Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el mundo la demencia afecta a 47,5 millones de personas, de las cuales el 58 por ciento vive en países de ingresos bajos y medios. De acuerdo a estos cálculos, en la actualidad entre un cinco y un ocho por ciento de la población mayor de 60 años presenta esta patología.
Las estimaciones advierten que cada año se registran 7,7 millones de nuevos casos, por lo que se espera que para el 2030 el número aumente a 75,6 millones y a 135,5 para el 2050. Una cifra no menor que tendrá efectos socioeconómicos importantes en las próximas generaciones, debido, principalmente, al alto costo económico y al grado de dependencia que generan estas enfermedades.
Un estudio liderado por la neuróloga y académica de la Universidad de Chile, Andrea Slachevsky, evidencia la desigualdad social que existe en el país sobre el tratamiento de estas enfermedades. La investigación plantea que el costo atribuido al cuidado de la demencia es mayor en los estratos socioeconómicos bajos que en los altos.
La académica explica que estos costos se dividen en directos e indirectos. Los primeros corresponden a los medicamentos, tratamientos, contratación de personal para el cuidado del paciente o pago de una casa de reposo. Mientras que los segundos, están asociados al cuidador informal, es decir, a esa persona que renuncia o reduce sus horas de trabajo para cuidar del enfermo.
Luego de las encuestas realizadas a 400 cuidadores, los investigadores encontraron que las personas pertenecientes a sectores socioeconómicos bajos pasaban más tiempo cuidando a sus familiares. A veces esto se entiende porque las demencias poseen mayor grado de deterioro, sin embargo, en algunos casos esta razón no logra explicar dicha conducta.
“Cuando se compara a personas de distintos ingresos con el mismo grado de severidad en la enfermedad, te sigues encontrando con que aquellos que pertenecen al nivel socioeconómico más bajo destinan más tiempo al cuidado. Eso no sabemos por qué ocurre, es algo que se debe investigar”, señala Slachevsky.
El estudio establece que en promedio los costos son de hasta 1.463 dólares mensuales, es decir, unos 975 mil pesos por paciente. Sin embargo, en detalle esta cifra corresponde a un gasto de 1.083 dólares en los estratos más altos y 1.588 en los más bajos.
La doctora Slachevsky explica que esta diferencia se genera al considerar los costos indirectos que, de acuerdo al estudio, corresponden a un 75 por ciento del costo total. En este sentido, la académica indica que la demencia es también un factor de empobrecimiento, porque en el caso de los sectores más vulnerables suelen ser los familiares los que dejan de trabajar y percibir ingresos para cuidar del paciente.
“Uno no puede estudiar el impacto de una enfermedad sin considerar los aspectos socioeconómicos. Estamos hablando de poblaciones pobres donde podemos ver que las demencias son también un factor de empobrecimiento, es decir, llevan a un desmedro de la situación socioeconómica de las familias”, enfatiza Slachevsky.
Los datos arrojados por este estudio se basaron en dos investigaciones previas realizadas por la académica, cuyos resultados fueron analizados en colaboración con las doctoras Carolina Delgado del Hospital Clínico de Universidad y Marilú Budnich, además, de los economistas Daniel Hojman, Fabián Duarte y Jaime Ruiz Tagle, de la Facultad de Economía y Negocios (FEN).
Para Slachevsky, conocer datos como los que se establecen en la investigación permiten generar políticas públicas más adecuadas a la realidad del país y avanzar hacia un sistema donde el costo de este tipo de enfermedades no recaiga en la familia.
Estrategias para retrasar el progreso del Alzheimer
Una de las formas más comunes de demencia es la enfermedad de Alzheimer. Según datos de la OMS, dicha patología representa entre un 60 y un 70 por ciento de los casos, razón por la cual los especialistas se esfuerzan en investigar métodos para retrasar su avance.
Claudio Hetz, académico de la Universidad de Chile y director alterno del Instituto de Neurociencia Biomédica, explica que una de las principales características del Alzheimer es la presencia de cúmulos de proteínas anormales en el cerebro que van aumentando a medida que progresa la enfermedad y dañan el funcionamiento de la sinapsis.
Debido a lo anterior, el académico trabaja junto a otros profesionales en un estudio financiado por Conicyt y el Estado brasileño, que intenta identificar el alcance de las intervenciones que se han desarrollado para retrasar el progreso de esta enfermedad en la vejez. En ese sentido, lo que buscan es frenar el aumento de estas proteínas anormales y mejorar la función sináptica.
“Nosotros estamos tratando de desarrollar estrategias terapéuticas para mejorar el estado de salud de las neuronas que se afectan en el Alzheimer, sobre todo las que se encuentran en el hipocampo que es la zona del cerebro donde almacenamos nuestra memoria”, explica Hetz.
Por el momento las pruebas las realizan en ratones envejecidos, a los cuales les provocan artificialmente Alzheimer y luego les aplican diferentes terapias y sustancias para ver si ayudan a retrasar o sanar la enfermedad.
“Lo interesante de este proyecto es que considera el principal factor de riesgo que es la vejez. Se cree que uno de los aspectos del envejecimiento normal que falla y te lleva a desarrollar el Alzheimer, es que se altere el equilibrio de las proteínas. Normalmente esto se hace en animales jóvenes, pero realmente son los mayores los que más padecen Alzheimer. Entonces, lo que queremos entender es si nuestras estrategias terapéuticas son igual de efectivas en los animales con más edad”, indica el académico.
El doctor Claudio Hetz comenta que investigar sobre estas patologías es fundamental para una sociedad como la chilena que cada día suma más adultos mayores. “En América, junto con Canadá, somos el país con la mayor tasa de envejecimiento, más que Estados Unidos. Estamos experimentando un cambio en la pirámide etaria similar a la de un país desarrollado, pero sin tener los recursos. Se estima que para el 2050 un cuarto de la población va a tener sobre 60 años y eso trae consigo un aumento de todas las enfermedades crónicas, sobre todo las que afectan al cerebro”, agregó Hetz.