Mientras en Chile, empresarios y sectores políticos ven como una amenaza las posibles presiones para aumentar el gasto estatal en un entorno de baja actividad económica, y de alto endeudamiento y déficit fiscal, un número creciente de inversionistas y autoridades en el mundo están abogando por un aumento del gasto fiscal en los países desarrollados, ante la impotencia de los bancos centrales para reactivar la economía global a través de las políticas monetarias.
Inversionistas que en el pasado vieron el despilfarro de los gobiernos como una “sentencia de muerte” para los bonos soberanos y a inicios de la presente década vendían los bonos del Tesoro de EEUU y de Gran Bretaña, declarando que aquellos descansaban sobre una “cama de TNT”, hoy están instando a los Gobiernos a que “se lleven las manos a los bolsillos”.
Y llaman a darle mayor protagonismo a la inversión fiscal y los impuestos, por sobre la política monetaria, para reactivar la economía, dijo el Wall Street Journal (WSJ). En medio de uno de los períodos de ralentización económica más largos de las últimas décadas, producto del estallido de las diversas burbujas generadas por el crédito fácil y el apalancamiento desbocado de la banca, las políticas monetarias se muestran agotadas, junto al temor de seguir endeudando a los Estados y particulares, especialmente en áreas como Japón y Europa, donde ni siquiera el experimento de tasas de interés negativas ha dado resultados.
Pero según WSJ, habría vientos de cambios. Inglaterra, enfrentada a las repercusiones del Brexit ya está proponiendo gastos en infraestructura y vivienda. La Primera Ministra, Theresa May, criticó recientemente la política monetaria expansiva y su ministro de Hacienda propone más gasto fiscal, aunque aumente la inflación. Otras naciones europeas están relajando sus políticas de austeridad instaladas en respuesta a la crisis de la deuda y, aun el ortodoxo Fondo Monetario Internacional (FMI), en su momento gran partidario de los recortes fiscales, ahora exhorta a los gobiernos “a gastar más”.
Dada la distribución mundial del ingreso, la política monetaria hiperactiva ha elevado los precios de los activos financieros, incluidos los bonos estatales, impulsando los precios de las acciones y los bonos soberanos, pero sin que familias ni empresas gasten más, lo que, a su turno, ha reducido las ganancias de los bancos comerciales en momentos en que muchos están débiles.
Así, la keynesiana idea de que el gobierno gaste más, gana adeptos, aunque un cambio de esa dirección probablemente afectaría los precios de las acciones y de los bonos que dependen de aumentar el valor de los activos financieros, con mayor demanda dirigida hacia dichos activos. Como se sabe, la utilidad que pagan los bonos sube, cuando los precios caen. Y en el Reino Unido, los rendimientos han aumentado drásticamente en los días posteriores a los comentarios de May y su ministro de Hacienda. En Alemania, el bono soberano a 10 años rinde ahora 0,024 por ciento, una cifra diminuta, pero positiva, después de haber pasado meses en negativo.
Desde comienzos de 2016, los bonos registran un alza media de 6,5 por ciento a nivel mundial, según los datos de Bank of America Merrill Lynch, superando al de las acciones, tradicionalmente una inversión más riesgosa y más rentable, que han subido solo 4,5 por ciento, de acuerdo con MSCI.
Una política fiscal expansiva podría traducirse en un alza de las ganancias de los bonos, dado que se supone que los bancos centrales contrarrestarán el impacto inflacionario del mayor gasto gubernamental subiendo las tasas de interés. Según el WSJ, más demanda global gracias a un mayor estímulo fiscal también beneficiaría a las materias primas, exportadores y constructoras.
Por otra parte, en el ámbito financiero, las tasas de interés negativas limitan la rentabilidad de la banca privada y en la zona Euro y en Japón, las acciones de bancos han caído cerca de 20 y 29 por ciento, respectivamente, desde comienzos de año. Un mayor estímulo fiscal puede cambiar el cuadro.
Los precios de los commodities, que han tenido mal desempeño durante los últimos años, también observarían un repunte gracias a la mayor demanda global, lo que sería positivo para ciertas economías emergentes, aunque el consecuente fortalecimiento del dólar haría migrar capitales desde naciones menos seguras hacia el mundo desarrollado, causándoles dolores de cabeza, al tiempo que activos más riesgosos, que ofrecen mejores retornos, se verían afectados, puesto que tasas más altas le restan atractivo a dichas inversiones.
En todo caso, la mayoría de los analistas estima que los bancos centrales mantendrán aún las tasas de interés bajas durante un tiempo, dado que, en las actuales circunstancias de alta deuda mundial, aún hay fuerte resistencia a un mayor estímulo fiscal. Así, y especialmente después de conocerse el Presupuesto 2017 en Chile, parece que habrá que esperar un par de años para ser testigos de la eventual emergencia de políticas keynesianas contracíclicas más decididas.