El recién pasado lunes 26 fue un día histórico. En esa jornada, las cámaras del mundo estaban concentradas en registrar el momento en que el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y máximo líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Rodrigo Londoño, alias Timochenko, estrecharon sus manos. Esa firma, era la consolidación del acuerdo final que sus equipos negociadores habían alcanzado en La Habana, hace poco más de un mes. Fueron 4 años de negociaciones en los que el proceso transitó entre las desconfianzas, el escepticismo, la esperanza y, finalmente, la convicción.
La ceremonia, en la que todos vestían de blanco, incluyendo a la delegación de presidentes que asistieron a la cita, estuvo llena de simbolismos: El acuerdo se firmó con un “balígrafo”, un lápiz hecho con una bala, y el presidente Santos le regaló a Timochenko la paloma de la paz que llevó por años en su solapa. Ambos, enemigos históricos, tuvieron gestos de humildad y reconciliación.
Pero este paso histórico no terminó allí, pues este domingo 2 de octubre se realizará un plebiscito para conocer si los ciudadanos colombianos aprueban o no el texto. Un paso fundamental, aun cuando la consulta popular no es vinculante.
La comunidad colombiana en Chile, una de la más grandes de Latinoamérica en el país, ha vivido de cerca el proceso. Algunos, son víctimas directas de la situación de violencia constante en Colombia durante más de 50 años. Otro, son también víctimas de los mal llamados “efectos colaterales” que han provocado en la sociedad colombiana la guerrilla, el narcotráfico y la inestabilidad política.
“En Chile hay tres puestos de votación. Uno, que corresponde a la embajada. Otro, al consulado general de Colombia en Santiago de Chile y el último que es el Consulado General de Colombia en Antofagasta, para un total de 14 mesas. 2 mesas que están dispuestas en el consulado en Antofagasta, 5 para la embajada y 7 para el consulado en Santiago”, dice Jhon William Gómez, Cónsul de Primera y encargado de funciones consulares en Santiago de Chile.
Según la Información oficial del Departamento de Extranjería y Migración (DEM), en Chile hay aproximadamente unos 56 mil colombianos titulares de visa, ya sea visa definitiva, temporaria o sujeta a contrato. De esas personas, hay 6 mil que están habilitadas para votar, que corresponde a los colombianos que están inscritos desde la última votación presidencial de 2014. El consulado realizó una convocatoria para que los ciudadanos participaran también como jurados.
“En Colombia las personas encargadas de llevar a cabo las votaciones en cada una de las mesas se llaman jurado. Estas personas se designan en los consulados a través de una convocatoria pública. Nosotros hicimos una convocatoria a través de la página web y de las redes sociales para que los colombianos que estuvieran interesados se postularan para ser jurados de mesa. Cada mesa debe contar con cuatro jurados, 2 principales y dos suplentes. Se presentaron 125 personas y se hizo un sorteo público y se eligieron a los 48 que corresponden a las 12 mesas que están dispuestas en Santiago de Chile”, explica Gómez.
Pero esta mañana en el Consulado de Colombia en Santiago, entre los presentes reina la duda. Muchos no quieren hablar sobre el tema. Otros, aseguran no estar informados. Aquellos que tienen una opinión, se inclinan por el escepticismo.
Ángela es una colombiana que vive en Ovalle, pero se encuentra en Santiago realizando trámites administrativos. Ella se inclina por el No pues considera que “ellos (la guerrilla) tienen que pagar lo que hicieron. Ellos tienen tierras, tienen cultivos de drogas, ellos tienen dinero”. Ángela cree que es tarea de las FARC dar un finiquito a los 2 mil guerrilleros. No comparte la idea de que se les pague con dineros provenientes de los impuestos de los colombianos, como tampoco que no paguen con cárcel. “Para que haya justicia, tienen que pagar”, dice Ángela.
Otro de sus compatriotas, José Antonio, un ex soldado profesional originario de Cali, dice estar indignado de ver a Timochenko en el mismo escenario que los mandatarios de otros países. “Lo buscamos por años y ahora aparece ahí, como estrella”, dice molesto.
”Para mí como para muchos colombianos eso es una gran mentira. Están tapando el sol con un dedo porque en realidad la guerrilla nunca va acabar, porque para ellos es muy importante el narcotráfico y si ellos acaban con eso, acaban con sus finanzas. Creo que están jugando con el país”, dice José Antonio.
Por el Sí
Es miércoles por la noche en la comuna de Recoleta y un grupo de colombianos se reúne en una sede vecinal. Cada 8 días se dan cita dispuestos a informarse, discutir y difundir el proceso de paz. Dispuestos a votar y darle una oportunidad a esa paz que no conocen.
“Bueno la iniciativa nace de un grupo de colombianos estudiantes y profesionales que hemos estado en tónica con lo que está sucediendo en nuestro país, en ese tema especial de los acuerdos de paz. Nuestro país tiene la facultad de votar en el exterior, en los consulados, y pues dijimos que mucho de los colombianos que están acá tienen derecho no sólo a estar informados, sino a ser partícipes de esta gran campaña que está impulsando el país por impulsar un plebiscito para terminar con el conflicto armado colombiano”, explica Julián Florez, estudiante de maestría en la Universidad Alberto Hurtado, originario de Pereira y uno de los organizadores de esta iniciativa.
En este círculo de discusión también participan algunos que se mostraron dubitativos en un comienzo, pues el dolor y la experiencia les enseñó a mirar con cautela cualquier gesto que viniera del enemigo. Bran Montiel lo vivió en carne propia, pues su familia tuvo que migrar del campo a la ciudad en los años de violencia.
“Eso tiene una carga histórica que uno la aprende y la reproduce. Pero eso cansa un poco. No es tan sencillo seguir diciendo ‘bueno, sigamos en el conflicto’, sigamos jugando a la compra y venta de los bienes y servicios para la guerra y olvidémonos de que hay otras posibilidades, como la re educación, como la transformación, la creación de nuevas instituciones, la participación política de nuevos actores”, dice Montiel.
Miguel, estudiante de Antropología Social en la Academia de Humanismo Cristiano refuerza esta idea apuntando a la necesidad de avanzar como sociedad. “Necesitamos dar un paso. Tenemos que crecer como sociedad, dejar de matarnos en una lucha fratricida. Debemos dar ese paso, perdonarnos y empezar a darle vida de nuevo al campo, tener la posibilidad de estudiar, de que no nos maten por decir la palabra equivocada o por tener pensamiento crítico, que nos encierren”, dice Miguel, quien ya lleva 6 años residiendo en Chile.
El estudiante de Antropología Social cree que una de las razones para votar por el Sí, es también por el respeto a las víctimas de la violencia, “por los más de 250 mil desaparecidos, asesinados. Por los 5 mil muchachos desaparecidos en los falsos positivos, por los 9 mil 500 presos políticos que tenemos. Ya es necesario que como sociedad cerremos eso y comencemos a escribir una nueva Colombia”.
Pero el dilema entre el Sí a la paz y el No que rechaza el acuerdo se ha transformado también en la bandera de lucha de legitimación entre lo que los mismos colombianos definen como las distintas derechas que se disputan el poder. Liderada por el ex presidente, Álvaro Uribe, a la opción del No se han unido diversas organizaciones y sectores conservadores del país.
“Me causa mucha curiosidad ahorita con ese tema del plebiscito del Sí o por el No a la paz, que la gran mayoría de las iglesias cristianas en Colombia están optando por decir No a un proceso tan importante. Hemos llevado más de 50 años en guerra, con violencia, con víctimas y que en ese momento estén excusándose y diciendo que no es necesario firmar un tratado de paz, cuando sabemos todos que uno de los valores cristianos que normalmente nosotros estamos aplicando es la defensa de la vida y es el perdón, que es un tema netamente cristiano. Es importante que seamos coherentes entre lo que decimos, entre lo que predicamos y lo que hacemos”, dice Carol Daniela, una caleña cristiana que observa con preocupación y sorpresa la reacción de su comunidad.
Pero entre todas las voces reunidas esta tarde, como en toda sociedad, hay también diversidad. Una característica que ha sido más bien reprimida en medio siglo de extremismos, paramilitarismo y represión política. Quienes van por el Sí, como Sara López, contadora que vive hace 4 años en Chile, apuestan a lo desconocido, un camino difícil, pero que promete la reunificación de un pueblo y la posibilidad de reconstruir un país más justo.
“Ahora he participado en este proceso, siempre me ha gustado el tema de la participación social, y aunque esté lejos de Colombia tengo la responsabilidad como ciudadana colombiana de seguir participando de los procesos que afectan al país y creo que en mis 27 años de vida este ha sido el proceso más importante. No es una elección normal, es una decisión que viene a futuro, no es por una persona sino por un hecho”, dice López.
“Me involucré en este grupo precisamente por eso. Trabajamos con todos los chicos para reunirnos como colombianos en el exterior y encontrar una manera nosotros mismos de entender el acuerdo de saber por qué Sí. Más allá del corazón, es también un tema de razón”, puntualiza Sara López.