Decisión presidencial del PS: la dura derrota de Lagos y de la elite concertacionista

La victoria del senador Guillier en el Comité Central del PS jubila, en los hechos, a toda una generación socialista que contribuyó a construir la transición pactada y negociada de Chile. Y, de paso, desnuda que las amenazas del ‘camino propio’ de la DC se parecen al perro que ladra pero no muerde.

La victoria del senador Guillier en el Comité Central del PS jubila, en los hechos, a toda una generación socialista que contribuyó a construir la transición pactada y negociada de Chile. Y, de paso, desnuda que las amenazas del ‘camino propio’ de la DC se parecen al perro que ladra pero no muerde.

La decisión del Comité Central del Partido Socialista de escoger como su abanderado presidencial al senador independiente Alejandro Guillier ha remecido las lealtades dentro de la Nueva Mayoría, e incluso los cimientos mismos de la vieja Concertación.

En los últimos días, los partidarios de Ricardo Lagos aprovecharon la tribuna libre que tienen en la prensa tradicional para aumentar la presión al máximo y forzar el voto a su favor. Los grandes voceros del ex Presidente desfilaban casi todos los días por las páginas de la sección Política, e incluso en las portadas. Casi al unísono, Camilo Escalona, Máximo Pacheco, Rabindranath Quinteros y Carlos Montes presagiaban el fin de nuestros tiempos, es decir, la era de la transición pactada y discutida entre cuatro paredes. “El pleno socialista puede cerrar un ciclo”, amenazaba Escalona en una entrevista que el diario de Agustín Edwards destacó en la portada del diario y en la portada del Cuerpo C el sábado pasado, un día antes de la votación del Comité Central. ¿A qué ciclo se refería? “El que permitió el restablecimiento de la democracia, que se inauguró el 2 de febrero de 1988 cuando se constituyó el Comando del No”.

El mensaje era claro: Lagos o el caos. Lagos o el fin de la historia.

Hasta último minuto, los laguistas trataron mañosamente de forzar las cosas a su favor. Así, comenzaron una ofensiva comunicacional para que la elección de los 111 miembros del Comité Central de este domingo fuese a voz alzada en vez de voto secreto. Según ellos, se trataba de un acto de transparencia. Sin embargo, el voto a cara descubierta era una jugada potencial para cobrarles la cuenta a aquellos que no dieran su respaldo al ex mandatario. En otras palabras, era una forma de bullying laguista.

Lagos y sus secuaces venían hace meses tensionando al PS para que ese partido lo nombrara por secretaría como candidato presidencial, tal como sucedió con el PPD en enero. En octubre Ricardo Lagos forzó un cambio de gabinete al reclutar al ministro de Energía de Bachelet como jefe de campaña. Después logró doblegar a la presidenta del partido y potencial candidata presidencial, Isabel Allende, para que declinara su postulación. Finalmente, hace poco menos de dos semanas, las operaciones laguistas consiguieron bajar a los pre-candidatos socialistas José Miguel Insulza y Fernando Atria, desahuciar las primeras abiertas y forzar una votación en el reducido Comité Central.

Sin embargo, la enorme presión del laguismo comenzó a tener un efecto boomerang. “No estamos dispuestos a que Lagos se coma todo el partido”, afirmó hace unos días un importante militante del PS que desempeña un alto cargo en el gobierno. Esta persona afirma que las operaciones del laguismo no fueron tan distintas a las de Felipe González en España que trató y consiguió torpedear el liderazgo de Pedro Sánchez en el PSOE.

Como sea, los resultados de la interna del PS sí presagian un cambio de giro histórico, tal como amenazaban los sectores laguistas. Aunque por razones que no necesariamente son las esgrimidas por Ricardo Lagos y sus partidarios.

Y las repercusiones de la votación del PS son, en esencia, tres.

La primera es que la dura derrota de Ricardo Lagos presagia el fin de una generación de políticos que ha comandado el acontecer nacional por un cuarto de siglo e incluso por medio siglo. Con la votación de este domingo, en los hechos el partido que alguna vez fue la columna vertebral de Lagos lo está jubilando. Lo mismo sucedió con el poderoso ex ministro José Miguel Insulza, alguna vez denominado “Panzer” o el Antonio Varas moderno. Su candidatura interna en el PS nunca prendió y no tuvo relevancia alguna. Y para qué hablar de Camilo Escalona, que tras su derrota en las elecciones internas de ese partido y la debacle de Lagos este domingo, quedó completamente marginado de los círculos de poder del PS.

Insulza y Escalona están actualmente ojeando cupos senatoriales en la Tercera Región y en la región de Aysén, respectivamente. “¿Crees que Insulza le gana a Yasna Provoste o Escalona a Patricio Walker?”, preguntó de manera retórica un importante militante socialista. Las más que probables derrotas de ambos personeros socialistas en esas elecciones serían otra muestra clara del cambio generacional que se está produciendo.

La segunda es que el chantaje laguista, que se resume en que de no ser proclamado, se termina un supuesto ciclo virtuoso que se inició a fines de los años 80, no logró calar en la militancia socialista. Más bien al contrario. La histórica derrota de Lagos este domingo demuestra que el “discurso histórico” ya no tiene mayor peso en ese conglomerado.

Y ello se debe, en parte, a que una parte importante de ese partido resiente la “derechización” del PS, que en el último cuarto de siglo se convirtió en el “administrador benévolo” del modelo turbo-capitalista chileno. Siguiendo la lógica de la llamada “tercera vía”, abrazada por Tony Blair, Fernando Henrique Cardoso, Felipe González y el propio Ricardo Lagos cuando fue gobernante, el socialismo chileno se volvió más bien un partido de elites progresistas, pero dejando de lado sus votantes históricos. Es esta brecha la que, hoy en día, están rellenando los movimientos derechistas, desde Donald Trump en Estados Unidos, a Marine Le Pen en Francia.

En otras palabras, haber sido oposición a la dictadura de Pinochet ya no entrega las credenciales suficientes.

Y la tercera gran repercusión de los eventos políticos del domingo es que a la Democracia Cristiana no le resultó su gran bluff. Las declaraciones e insinuaciones de varios de sus miembros, de que si Lagos no está en las primarias ellos optarán por ir solos a una primera vuelta presidencial, quedaron desnudas con la proclamación de Guillier. Pese al entusiasmo inicial que generó la candidatura de Carolina Goic, estas no son las época de la “Marcha de la Patria Joven” de Eduardo Frei Montalva en 1964.

Goic marca, hoy en día, apenas 2 por ciento en las encuestas, mientras que la pre candidata del Frente Amplio, la periodista Beatriz Sánchez, la triplica en intención de votos. ¿De verdad se expondría la Democracia Cristiana a ir a una primera vuelta donde corre el riesgo de salir cuarta o quinta? Es poco probable. Más probable es que el griterío de la DC se deba a que quiere ocupar asientos de primera fila en la mesa presidencial de Alejandro Guillier.

Así la cosas, las aguas en el oficialismo están más revueltas que nunca y cada pez de esta coalición mueve frenéticamente su cola para enturbiar el pozo o despejar su propio camino.





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