A la Nueva Mayoría hace un tiempo que se le dejaron de atribuir los conceptos que conforman el propio nombre de la coalición. Son muchos los que afirman que de “nueva” siempre tuvo poco, y los 20 meses seguidos sin superar el 30% de aprobación del gobierno hablan de lo lejos que están de constituir una mayoría para el país.
Es así como, de cara a marzo, desde el conglomerado urge alguna suerte de reformulación. En ese marco, fue el timonel del Partido Radical, Ernesto Velasco, quien declaró el día de ayer que “sería lógico cambiarle el nombre a la Nueva Mayoría” en caso de tener una nueva coalición.
¿Será este un nuevo maquillaje o esconde la verdadera intención de una reestructuración programática?
Sobre la hipotética creación de un nuevo conglomerado político, más amplio y convocante como afirmó el mandamás del PR, María de los Ángeles Fernández, cientista política UDP y exdirectora ejecutiva de Chile 21, es clara a la hora de afirmar que el cambio de nombre vendría siendo “un pelo de la cola”: “Se pueden incorporar partidos de menor significación, pero aunque la mona se vista de seda, mona queda. Se debe hacer un cambio sustantivo para elaborar un programa más allá de slogans y generalidades, uno realmente masticado y consensuado antes de nombrar a un candidato. Así se construye una coalición, no al revés como pasó con la Nueva Mayoría. En la Nueva Mayoría el programa vino después de la candidata. Quien ganó, además, fue la candidata por su popularidad, no por el programa. Construir una coalición tiene desafíos mucho más grandes que un cambio cosmético de nombre”.
En la misma línea, Ernesto Águila, psicólogo con posgrado en Ciencia Política cercano al precandidato Fernando Atria, cree que antes de pensar en un cambio de nombre hay definiciones algo más trascendentes: “Como superación de la Concertación, y como coalición que pretendía tocar los pilares del neoliberalismo, la Nueva Mayoría es un proyecto que no terminó de consolidarse. Lo coalición puede seguir ampliándose, pero el eje más importante a abordar es si se quiere orientar el trabajo hacia la superación del neoliberalismo o si se aspira a seguir administrándolo. Eso es algo que no está resuelto”.
Sobre esa interpelación, Gonzalo Navarrete, presidente del PPD, insiste en que en la diversidad está la riqueza: “Sobre si esto es neoliberal, socialdemócrata, revolucionario, ecologista o humanista, son definiciones genéricas. Yo creo que una coalición amplia debe incluir todas las vertientes. En concreto, debemos saber cuál es el país que queremos construir. Los partidos que hoy conforman la Nueva Mayoría constituyen un mínimo necesario. No veo a ningún partido de los que hoy son del bloque de gobierno, fuera del proyecto de la centro izquierda. El tema del nombre es un asunto secundario”.
A raíz de la posible proyección del conglomerado, Marcelo Díaz, exminsitro vocero de gobierno de Bachelet no hace la vista gorda y se refiere a lo difícil que ha sido convivir entre todos los partidos: “Son los propios miembros de nuestra coalición los que han estado castigando y criticando al gobierno. Eso ha hecho muy difícil que la gente perciba lo que ha sido una obra bien maciza en términos de conquistas sociales”.
Desde la perspectiva que ofrece el marketing político la postura puede ser distinta. Hay ocasiones en que los cambios de nombre dan cuenta de una renovación y de la sensación de “partir de nuevo”. Eso, para una coalición que ha visto estrellar su proyecto a través de la desaprobación de la ciudadanía, puede significar resultados positivos. Así lo asevera Felipe Vergara, periodista, máster en Marketing Político y militante del movimiento Ciudadanos: “Para que la Nueva Mayoría logre reencantar a su público debe necesariamente cambiarse el nombre. Es un nombre que está manoseado, que no va asociado a modernidad, que genera un desgaste tremendo y que va cargado de mucha sensación negativa. Independiente de que se le sumen o resten partidos, la Concertación sigue siendo un nombre mucho más atractivo para la ciudadanía que la Nueva Mayoría, que se asocia a un gobierno que fracasó. La idea sería partir de nuevo. La derecha lo hace habitualmente, y eso tampoco es tan conveniente; cada cuatro años el mismo conglomerado con los mismos miembros se cambia el nombre y la gente termina confundiéndose”, afirma el académico.
Las opiniones son tan amplias como las orientaciones de los partidos que componen la Nueva Mayoría. Lo cierto es que las escasas definiciones programáticas que ha zanjado la coalición le han pasado la cuenta y urge, en ese contexto, establecer cuál será la línea discursiva de un pacto que, hasta el momento, presenta más candidatos que ideas.