La victoria de Sebastián Piñera en la segunda vuelta presidencial del domingo tiene un conjunto de derivadas en materia política y económica que, habiendo sido previsibles, han comenzado a expresarse casi de inmediato en el ámbito de la actividad empresarial y valorización de activos.
Por de pronto, en la primera jornada bursátil post eleccionaria, el IPSA, indicador que promedia el comportamiento de las 40 acciones con mayor presencia comercial en dicho centro, estaba alcanzando un nuevo récor alcista, al acercarse a los 5.600 puntos. Si bien aquello pudiera parecer lejano, estos incrementos implicarán positivos ajustes para los Fondos de Pensiones, en especial los más riesgosos y con mayor presencia de ahorros en acciones.
Otro factor implícito en estos aumentos de precio es que denotan un cambio de tendencia de la alicaída actividad, en la medida que importan una mayor confianza empresarial expresada en renovada inversión y. por tanto, mejores expectativas para el empleo y mayor consumo, factores que, con seguridad, se verán consolidados con la aplicación de la serie de medidas pro inversión que Piñera anunció en su programa, lo que, a su turno, podría elevar aun más el valor de los activos en Bolsa.
De ser así, es esperable un crecimiento de las utilidades estimadas por las empresas para el 2018, lo que, además, gracias al paulatino incremento de la actividad económica en el mundo desarrollado y el subsecuente mejoramiento de precios de los comoditties -entre ellos el cobre- debería ir acompañado por mayor actividad minera, con todo el impacto que esta área tiene directa e indirectamente en el crecimiento del PIB de mediano plazo, lo que hace prever un salto en el ritmo de la actividad interna, y un crecimiento llevado a niveles del 3,5 por ciento aupado, adicionalmente, por sectores con mayor exposición al ciclo, entre ellos el retail, forestal y construcción
En este último sector, donde las principales compañías han estado mostrando débiles resultados a raíz de la ralentización de su actividad, las señales de reactivación ya comenzaron a producirse a contar de septiembre, cuando las encuestas comenzaban a darle clara ventaja a Piñera sobre sus contendores. Los resultados del domingo serán, pues, un acicate adicional para un área que, como la construcción, se caracteriza por sus ciclos y que, en esta nueva fase, podría mostrar un mayor ímpetu a contar de marzo próximo y, en especial, a partir del segundo semestre de 2018, tras cuatro años de cifras negativas de inversión.
En materia cambiaria, la elección de Piñera también incidió favorablemente en el precio del dólar, el que, en la primera jornada post electoral, cayó abruptamente a 622 pesos (14 pesos menos que el viernes anterior), alcanzando rápidamente el tipo de cambio que el mercado estima como piso para 2018 y que oscila entre 600 y 620 pesos. Dicho valor tiene un propicio impacto en materia de inflación importada, al tiempo que limita los precios de los productos no transables competitivos, tendiendo a sostener los precios y mejorar las compras -no obstante el alto endeudamiento de las capas medias- y, por cierto, la confianza de los consumidores que se verían estimulados a realizar mayores adquisiciones. Sin embargo, dicho tipo de cambio afectará a exportadores en el margen, no obstante que el Banco Central, con sus decisiones de la semana pasada respecto del dólar, parece mostrar que no está dispuesto a validar oscilaciones fuertes de la divisa, precisamente para evitar su mayor impacto en los retornos por comercio exterior.
Así y todo, con una tasa de interés relativamente baja y debido a las expectativas de una rápida recuperación de la inversión y la actividad, es presumible que la inflación interna siga una tendencia al alza en el mediano y largo plazo, lo que hace prever un comportamiento conservador del Central en materia de nuevas reducciones de los tipos, institución que dejaría intocada la TPM en su nivel actual de 2,5 por ciento, por lo menos hasta fines de 2018, razón por la que las tasas nominales también mostrarían poco espacio para nuevas bajas y más bien tenderían al alza gradual, limitando el financiamiento “burbuja” de la construcción, en especial, la habitacional. Las tasas reajustables, por lo tanto, deberían mostrar alzas acotadas, una vez que se internalice dicho escenario de mayor inflación hacia mediados del próximo año.
En lo político y social, este profundo cambio de expectativas para la inversión y el consumo constituye una nueva gran oportunidad para que ciertos sectores empresariales reafirmen con humildad su reciente compromiso de avanzar hacia un mejor, más limpio, justo y transparente funcionamiento del modelo económico, tan severamente cuestionado como consecuencia de la denuncia y revelación de una serie de conductas malsanas que han puesto al sistema en el banquillo de los acusados, y que, a pesar de todo, la ciudadanía ha decidido validar con aquella mayoría que terminó dando su voto de confianza a Piñera.
El mandatario electo es miembro no solo de la elite política, sino también de la empresarial, y en consecuencia, es de esperar que, más allá de las diferencias de énfasis que tiene con los diversos sectores o “almas” que conviven en esas élites, su administración sea una que favorezca la plena realización del sistema, estimule la innovación y creatividad, la competencia, el ímpetu ganador y la audacia inversora, de manera que, ya sin los temores de una escalada civil contra de la propiedad, el emprendimiento o una sobredimensión del Estado, el gran empresariado haga el aporte que espera ese 55% de chilenos que votaron por Piñera para hacer de Chile una nación desarrollada. De lo que haga el Presidente, su equipo y un empresariado seriamente comprometido con la ética de la competencia y el mejor servicio a los consumidores, dependerá si este nuevo Gobierno y renovada oportunidad, es un simple paréntesis o un real giro estratégico del país.