Este miércoles Chile fue foco de la prensa mundial. Recorrimos los medios internacionales por un evento que se instala muy lejos del orgullo nacional o de la dignidad del país: La imagen del ministro de Economía, Luis Céspedes, riendo mientras sostiene una muñeca inflable con la boca tapada con un letrero que dice “para estimular la economía”. En la foto lo acompaña otro ministro de la Nueva Mayoría, Andrés Rebolledo, militante del Partido Socialista y encargado de Energía; y dos precandidatos presidenciales, José Miguel Insulza y Alejandro Guillier. Ellos también ríen junto al representante de la Asociación de Exportadores y Manufacturas de Chile (Asexma), Roberto Fantuzzi, responsable de entregar el particular presente.
Pero la escena no pasó desapercibida. Organizaciones feministas, actores del mundo políticos y, sobre todo, en el mundo de las redes sociales, no han hablado de otra cosa, acentuando el gesto como un acto que refleja, principalmente, dos cosas: el machismo que impera en nuestra sociedad y la clase dirigente, y la manera de entender la sexualidad de las mujeres.
“Nosotras creemos es que es algo grave. Que este tipo de cosas que evidencian la violencia simbólica, que algunos entienden como micromachismos, pero que en realidad son machismos y este es un machismo claro, es el comienzo de una seguidilla de acciones que llevan hacia las violencias contra las mujeres más brutales, como los femicidios que hemos visto. Ni siquiera son asesinatos de mujeres, sino que son asesinatos muy crueles contra las mujeres, Y que parten justamente por este tipo de acciones, que tienen que ver con lo básico que es no respetar a la otra que es mujer sólo porque es mujer”, dice Tamara Vidaurrazaga, periodista y encargada de Estudios y Educación en el Instituto de la Mujer, una entidad que ha puesto énfasis en la gravedad del hecho.
Tanto esta fundación a la que pertenece Vidaurrazaga, como la Red Chilena Contra la Violencia Hacia las Mujeres y otras organizaciones de género y Derechos Humanos, han sacado declaraciones condenando el acto, pero también pidiendo la renuncia del ministro Céspedes. Aunque todos los protagonistas de la comentada foto con el regalo machista salieron a ofrecer disculpas, hasta ahora el único que ha puesto su cargo de disposición ha sido el empresario Roberto Fantuzzi, según indicó este jueves la Asexma en un comunicado público.
“Nos asombra que en el caso de Helia Molina ella haya sido destituida inmediatamente y se le haya pedido la renuncia por decir que las mujeres con ingresos en este país pueden abortar sin problemas en clínicas privadas, y que este ministro después de esta acción, que va en contra además de los planes de gobierno de los PMG (Programa de Mejoramiento de la Gestión) de género, de toda una cruzada que ha iniciado la Presidenta Bachelet a favor de una transformación por una equidad de género, no sea destituido después de mandarse esto. No nos parece que sea una equivocación sino que es un retrato de lo machistas que son todavía en la política y lo crueles que pueden llegar a ser con nosotras las mujeres”, señala Vidaurrazaga, en relación a lo ocurrido en la cena anual del empresariado chileno.
Ante el comentado episodio nadie ha querido permanecer ajeno. La recién elegida presidenta de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Jacqueline Van Rysselberghe, también pidió una explicación de parte de los protagonistas pero no por lo violento del hecho hacia las mujeres, sino porque según la senadora gremialista la broma fue de mal gusto pues se trataría de “frivolizar la situación de la economía del país, que está cada día peor”.
Ante esas declaraciones, el Instituto de la Mujer toma distancia y analiza el rol de la representante conservadora ante temas de violencia de género. “Cuando llegan mujeres que no tienen conciencia feminista, conciencia de género, que no entienden el derecho de todas las otras mujeres como algo que no puede transar, entonces no nos sirve de nada que estén en el poder”, subraya la periodista. Para Vidaurrazaga “lo que necesitamos son mujeres y hombres en el poder que tengan claridad de estos derechos. Y en ese sentido, para el feminismo y para las mujeres, es mucho más un aporte que esté un hombre como (Gabriel) Boric en el poder, diciendo que esto es insoportablemente machista, y que no puede soportarse, que una mujer como Van Rysselberghe, que justamente defiende los derechos de los más poderosos, que en este país son los hombres y en todo el mundo son los hombres”.
Pero como decíamos al comienzo de esta crónica, lo sucedido el martes pone en evidencia también la manera en que la cultura patriarcal considera el rol de la mujer en el ámbito sexual, en el placer, en no verla como una igual, sino como un mero objeto. “Lo que nos están diciendo es justamente eso: las mujeres ¿para qué servimos? Para ser objetos receptivos, del placer de los otros que son los hombres. Esto reproduce esta idea que hay en el mercado capitalista, por ejemplo, a través de la pornografía, donde las mujeres somos seres pasivos, no tenemos ninguna injerencia en nuestro propio placer y somos objetos que tenemos que estar de manera pasiva, entregando placer a otros, pero no preocupadas de nuestro propio placer”, dice Vidaurrazaga.
Aunque la sociedad chilena es considerada bastante conservadora y más bien reacia a hablar de sexo, lo cierto es que el empoderamiento de las mujeres incluye también abordar su sexualidad y sus deseos. Fuimos hasta el centro de Santiago, a la tienda erótica Japi Jane para conocer cómo es la clientela femenina.
“Yo noto sí que la mujer todavía está un poquito más cerradita, más “me animo pero hasta por ahí no más”. Incluso me pasa con las bolsas, que me dicen: ¿me puedes poner otra bolsita que no sea Japi Jane? ¿Viste? Pero, bueno, por lo menos se están animando a venir, a entrar y a buscar”, dice Juana Chinchilla, vendedora de Japi Jane.
La timidez no parece un tema aislado cuando consideramos lo difícil que ha sido romper las barreras y tabúes que rodean a la mujer, como sujeto en la sociedad. Por eso la ola de críticas también apuntaba a lo más intrínseco que habita en el machismo, en sus chistes, donde lo sexual siempre es masculino. Donde se le permite escribir y protagonizar el erotismo desde sus necesidades, como algo aceptado entre pares y lejos de considerar a la mujer como protagonista. Pero ¿hemos avanzado en el último tiempo? “Sí, veo que se están abriendo más y como diciendo: esta soy yo y tengo derecho y quiero disfrutar de mi sexualidad. Y eso está genial porque además ellas mismas me preguntan: ¿y qué puedo usar? ¿qué puedo hacer con mi pareja y sola?, y ahí yo trato de ir guiándolas y decirle lo que les puede llegar a gustar”, puntualiza Chinchilla.
¿Qué nos gusta? ¿Qué aceptamos? ¿Qué queremos? Esas son las preguntas que casi nunca se plantean a una mujer. En un país donde se registran más de 50 femicidios durante este año y donde la mayoría de esos crímenes han incluido violación, mezclar bromas sexuales con subordinación por parte de la mujer, es un tema peligroso que cruza la línea de lo aceptable. Más aún cuando esas bromas la protagonizan representantes de un gobierno. Un gobierno presidido por una mujer.
Tamara Vidaurrazaga concuerda con quienes han catalogado lo ocurrido como parte de la cultura de la violación, pues para ella el hecho es “una oda a la cultura de la violación y hemos estado viendo cómo la cultura de la violación está tan normalizada que, por ejemplo, hay encuestas que dicen que muchos de los hombres justifican una violación cuando una mujer ha bebido copas de más. Que no nos asombre eso. Yo diría que lo interesante de esto es que no muestra una excepcionalidad en la cultura, sino que muestra la normalidad. El producto de una cultura de mercado donde el sexo es un bien más, donde las mujeres somos un bien más de ese mercado del sexo y esta muñeca inflable como una representación de eso: de una mujer como un bien de consumo, sexual, para los hombres”.