Las últimas indecencias de nuestra política

  • 30-05-2017

Para quienes hemos podido salir de Chile o tenemos acceso a la prensa internacional, realmente es difícil creer que nuestra clase política y empresarial pueda seguir sosteniendo las bondades de vivir en este país y llegue a asegurar que nos encontramos en una situación poco menos que idílica respecto de lo que sucede en otros lugares del mundo. Pese a todas las deformaciones en que incurren deliberadamente muchos medios de comunicación, o por la consabida ignorancia de ciertos mediáticos colegas, bastaría observar los noticiarios de la televisión para concluir razonablemente  que los escabrosos crímenes y escándalos que difunden son demostrativos al menos de que nuestra situación es francamente de las peores del mundo en materia de seguridad pública. Una realidad crítica y cada vez más amenazante con lo que ocurre, por ejemplo, en La Araucanía, como con ese descontento social que estalla cotidianamente en el norte, el sur o el centro del país.

Ciertamente que en una coyuntura electoral como la de este año, lo que debiéramos tener son candidatos, partidos e ideas que ofrezcan alguna salida viable a nuestra profunda crisis institucional y económica, cuando el crecimiento está estancado, nada acorta la brecha de nuestras desigualdades sociales y tenemos en nuestras fronteras conflictos de larga data con algunos de nuestros vecinos. Además del desdén que recibimos ahora de naciones que ya no se creen el cuento de nuestra solidez democrática y  voluntad real de avanzar hacia la prosperidad social de los sectores más rezagados y discriminados de la población chilena. Mientras que los medios informativos extranjeros tampoco pueden soslayar, ya, que los índices de corrupción de la clase dirigente nacional se comparan al de los países más desacreditados de la Región y del mundo.

Una situación que se ha hecho tan evidente con la declaración de bienes e intereses rendida por el candidato, hasta aquí, mejor aspectado por las encuestas para volver a cruzarse la Banda Presidencial. Al reconocerse como uno de los grandes multimillonarios de la Tierra, aunque apenas haya acreditado un tercio de su riqueza real, como lo ha calculado y difundido la revista Forbes. Un empresario de más de dos mil 500 millones de dólares que ha cimentado su fortuna económica en solo tres o cuatro décadas, sin que provenga de alguna familia pudiente, según quienes pudimos conocer a sus padres en la década de los 70 u 80. Una fortuna atribuible, más bien, a su agudo oportunismo, al involucrarse con el régimen cívico militar de 1973, para alejarse del pinochetismo, cuando la Dictadura ya se extinguía.

Lo curioso es que, frente de este candidato, quienes han gobernado prácticamente durante la larga posdictadura ahora se muestran divididos y confrontados, al tiempo que el gobierno que apoyaron con tanto entusiasmo mantiene a la cabeza a una jefa de estado altamente desmoralizada, esperando que los días que le quedan transcurran luego para escapar de su cargo. Con una “Nueva Mayoría” devenida en una ínfima representatividad popular y con dos abanderados presidenciales que, así como se ven, tienen nula posibilidad de suceder a Michelle Bachelet, si es que no condenan al cadalso electoral, también, a sus propios y añosos partidos.

En estos últimos días no es de extrañarse para nada el bochinche creado con la propuesta de los dos candidatos del Frente Amplio de elevar (si resultaran ganadores) el sueldo mínimo a 400 mil pesos mensuales. Una cifra realmente discreta y muy mezquina si se la compara con las pensiones que reciben los ex uniformados del país, entre ellos los militares condenados a cadena perpetua por sus horrendos crímenes en tiempos de la Dictadura. Y que en los casos de la viuda de Pinochet y de la ex esposa de un dirigente socialista superan los 3 millones de pesos mensuales.

No mucho nos asombramos, tampoco, con la defensa encendida que se ha hecho de que los recursos del partido de Salvador Allende estuvieran por años redituando intereses en una de las empresas de Julio Ponce Lerou. Nada menos que del propio yerno del Dictador convertido también en multimillonario por obra y gracia de su suegro, como de los gobiernos de la Concertación “Democrática” que decidieron pasar por alto la forma en que éste y otros incondicionales se apropiaran de importantes empresas fiscales, a cambio, por cierto, de los suculentos sobornos otorgados a  prácticamente todos los partidos del arcoíris chileno.

Lo increíble es que las directivas socialistas que decidieron rentabilizar estos fondos reciban elogios, incluso,  por su alto “sentido de la realidad”. Es decir, por reconocer con sus movidas bursátiles que el sistema neoliberal y el mercado funcionan eficientemente, pese a sus convicciones otrora tan vanguardistas, como sus actuales críticas al sistema que nos rige. Aunque a propósito de este incidente, uno de ellos, José Miguel Insulza, ha llegado a la desfachatez de asegurar que Chile no es un país neoliberal…

En este cuadro, sin duda, tampoco nos parece tan raro que uno de los precandidatos presidenciales de la derecha se proponga con su campaña “derrotar el proyecto cultural del Frente Amplio”. Algo que parece difícil, aunque no imposible, cuando la Fundación que recuerda a nuestra emblemática  Violeta Parra es presidida por una activista de derecha, o cuando en los propios candidatos de este aludido referente se aprecian diferencias tan ostensibles. Por ejemplo, cuando el representante de uno de ellos consigue una audiencia con el propio Evo Morales para expresarle apoyo a su demanda marítima, mientras su contrincante prefiere omitir una respuesta a una consulta que expresamente se le hace  sobre Bolivia. Así como ha sido público y notorio que otros candidatos temen declararse de izquierda e, incluso, hacerse parte de la nueva ola de victorias del progresismo en la Región, como ha sucedido recién en Ecuador y promete también acontecer próximamente en México. Al tiempo que los espurios gobiernos de derecha de la Argentina y del Brasil parecen tener sus días contados.

Ante tan bochornosos momentos de nuestra política, la verdad es que podríamos tener por el suelo nuestros ánimos, si no supiéramos que el conjunto de la política sigue divorciada del mundo social, en connivencia con la corruptela de ciertos líderes sindicales, así como cada vez más airada y en pie de guerra contra las cúpulas empresariales empeñadas en mantener sus negocios e ingresos millonarios en la administración de los fondos de pensiones capturados a los trabajadores. Además de la complicidad de La Moneda y el Parlamento en la mantención y ampliación de las concesiones mineras, en la adquisición a precio vil de las empresas de servicios básicos. Responsables, a no dudarlo, de la permisibilidad que gozan de parte de las superintendencias, el Servicio de Impuestos Internos, del propio Tribunal Constitucional y tantas otras reparticiones públicas. Incluida una institución como Carabineros, involucrado en uno de los desfalcos económicos más onerosos y prolongados a favor de su alta oficialidad.

¡Vaya que nos sentiríamos mal de no contempláramos que, pese a la represión y las leyes de la Dictadura sacralizadas por la castas dirigentes, ya se ha iniciado la resistencia pacífica y, en algunos casos, con ribetes de justa y legítima radicalidad! Cuando los mapuches se ponen de nuevo en pie de guerra contra el Estado y las empresas usurpadoras y discriminadoras; cuando los pobres se resisten a pagar los pasajes de sus cotidianos trayectos al trabajo precario y a financiar un sistema de locomoción indignante. Si es que los estudiantes se hubieran mantenido en la ilusión de que prosperaría la promesa de su educación gratuita; cuando a la fecha ésta apenas cubre al 20 o 30 por ciento y ya hay candidatos que aseguran revertir la demagogia de esta gratuidad y que, según nos dicen, en imposible de sostener. Como imposible, nos advierten, condonar las deudas del Crédito con Aval del Estado, el CAE.

¿Es que acaso no éramos el país más próspero de la Región, el jaguar latinoamericano,  el más probo como se nos hacía creer por quienes nos han gobernado en estas casi tres últimas décadas?

Desgraciadamente, vaya que nos falta todavía para que se “abran las anchas alamedas”. Sin embargo, ya el pueblo y sus genuinas organizaciones y representantes descubren que el cambio no depende de los recurrentes impostores de nuestra política. Afanados en apoltronarse en La Moneda y en el Parlamento, en obtener cupos, dietas y otras prebendas, cada día más solos y con menos ciudadanos por delante o por detrás.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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