Benito Baranda: “La política de vivienda ha destruido la vida comunitaria en Chile“

En el quinto piso de un edificio frente al Parque Bustamante reina el silencio. Aunque la decoración es alegre y colorida, el ambiente es de calma absoluta. Son las 8:00 horas cuando una mujer que hace el aseo atraviesa el pasillo principal y señala una oficina ubicada al fondo. Allí se encuentra Benito Baranda, presidente ejecutivo de la Fundación América Solidaria, figura pública del Hogar de Cristo durante 20 años y reconocido promotor de causas sociales.

En el quinto piso de un edificio frente al Parque Bustamante reina el silencio. Aunque la decoración es alegre y colorida, el ambiente es de calma absoluta. Son las 8:00 horas cuando una mujer que hace el aseo atraviesa el pasillo principal y señala una oficina ubicada al fondo. Allí se encuentra Benito Baranda, presidente ejecutivo de la Fundación América Solidaria, figura pública del Hogar de Cristo durante 20 años y reconocido promotor de causas sociales.

Mucho antes que su equipo, Baranda revisa documentos en la oficina que comparten profesionales, estudiantes en práctica y voluntarios que son parte de esta Organización No Gubernamental (ONG) Internacional que busca construir redes de cooperación entre las naciones americanas para fortalecer proyectos locales con profesionales voluntarios en la superación de la pobreza y exclusión.

Baranda, que habla con la seguridad de quien conoce las cifras y cita a filósofos como Zygmunt Bauman, ha recorrido todo el país y buena parte del mundo conociendo a las poblaciones más vulnerables y menos privilegiadas. Psicólogo de profesión, posee el carisma necesario para ser confundido por sacerdote y propuesto como candidato político. Él prefiere no perder su Norte: “Se dice que uno no puede decir ‘de esta agua no beberé’, pero no tengo habilidades para eso”, dice con humildad.

En entrevista con diario Universidad de Chile, Benito Baranda revisa las cicatrices heredadas de la Dictadura, las políticas de vivienda, el rol del Estado y los nuevos escenarios sociales ante el desafío cultural que significa el aumento de la migración.

¿Cuál es la deuda más grande que tiene el Estado de Chile con la gente que vive bajo la línea de la pobreza?

La deuda más grande es el reconocimiento de la dignidad de las personas que viven en pobreza. No es algo nuevo. Principalmente en el siglo XX esta discusión es muy fuerte y quizás en el XIX no hubo una discusión tan profunda desde el mundo político intelectual en torno a esto, pero tuvimos episodios tristes antes: cómo fueron tratados nuestros pueblos originarios. Darwin describió el trato que le dábamos nosotros en Chile a las personas en situación de pobreza en el campo. Esa historia de atropellos de la dignidad humana, principalmente hacia las personas en situación de pobreza, más vulnerables o que tienen menos poder dentro de la sociedad, ha sido desde todos los ámbitos.

¿En qué sentido los poderes fácticos han contribuido en esa negación de la dignidad?

Ha sido tanto desde el Estado, la prensa, el mundo del poder económico, como también desde la sociedad civil. Yo creo que hemos tenido bastantes tensiones que nos han costado mucho resolver, inclusive ahora que estamos discutiendo mucho los derechos de las personas ,hay quienes ya tienen el privilegio de hacer uso de esos derechos y les cuesta mucho que otros puedan acceder a ellos, como en vivienda, salud, pensiones y salarios. Se buscan una serie de argumentos, de poco peso en realidad, porque no están vinculados a la dignidad de la persona. Por ejemplo, en el mundo laboral se aceptaba el trabajo infantil porque era muy importante para el ingreso de la familia y los que lo toleraban y aceptaban, presionaban para que no se regulara ni se prohibiera ese trabajo para que los niños puedan acceder a la educación. Esas personas estaban asociadas, principalmente, al poder económico y consideraban que si los niños salían del mundo laboral iba a encarecer el trabajo. Argumentos como esos hubieran llevado inclusive a que nunca se aboliera la esclavitud, porque era contraria a la economía. Esa dignidad nos ha costado mucho reconocerla.

Estudios realizados por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), a la que Chile pertenece, han puesto en evidencia la segregación social en las escuelas chilenas y, por lo tanto, el protagonizar uno de los sistemas educativos más clasistas del mundo

Claro, lo que pasa es que no queremos vivir al lado de las personas en situación de pobreza, no queremos que accedan a los mismos estándares de salud que tenemos el resto y nos cuesta mucho tener una repartición de los salarios más o menos equitativa. Las personas buscan un argumento que termina siendo tan falaz porque lo quieren asociar a la productividad. Sí, es verdad, puede estar asociado a la productividad, pero si yo tengo una pésima distribución dentro de la empresa, eso no está asociado a la productividad, está asociado a la justicia. Yo no compenso a las personas de acuerdo al éxito que puedo tener con un negocio o una actividad y eso no puede quedar en manos del mercado, es parte de la ética de las personas, es parte de las decisiones que tomamos al ponernos en el lugar del otro y decir cómo me gustaría a mí ser tratado si yo estuviera en el lugar de mis trabajadores, de uno de los empleados.

Se suele culpar a los pobres por sus desgracias. Se les acusa de flojos

Esto es una historia larga en Chile. Si uno ve las encuestas, la CEP del año pasado, todavía el 41 por ciento de las personas sigue asociando pobreza con flojera. Y en el estudio del Instituto Nacional de Derechos Humanos el 57 por ciento lo asocia a la falta de esfuerzo. Y la verdad es que la flojera se distribuye por igual en todos los estratos sociales.

Sin embargo, si uno constata la cantidad de horas trabajadas, el esfuerzo desplegado por las personas bajo la línea de la pobreza, bueno se va a llevar la gran sorpresa de que el pobre trabaja mucho más horas, hace mucho más esfuerzo físico también. Hombres y mujeres que viven en pobreza tienen mayor carga y desde el punto de vista de la salud, tienen una salud bastante más deteriorada que el resto de la sociedad. Ellos viven casi 20 años menos que el resto de las personas de la sociedad.

El creador de las AFP, José Piñera, dijo que en el caso de los jubilados sus pensiones dependen del esfuerzo que hicieron en su vida

Eso pasa cuando se vive en una burbuja. El uso que él hace de las cifras es un uso muy abusivo, porque siendo un gran profesional, que ha estudiado mucho, sabe que las cifras se pueden mirar desde muchos lados y que hay que mirarlas siempre desde el lado más justo. Las mismas cifras que da son cifras manejadas mañosamente porque en el fondo el gran problema no es el promedio de las pensiones, sino la mediana y ellas nos indican que son muy bajas, impiden vivir con dignidad. Entonces cuando uno tiene esa dificultad de ponerse en el lugar de los demás, cuando no ha sido educado para la empatía frente a los otros, uno por supuesto comienza a vivir en un mundo muy pequeñito. Si no anda en la micro, si no anda en el metro, si no conoce las poblaciones, si no conoce lo que ocurre en el resto del país.

Parece que vivimos en un ambiente de desconfianza constante…

Los altos sentimientos de inequidad llevan a las personas a tener mucha amargura y a sentí que los otros abusan de uno y eso ocurre no sólo en un estrato social, sino en todos. Si no nos revisamos con esa mirada, nos va a costar ser honestos con nosotros mismos y decir lo que debemos modificar. Por ejemplo, yo siempre he dicho que nos cuesta mucho decir la verdad delante de las personas, conversar sanamente para tratar de construir, en todos los estratos sociales. Una persona que no da la boleta, una persona que hace un uso abusivo de una ley para beneficiarse, que no paga las imposiciones a sus trabajadores, etcétera.

La crisis que hemos tenido de confianza, como lo demostró la encuesta de la UDP el año pasado, el 2015, es tremenda. Nos falta todavía mucho compromiso para poder modificar la desigualdad que todavía vivimos en el país, esa falta de compromiso se debe a esa alta concentración en uno mismo y la poca concentración en los demás. Ahí está el gran núcleo de esta crisis ética.

Una persona que asciende tiende a olvidarse de los otros, a concentrar mucho su preocupación en lo suyo y comienza a sentir que los otros le sacan recursos, que el Estado le saca impuestos y se le olvida que él gracias a los impuestos estudió, que gracias a los impuestos obtuvo vivienda, que gracias a los impuestos anda en la calle, camina, tiene alcantarillado, que gracias a los impuestos se ha construido el país.

¿Cree que como país atravesamos una crisis ética?

Hace mucho tiempo que vivimos con la crisis y la crisis se acentuó fuertemente cuando se exacerbó el tener por sobre el ser, el hacer y el estar. De esa manera se desequilibra el desarrollo humano y social. Las personas pasan a segundo plano, pasan a ser parte de una instrumentalización para acumular bienes y se olvidan de la dignidad de esas personas, también de tu familia y de quienes te rodean. Entonces, puedo obtener esos recursos evadiendo impuestos, abusando del Estado, abusando de otros, traficando drogas, cometiendo delitos. Esa no ética se vincula a que tú olvidaste que estás acá para construir un colectivo y no para construir tu propio bienestar material.

La obsesión por el tener hoy es transversal. En las poblaciones en la época de la Dictadura había grandes alianzas entre las comunidades, los pasajes y la ciudadanía para poder enfrentar los problemas que tenían en ese tiempo: donde había harto desempleo. Se enfrentaba en conjunto el cuidado de los hijos, la alimentación en común, los consultorios populares. Todo eso desaparece en grandes sectores con el retorno de la democracia. Vemos que las mismas poblaciones se ven invadidas de un individualismo muy alto, donde las personas participan menos de los deportes, de las actividades culturales, de las actividades religiosas, de cómo ellos conforman su propia vida comunitaria.

¿Cómo contribuyen en esa ruptura del tejido social temas como el acceso a la vivienda?

Cuando ves el trajín en la política de vivienda de los últimos años, te das cuenta que se desvincularon los premios que habían desde el Ministerio para los proyectos colectivos. No sólo eso, en el Gobierno pasado desvincularon los proyectos de los subsidios y se entregaron sin haber proyectos. Imagínate lo insólito que es. ¡Lo dejaron en manos del mercado! Su concepción fue totalmente individualista. Que cada persona resuelva su problema, que cada uno decida dónde vivir, lo que obviamente es ficticio porque los que decidimos somos muy pocos, pues depende mucho de la situación socio económica.

A través de políticas destruyeron la vida comunitaria. Creo que la política de vivienda ha sido la que más ha destruido vida comunitaria en Chile. Trataron de resolver un problema que era y sigue siendo, el de los campamentos, pero lo que hicieron fue romper esa dinámica de los campamentos y quebraron los vínculos sociales en los barrios y comunas.

Y en ese sentido ¿Qué opinión le merecen proyectos como Ukamau en Estación Central o el que lideró el arquitecto Fernando Castillo Velasco en los años 60 en La Reina?

Cuando tú tomas conciencia que te están violentando, que no puedes hacer de eso un derecho que debiese estar asegurado como en el caso de la educación y salud, yo creo que uno puede repetir lo que decía el Padre Hurtado: No queda otro camino que unirse a otros que están viviendo lo mismo y poder hacer un grupo de personas que ejerza presión y que logre acompañar la modificación de una política.

Ellos llevan mucho tiempo con ese proyecto y uno debería decir: “Pucha, es un gran proyecto, aplaudido por la comunidad”. Hay personas que van a vivir en ese lugar con confianza, pues se conocen, han logrado formar redes comunitarias y van a tener una buena vida.

¿Y cómo ha visto la integración de la nueva población migrante en estos sectores?

Como ha ocurrido muchas veces, la construcción de la historia desde arriba termina por ignorar que los grandes procesos históricos se escriben desde abajo. Y la ciudadanía de sectores populares nos va a demostrar que es posible la inclusión social. Cada vez hay más matrimonios mixtos, la estructura escolar también va a incluir y los estudiantes chilenos van a entender que su mundo es muchísimo más amplio que solo Chile y van a entender que los otros también tienen los mismos derechos y que son ciudadanos como nosotros y no son apátridas. En momento de crisis, como ahora, se buscan chivos expiatorios para tratar de endosarle a alguien la crisis, pero no olvidemos que la mayoría de estas personas vino a tomar actividades laborales que ya no tomábamos los chilenos y que se requerían.

Una vez más el Estado queda en deuda…

Ahora que el Gobierno se cortó a cuatro años, nuevamente va a llegar tarde. Por vía administrativa el Estado ha tenido que resolver un problema que debía resolverse por vía legal. La ley lleva mucho tiempo en discusión, desde la década de los años 70, cuando se hablaba de un país que no recibía esta cantidad de inmigrantes. Es insólito que no se haya modificado. Lo mismo pasó con la política de vivienda, con la de educación, con la Constitución, con la reforma laboral o la reforma tributaria.

Hoy tenemos una ley migratoria que es una vergüenza. Una de las vergüenzas más grandes de Latinoamérica como ley migratoria. Países comparables con Chile a nivel de desarrollo, como Costa Rica, en esto nos dan una gran lección, pues tiene como un 10 por ciento más de inmigrantes , pese a todas las tensiones que puede tener Centroamérica ha logrado llevarlo adelante bastante bien. Yo creo que es parte de esta cultura de no querer aceptar a los otros ni vincularnos.

Además de la ausencia de una ley migratoria coherente con la realidad actual está el factor de la xenofobia

Claro, se les dice ilegales. Quién es ilegal. Tú puedes no tener papeles pero eso no te da la categoría de ilegal. Cuántos inmigrantes llegaron a Chile sin papeles y estuvieron así por muchos años. Lo que tenemos que decir es cómo les ayudamos a esas personas a regularizar sus papeles si ya están trabajando, ya están instalados, y no decir que son ilegales. Entraron de manera legal, se quedaron trabajando, buscaron la manera de quedarse porque venían de situaciones de mucha irregularidad, de mucho dolor y tenemos que trabajar para que se queden con todos los papeles al día en nuestro país.

Uno de los ejes principales de América Solidaria es del tema de la educación ¿Cuál es su evaluación de la reforma educacional?

En 1990 un 24 por ciento de los niños accedía a educación pre escolar y hoy ya llegamos al 50 por ciento y lo más probable es que en la encuesta Casen que viene ahora ya nos acerquemos al 60 por ciento. Estos niños ya van a ser distintos cuando entren a la básica. Preparémonos, porque viene una presión muy fuerte por una calidad de educación que la van a exigir los mismos.

Viene ahora el desafío de la educación básica y media con un trabajo con los profesores. Hay profesores en sectores de pobreza que no ganan el salario real que ganaban los profesores en 1970, entonces nos queda mucho por avanzar. A partir de los 70 en adelante se genera un abismo tremendo entre dos profesiones que son extremadamente importantes para la sociedad, para los servicios públicos, como son la salud y la educación. Entonces creo que esta segunda parte de la reforma, tomando en cuenta lo escolar, que es la básica y media, tiene una cantidad de variantes impresionantes y debemos verlas para ver si ha sido suficiente o debemos hacer nuevas modificaciones. La otra parte, que es la gratuidad, se va a demorar, es una buena discusión, sobre todo ahora que se acerca el periodo de elecciones presidenciales para que se tomen definiciones. Me parece correcto que los estudiantes estén solicitando que se revise más profundamente.





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