Es posible que desde el más allá Patricio Aylwin haya estado encantado que al conmemorarse un año de su muerte se congregaran en su memoria los más altos dirigentes de la Democracia Cristiana, así como una buena cuota de políticos de la derecha y del piñerismo. Todo esto, en un año decisivo para su colectividad, puesto que en los próximos meses ésta deberá resolver si continúa en alianza con socialistas, comunistas y pepedés u optará por el camino propio, que siempre fue la fórmula que más le gustó a Aylwin en toda su carrera política. Aunque, paradojalmente, bajo su gobierno haya hecho alianza con los ex allendistas, contrariando todo lo que hizo años antes por alentar y justificar el Golpe Militar de 1973.
Muy complacido debiera estar el extinto mandatario, cuando la presidenta de la Democracia Cristiana, Carolina Goic, se ha tomado tan en serio su precandidatura presidencial y se encuentre resuelta en su carrera por La Moneda llegar hasta en la primera ronda presidencial, saltándose o eludiendo las primarias.
En efecto, día que pasa, hace cada vez más difícil que la coalición oficialista elija en elecciones primarias a un candidato único, pese a todos los esfuerzos que hace en tal sentido la propia Presidenta Bachelet, aunque su opinión tenga, a esta altura, realmente muy escasa gravitación. Mucho más decisiva que su palabra, ha sido la declaración de Mariana, la hija de Aylwin, a favor de que el PDC lleve un candidato propio si es que no quiere correr el riesgo de que los demócrata cristianos terminen respaldando a Sebastián Piñera, antes que a un postulante como Alejandro Guillier. A quien, en definitiva, se le quiere bloquear su opción presidencial con todos estos devaneos cupulares de una clase política que no acepta que un “advenedizo”, como lo tildan, pueda llegar a la Presidencia de la República.
En este sentido, no cabe duda que la unidad del oficialismo pudo ser más fluida con una carta presidencial como la del ex presidente Lagos, quien recibiera entusiastas aplausos entre los asistentes a este reciente homenaje a Patricio Aylwin. Pero ya sabemos que su candidatura finalmente se desbarató en la pugna interna de los socialistas, que prefirieron apostar a su unidad, ante el riesgo de que muchos de sus militantes más jóvenes y vanguardistas abandonaran la colectividad y salieran a buscar alianza con las expresiones políticas emergentes.
Tal parece que a Carolina Goic le seduce cada día más la idea de renunciar a las primarias de la Nueva Mayoría, especialmente ahora que el propio y templado ex presidente Eduardo Frei también se manifestara por el camino propio y la posibilidad de que la Democracia Cristiana “escape de la coyuntura y dé la batalla por un proyecto de largo plazo”. Juicio que estremeció el espíritu mesiánico de muchos falangistas, pero vino a aterrar a todos los miembros de ese mismo partido empeñados en participar en las primarias del oficialismo como condición sine qua non para seguir en el Gobierno y consolidar una lista parlamentaria que no le ceda mayores espacios a la derecha o a las expresiones del Frente Amplio, nuevo referente que asegura va a obtener entre el 15 y el 20 por ciento de los nuevos parlamentarios.
La desesperación también cunde entre los demás socios del oficialismo por cálculos más pragmáticos que estratégicos, sin duda. Es decir, por mantener sus cargos, más que por defender ideas. Particularmente a comunistas y a pepedés sus ingenierías electorales los tienen convencidos de que hay que mantener la unidad de la Nueva Mayoría a cualquier precio, si no se quiere enfrentar el descalabro electoral. Se coincida o no en un programa de gobierno parece ser lo de menos, a sabiendas que las diferencias entre los partidos oficialistas ya se han hecho, por lo demás, irremontables en materias tan decisivas como las de la educación, el sistema previsional, la salud e, incluso, en los Derechos Humanos.
Tal histeria ante la ruptura del referente oficialista ha llevado incluso al presidente del PPD a sugerir la idea de que el candidato único del sector sea resuelto mediante encuestas si es que las primarias son tan resistidas por los que temen perder o exponerse a que (en el descrédito general de la política) sean muy pocos los militantes y simpatizantes que concurran a votar a estas elecciones primarias. O los que vayan, sean mayoritariamente los inscritos en el PC, al que todos les reconocen contar con los militantes más disciplinados dentro de todo el referente oficialista.
Todo esto sucede ahora cuando hasta hace algunos meses se celebraba como un gran paso democrático la posibilidad de realizar elecciones primarias para todos los cargos de representación popular. Una idea que no le gustó de buenas a primeras a los partidos y líderes de derecha, aunque ahora todos parecen allí cada vez más convencidos que este mecanismo puede ser la mejor posibilidad de mantener cohesionadas a sus diversas expresiones, cuanto garantizarse el seguro triunfo de Piñera en éstas. Una victoria que podría catapultarlo con más fuerza a la reelección presidencial. Pero de lo que no hay duda hasta aquí es que, pese a los remilgos de algunos de sus partidarios, éste se ha manifestado muy dispuesto a encarar esta consulta.
Todos los afanes de partidos y candidatos van evidenciando la existencia de fuerzas centrífugas en las dos grandes expresiones electorales de la posdictadura, así como la pérdida de su mínimo común denominador. El agazapado pinochetismo ve con terror que, de seguir gobernando la Nueva Mayoría, puedan prosperar en su interior los que quieren el término del modelo neoliberal, así como el orden institucional vigente. De esta forma es que los más refractarios al cambio prefieran apoyar a Piñera a la posibilidad de un triunfo de lo desconocido, cuyo nombre y apellido es Alejandro Guillier. Especialmente después de que las pretensiones de Ricardo Lagos se frustraran, lo que para El Mercurio (que sabe tanto por viejo como por diablo) representaba la mejor opción de que todo continuara igual o más o menos parecido a lo ocurrido en los últimos 18 años.
Sensación que es también compartida por los demócratas cristianos siempre incómodos de estar en alianza con los comunistas y con socios que no están dispuestos a condenar, por ejemplo, al régimen venezolano y que hasta se dan el lujo algunos de mantener buenas relaciones con Corea del Norte. Falangistas a quienes la figura de Piñera no les ofrece mayor inconveniente, pese a que le siempre reprochen su avidez por el dinero y sus acciones al límite o en franca contravención a la leyes. Ciertamente, una condena de la boca para afuera cuando la colusión de la política con los negocios se ha hecho tan ostensible y generalizada. Y no son pocos los demócratas cristianos que pueden escapar ilesos ahora a la que se considera la madre de todos los escándalos: la impunidad. Sobre todo, después de la insólita decisión del Servicio de Impuestos Internos de no ejercerle acusaciones penales a los políticos sobornados por las empresas o que han financiado sus contiendas electorales con aportes ilegales. En una decisión que ha escandalizado, incluso, al Ministerio Público y a su Fiscal Nacional, Jorge Abbott. Una resolución que implica, digamos de paso, la condescendencia de la actual Mandataria, dado que fue uno sus funcionarios de confianza el que dispuso este grave despropósito.
En una decisión que busca sentar jurisprudencia, además, en cuando a que en el futuro las autoridades que pudieran ser sobornadas y continuar recibiendo aportes ilícitos de las empresas puedan hacerlo sin mayores contratiempos hasta que sean denunciados. Ante lo cual solo les bastaría pagar algunas multas o ponerse al día con los impuestos evadidos o eludidos. Porque, sin duda, otra vez se hace explícito que las penas de presidio efectivo no son para los grandes delincuentes. Esto es para los infractores de “cuello y corbata”, como el país los sindica.