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Irene Bergman, la última de una dinastía

Columna de opinión por André Jouffé
Lunes 10 de octubre 2016 17:41 hrs.


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A mediados de la semana pasada falleció Irene Bergman. La bróker tenía 101 años de edad y mantuvo su apellido paterno pues fue soltera durante toda su existencia.

Vivía en forma simple en un hermoso departamento en el East Side de Manhattan, legado de su madre fallecida a los 104.

Con los días, he sabido que la prima de mi madre era un personaje del libro de Guinness. Vicepresidente senior de su empresa, manejó en un momento inversiones por un billón de dólares. En su vida solo asumió una equivocación: no haber invertido en su oportunidad en Apple.

Cabalgaba semanalmente hasta los 85 años, lo cual asume, la mantuvo joven; siempre hubo un perro a su lado. Pese a su situación, tuvo asesoras del hogar por horas al día y solamente en los últimos dos años, una persona como enfermera. Comenzó a perder parte de su visión hace poco, pero la memoria se mantenía brillante.

Como era Irene, la tía que estaba en EE.UU. muy ocupada tanto de sus labores en la bolsa como de su madre Charlotte, nunca aquilaté su real importancia y de cómo constituía un personaje de Wall Street. Por lo tanto, me llevé tamaña sorpresa al leer sobre su fallecimiento en el New York Times, en Bloomberg y todos los medios financieros. También me sorprendí cuando supe que de firma de abogados trataban de localizarme, hasta que dieron conmigo quizás para comunicarme el deceso.

Reproduzco unas referencias, ésta se remonta a solo un año:

“Irene Bergman es conocida por haber pasado más años que nadie trabajando de manera activa en Wall Street. Sin duda, es un espejo en el que se miran muchos de los ejecutivos del distrito financiero de Nueva York. A sus 100 años, la bróker sigue colaborando como asesora de inversiones en la compañía Stralem & Co. donde es, además, vicepresidenta Senior.

En un mundo dominado por los hombres de mediana edad y donde la generación de los millennials pisan con fuerza, Bergman es un valor atípico en el que su edad y experiencia son sus mayores activos.

Irene Bergman puede presumir de haber vivido y sobrevivido varios ciclos económicos y burbujas en los mercados y de haber salido victoriosa de ellos. En su longeva carrera no ha perdido un solo cliente. “Su cautela se ha traducido en clientes fieles”, comenta Philippe Labaune, jefe de operaciones de Stralem & Co.

Desde que era una niña tenía claro a lo que quería dedicarse. Su referente, su padre, un banquero alemán que llegó a ser vicepresidente de la Bolsa de Berlín.  La familia de Bergman tuvo que emigrar a Estados Unidos huyendo de la persecución nazi y en 1942 Bergman empezó a trabajar como secretaria en un banco. Quince años después se incorporaba a Hallgarten Co., una firma de la Bolsa de Nueva York y una de las asociaciones privadas que entonces componían Wall Street.

“Las mujeres en Wall Street no eran muy populares”, dice en una entrevista a Bloomberg. De hecho, recuerda que hasta que no llegó a Starlem & Co. en 1973 no sintió que la trataran igual que a los hombres.

A pesar de que esta veterana de las finanzas dejara de ir hace dos años a la oficina de la compañía, sigue gestionando desde su casa de Nueva York casi 200 millones de dólares en activos.  Dice que llama personalmente a sus clientes, que son no solo particulares sino también instituciones.

Bergman, que atribuye su longevidad a unos buenos genes y a una gran condición física lograda por la práctica de equitación hasta los 80 años, fue homenajeada en su 100 cumpleaños por Wall Street. Fue invitada a tocar la campana en la Bolsa de Nueva York, convirtiéndose en una de las personas más ancianas en abrir o cerrar la jornada en los 198 años de historia de la Bolsa estadounidense. “Es un momento muy importante para mí”, decía ese día la veterana de Wall Street. “Mi padre seguro que se sentiría muy feliz y orgulloso de mí”.

Los consejos de Bergman

La centenaria revela los secretos de su éxito en la misma entrevista. Bergman da consejos a los nuevos brókers para mantener una larga carrera en Wall Street. El más importante es “no hacer nada estúpido”, dice. Para ella los ejecutivos obsesionados con obtener beneficios de manera rápida van por mal camino. “En este negocio hay que conseguir la confianza de los clientes”. “La mejor estrategia es esperar al menos tres años, o incluso más, antes de evaluar la cartera. Se necesita ese tiempo para saber si está haciendo un buen trabajo”, explica Bergman, quien cree que un punto positivo para el inversor de hoy es la posibilidad de vender grandes bloques de acciones de forma rápida. “Hace años mi compañía hubiera necesitado semanas para ejecutar una orden grande. Ahora se tarda horas o días”, comenta la veterana corredora de Bolsa.

“La clave está en no tener miedo a cambiar de opinión si una investigación a fondo recomienda un cambio de cartera o de inversiones”. “Cuanto más tiempo estás en el negocio, más pesimista te vuelves”, afirma Bergman, quien considera que en estos momentos la Bolsa está demasiado cara y opina que la manera de hacer negocios ahora ha cambiado mucho y que es más competitiva que cuando comenzó y que uno puede encontrar “muchas puñaladas por la espalda”.

Mirando con perspectiva su larga carrera, Bergman tan solo se arrepiente de una cosa en todos estos años: dejó escapar la inversión de Apple. “Me perdí totalmente Apple, fue demasiado para mí”, afirma. Por eso aconseja: “escoja y haga sus propias decisiones, así nunca podrá culpar a nadie más por el devenir de su trayectoria profesional”.

Los diarios en Estados Unidos titularon: Irene Bergman, Longest-Working Woman on Wall Street, Dies at 101

Ella era mi tía. Mis abuelos intentaron conseguir visa para EE.UU. pero pese a los esfuerzos de mi tío abuelo Paul Bergman, ya no hubo caso y remataron en Chile.

Muchos me preguntan si con este fallecimiento volveré a ser un hombre con cierta fortuna, respondo, pese a ser el único sobreviviente de esa rama de la familia, Irene testamentó a favor de la beneficencia. Además del parentesco, nos separaban ideas; Irene personificaba el capitalismo en esencia, creía en él como sistema único para el mundo. Por tal motivo, compartimos las escasas ocasiones en Estados Unidos y una vez en Suiza, como familia y nada más.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.