Chile turístico: ¿“en el culo del mundo”?

Santiago -no obstante nuestras propias apreciaciones- tiene atractivos que van desde su arquitectura, cultura, cocina y especial ubicación geográfica, así como precios muy razonables. De allí que la capital suscite la atracción de miles de argentinos que viajan para comprar indumentaria y tecnología, aun cuando ese turismo comercial seguramente caerá tras la decisión del Gobierno trasandino de eliminar los aranceles para los productos electrónicos.

Santiago -no obstante nuestras propias apreciaciones- tiene atractivos que van desde su arquitectura, cultura, cocina y especial ubicación geográfica, así como precios muy razonables. De allí que la capital suscite la atracción de miles de argentinos que viajan para comprar indumentaria y tecnología, aun cuando ese turismo comercial seguramente caerá tras la decisión del Gobierno trasandino de eliminar los aranceles para los productos electrónicos.

Un experimento realizado por físicos estadounidenses respecto de la ubicación del “centro del Universo” que revela que aquel está en todas partes y ninguna, pues depende de la ubicación del observador, y/o la inversión del mapamundi propuesta hace algunos años por el ex senador Carlos Canteros en el que se ve a Chile en la cima del planisferio y a América del Norte abajo, muestra que la trivial descripción de nuestro país como “culo del mundo” no es otra cosa que una triste convicción cultural.

Pero esa visión está cada vez más cerca de cambiar. En efecto, recientemente la influyente revista National Geographic Traveler ha posicionado a Santiago en el lugar número 16 dentro de los 21 destinos “imperdibles” de la lista “Best of the world” 2018, ranking con el cual la publicación premia íconos turísticos mundiales, incentivando su visita por parte de los amantes de los viajes.

El listado lo encabeza Albania, Cleveland (EEUU) y Dublin (Irlanda), y lo siguen plazas como Labrador, en Canadá; Madagascar; Malmö, en Suecia y Oahu, en Hawai, todos lugares que bien podríamos alegar tan lejanos como nuestro país, pero que han sido elegidos por especialistas bajo estrictos criterios como su compromiso cultural, preservación del patrimonio, conservación ecológica y sustentabilidad, además de itinerarios emocionantes que los transforman en atractivos destinos.

La prestigiosa publicación de Lonely Planet, por su parte, ubicó a Chile como el primero y mejor lugar para conocer en 2018, publicación que destacó el hecho que nuestra nación “se encuentra separada del resto de Sudamérica (y, de hecho, del resto del mundo) por los eminentes Andes al este, el vasto Océano Pacífico al oeste, el considerablemente seco Desierto de Atacama al norte y las herméticas tierras silvestres de la Patagonia al sur”.

Estos avances no son casualidad. Más allá de los merecidos premios y reconocimientos, Chile ha venido trabajando una cada vez más sólida imagen turística mediante una labor de promoción que se realiza hace años, con apoyo público y privado, al tiempo que, paulatinamente, los ingresos por esta actividad crecen hasta completar más del 10% del Producto Interno Bruto, en 2016. La cifra, en todo caso, incluye aportes directos, indirectos e inducidos. Entre los primeros, el gasto en alojamiento, transporte, retail y otros que realizan los turistas. Entre los indirectos, la inversión que los privados y el Gobierno hacen en viajes y turismo. Y finalmente, el inducido, que engloba el gasto directo e indirecto de los trabajadores del área en alimentación, recreación y vestuario, entre otros.

En este marco, empero, Santiago es la plaza que explica el 48,9%, con un total de ingresos por turismo que ya supera los 4 mil millones de dólares. Y es que la capital es el centro de vuelos nacionales e internacionales del país y se espera un aún mayor atractivo, una vez que abra su nueva terminal aeroportuaria en 2020. Demás parece agregar que si al turismo de aventuras que incentiva viajes al sur y norte de Chile se agregara en la capital una cartera de valor cultural similar a la de Buenos Aires o Nueva York, esta industria podría aportar aún más de lo que hoy entrega a nuestras arcas fiscales.

Por de pronto, solo en la última década, el PIB del sector de viajes y turismo en Santiago ha experimentado un crecimiento del 7,5% promedio anual y la tendencia muestra una eventual duplicación de ingresos durante la próxima década, a una tasa de incremento anual del 7,1%, para todo el país. De allí que inversión privada en turismo, después de tres años en bajos niveles, creció 37% en 2016 y se espera que el desembolso suba en 26% este año, llegando a 560 millones de dólares. Asimismo, se estima que el gasto en viajes de ocio aumente en 2018, un 2,6% y que el desembolso en viajes de negocios se mantenga estable. El efecto económico no es trivial, pues implica sobre 110.000 empleos, el 3,3% de toda la ocupación de la capital, con similar comportamiento en el resto de Chile, en una industria cuyo aporte sustantivo corresponde a empresas medianas y pequeñas.

El mercado internacional desempeña ahora también un papel más importante en el turismo de Santiago, con una participación en el gasto que aumentó desde el 21% en 2006 al 24% en 2016, gracias a una demanda que proviene especialmente de EEUU, aunque estos visitantes correspondan aún solo al 5% del total del gasto en el país, lo que implica que muchos de ellos no se aventuran más allá de la capital.

Santiago -no obstante nuestras propias apreciaciones- tiene atractivos que van desde su arquitectura, cultura, cocina y especial ubicación geográfica, así como precios muy razonables. De allí que la capital suscite la atracción de miles de argentinos que viajan para comprar indumentaria y tecnología, aun cuando ese turismo comercial seguramente caerá tras la decisión del Gobierno trasandino de eliminar los aranceles para los productos electrónicos.

Según datos del Servicio Nacional de Turismo de Chile, durante el primer semestre del año 2017, los argentinos que visitaron Chile fueron 26% más que igual periodo del año anterior, y, de acuerdo a una reseña del portal Agencia Fé, Argentina es el mercado más significativo para Chile, subrayando que en 2016 hubo cerca de tres millones de turistas de esa nacionalidad. Despegar.com, por su parte, estima que nuestra capital será nuevamente una de las metrópolis más elegidas por los argentinos para recibir el Año Nuevo, tan sólo detrás de Río de Janeiro y Nueva York.

Ejecutivos de la industria han hecho, empero, un llamado de alerta a la fuerte dependencia chilena del turismo latinoamericano debido a su volatilidad: los arribos de norteamericanos presentaron este año una baja de 2%, mientras que los europeos han mostrado un crecimiento moderado. Los premios y menciones de influyentes revistas de viaje pueden ayudar en atraer más turismo desde naciones desarrolladas del norte y Asia, aunque también colaboraría el avanzar en la modernización de la Ley de Cabotaje -que lleva años en el Congreso- pues generaría incentivos a la industria de cruceros, un mercado de unas 20 millones de personas de la macro región que considera Colombia, norte argentino, centro-oeste brasileño, sur peruano y Bolivia, consumidores que, hoy, debido la imposibilidad de embarcarse en un puerto chileno y desembarcar en otro, les impide acceder a este tipo de viajes.

Es decir, en la actual aldea global, todos podemos estar en todas partes, gracias a los avances tecnológicos, expansión del uso del automóvil, el auge del modelo low cost en el transporte aéreo, la expansión de la oferta hotelera y hasta la app Airbnb. No es cierto, pues, que Chile esté en el “culo del mundo” porque la moderna movilidad ha relativizado Norte y Sur y el centro del universo está en dónde estamos nosotros.

 





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