El dólar inició la semana económica en Chile con una caída hasta los $ 620, es decir, $3 menos respecto del viernes pasado y su nivel más bajo desde mediados de octubre pasado, no obstante que, a nivel global, la divisa subía levemente frente a una canasta de diez divisas que mide la agencia Bloomberg, probablemente aupada por los recientes cambios tributarios en EE.UU.
Como siempre, la fortaleza del peso chileno estuvo apoyada en mejores perspectivas para el precio del cobre, cuyos futuros subieron con fuerza luego que el mayor productor del metal de China, Jiangxi Copper Company, suspendiera operaciones debido a problemas medioambientales, augurando cierta disminución de oferta, sin una caída relevante de la demanda.
En efecto, los analistas han ido consensuando la previsión de que la programada desaceleración de la potencia asiática será moderada, alcanzando un ritmo de crecimiento de entre 6,4 por ciento y 6,5 por ciento (FMI) para 2018, no obstante que otros estiman que pudiera llegar a caer hasta al 5 por ciento dado el necesario ajuste de sus políticas financieras, que eviten una crisis de crédito, reduciendo, al mismo tiempo, la sobrecapacidad actual y alto nivel de apalancamiento, así como enfrentar las mayores exigencias de aumentar sus estándares medioambientales, hechos que afectan en el margen sus exportaciones y demanda interna.
Así y todo, Asia seguirá enervada en lo político raíz de las pruebas de misiles intercontinentales por parte de Corea del Norte y el duro enfrentamiento verbal entre su líder, Kim Jong-un, y el presidente de EE.UU, Donald Trump, tensiones que, según analistas, continuarán, incrementando los riesgos de una escalada accidental que afectaría aún más los vínculos comerciales entre China y EEUU., aupadas, además, por reacciones imprevisibles de los díscolos dirigentes de EEUU, Rusia y Corea del Norte que terminen afectando el comercio y la diplomacia. Por de pronto, la administración Trump inició una investigación antidumping contra la industria china del aluminio y, como se sabe, se ha opuesto a que la potencia asiática sea reconocida internacionalmente como una economía de mercado.
Las estrategia de EEUU (“America great again”) se desarrolla en un entorno en el que las Bolsas han mostrado una fuerte recuperación de su valor patrimonial, superando el 20 por ciento y hasta el 30 por ciento, en el caso del Nasdaq, un impulso que, empero, se ve ensombrecido por el temor subyacente a que la racha no sea, sino, una burbuja al borde de estallar, en especial, en momentos de cambio en la presidencia de una Federal Reserve que, con Janet Yellen, inició el retiro de los estímulos monetarios dispuestos a partir de 2009 y que, no obstante ser reconocido como un moderado, Jerome Powell, el nominado de Trump, pudiera afectar, tanto por razones comunicacionales, como por decidir alzas de tasas demasiado rápido o muy lento, poniendo freno a la economía.
Según la FED, EE.UU. crecerá en 2018 del orden del 2,5 por ciento y este podría aumentar hasta 2,8 por ciento con el impacto de la reforma fiscal aprobada la semana pasada, que, en la práctica, subirá los ingresos de las empresas y dará más ganancias a los accionistas.
Si al cambio en la FED se añaden las elecciones legislativas de octubre, con demócratas y republicanos trenzados en la discusión tributaria y en la compleja investigación sobre los vínculos de Trump con autoridades rusas en las pasadas elecciones presidenciales, los riesgos de un remezón político-económico no son improbables. Así y todo, si la Fed o la política no afectaran las bolsas, las utilidades de los accionistas se ven promisorias, mientras los consumidores recuperan la confianza, quedando solo pendiente un alza salarial, que suba el gasto e impulse la inflación hacia las metas de la Fed, reactivando aun más la principal economía del mundo.
Para América Latina, sin embargo, el balance está sesgado hacia los riesgos políticos en Brasil, Colombia y México, todos con elecciones generales, en contextos de gran descontento popular, líderes rechazados y graves escándalos de corrupción, en medio de un bajo crecimiento económico. Tales características ponen límites a la confianza inversionista y tienden a retacar aún más el crecimiento, en particular en México, país que, además, enfrenta la renegociación del Nafta, acuerdo que, de ser descartado por Washington, debilitará aún más la economía azteca, con todas sus derivadas hacia su zona centroamericana de influencia, al tiempo que, para Venezuela, 2018 pudiera ser el año de la prevista crisis de gobernabilidad y humanitaria, tras un probable default de su deuda.
Las esperanzas de los analistas para la región están puestas en el impulso de Argentina, que la lleve a crecer un 2,5 por ciento, gracias a más comercio exterior, mayor demanda interna y aumento del acceso al crédito. El país trasandino salió ya de su recesión y el Gobierno de Macri ha recibido un fuerte apoyo y mandato ciudadano en las recientes legislativas, hechos que posibilitarían mayor crecimiento e inversión para los próximos años.
En Europa, finalmente, la economía de la zona euro ha apurado el tranco y muestra su mayor crecimiento en una década, extendiendo cifras azules a todas las economías de la región. La Comisión Europea y expertos esperan que Europa crezca un 2,1%, mientras que el Banco Central Europeo (BCE) apunta a una cifra aún mayor, de 2,3 por ciento, gracias a más inversiones y crecimiento del comercio mundial, variables que han estimulado el mercado laboral, llevando el desempleo al porcentaje más bajo desde 2009, una expansión récord del sector manufacturero y la confianza empresarial alcanzando máximos desde 2000, datos a los que se agregan la mantención de tasas de interés en mínimos históricos.
Pero a pesar de que las elecciones en Francia y Holanda redujeron los fantasmas del populismo, tales riesgos no están superados, y más bien han quedado aplazados para los próximos meses, pues, Alemania aún debe formar gobierno y la eventualidad de nuevas elecciones no ha sido descartada, situación política que ha comenzado a pesar en el consumo y la confianza empresarial. De otro lado, en Italia, las elecciones generales de marzo aún podrían llevar al Gobierno al movimiento antiestablishment “Cinco estrellas”, grupo que ha crecido bajo la promesa de llamar a un referendo a la inglesa sobre la permanencia del país en la UE.
Y no obstante que el shock inicial del Brexit parece haber pasado, las actuales negociaciones de Londres con la UE son aún impredecibles y bien podrían alterar los negocios, tal como ha sucedido a Cataluña, tras su impulso independentista, donde, por lo demás, las recientes elecciones no resolvieron la situación, pues los pro-secesionistas ganaron la mayoría de los escaños en el parlamento regional, hecho político que, con seguridad, prepara el escenario para nuevos disturbios locales.
El contexto global que enfrentará Chile en 2018 -no obstante los riegos políticos- se observa, en consecuencia, favorable, en especial por un precio del cobre que se mantendrá en niveles más altos que 2017, lo que hace prever un crecimiento 2018 acercándose a 3,5 por ciento. En este marco, la demanda interna sería el principal impulsor del crecimiento, con un fuerte impulso de la inversión, y una expansión gradual del consumo privado, lo que junto a un tipo de cambio en el orden de los $600-$620, mantendrá la inflación acotada, más cerca del piso de la meta (2 por ciento), aunque en la medida que se internalice mayor crecimiento, moverse hacia el punto medio de la meta del Central (3 por ciento), razón por la que tasa de política monetaria (TPM) se debería mantener en 2,5 por ciento durante gran parte del año, y comenzar a subir hacia el último trimestre de 2018.