lista de espera de trasplantes se basa en estándares internacionales y es imposible de ser modificada, Constanza Sáez, co-autora de Más allá de la solidaridad: Una radiografía al trasplante y la donación de órganos en Chile, apunta a que el sistema de trasplantes refleja una desigualdad que le trasciende, que es la del acceso a la salud de calidad en Chile.
“Si Jacinta no hubiese tenido la plata para haberse tratado todos estos años antes de realmente necesitar un trasplante, quizás hubiese muerto antes de recibirlo. Porque, claro, hay una inversión de los padres en salud y sabemos que la salud en Chile es desigual, que una persona que tiene mayor acceso va a tener todos los privilegios y, en cambio, una persona pobre puede morirse esperando. En ese sentido, claro que pesa lo socioeconómico, porque tenemos un sistema de salud en el que quien tiene plata va a gozar de una mejor calidad de vida y eso no puede ser posible”.
En ese sentido, la periodista de la Universidad de Chile coincide con el diagnóstico de Luis Larraín, presidente de Fundación Iguales trasplantado de riñón quien, en un mensaje en su cuenta de Facebook, enfatiza en que no existe privilegio de ningún tipo en la distribución de órganos en Chile, pero que si Jacinta hubiese tenido una peor situación económica, su situación sería muy distinta.
“Creo que las personas de clase alta sí tienen mayor probabilidad de llegar a trasplantarse, no porque el sistema de asignación de órganos las favorezca, sino porque tienen mayor probabilidad de llegar relativamente sanas a un trasplante producto de su mejor calidad de vida. Afortunadamente, Jacinta tiene la oportunidad de tratarse con los mejores especialistas, en el menor tiempo, con la mejor infraestructura y los mejores tratamientos. ¿Ustedes creen que habría llegado viva a los 17 si no hubiera nacido en una familia que la hubiera llevado dos veces al año a Estados Unidos a someterse a un tratamiento recientemente descubierto? Evidentemente que no. Qué bueno que haya podido tener esa oportunidad, pero lamentablemente la mayoría de las personas no la tiene”.
El rol de la prensa
Ante esta desigualdad estructural que se refleja también en el acceso a la salud, Constanza Sáez califica de contraproducente el tratamiento que los medios de comunicación dan a las campañas de donación de órganos enfocadas en personas particulares, ya que siembran la idea de que solo quienes tienen mayores recursos económicos terminan recibiendo los órganos, situación que está lejos de ser cierta.
“El canal, el diario o la radio expone el caso de Jacinta y no explica más allá, cómo se hace una lista de espera, cómo funcionan los centros de trasplante, no explica que el 75 por ciento de los trasplantados es parte de Fonasa, no explica nada de lo que uno pudiese aferrarse para afirmar que los pobres también tenemos la posibilidad de trasplantarnos, sino que todo es hacia la compasión, hacia la solidaridad”.
A su juicio, las campañas de donación actuales que apelan a la solidaridad no son suficientes, sino que se necesitan políticas públicas sólidas teniendo en cuenta que sólo el dos por ciento del total de los decesos cumple con las condiciones para convertirse en donante de órganos, por lo que todos tenemos más posibilidades de necesitar un trasplante que de donar.
Mientras Jacinta Zañartu continúa dando muestras de mejoría, otros mil 800 chilenos esperan por un trasplante de órganos, entre ellos Monserrat Sarmiento, de 7 años, quien necesita con urgencia un corazón, y Renato Parra, de 60 años, quien lleva tres meses como prioridad nacional para un trasplante de pulmón.