Azerbaiyán y su enero de tragedia y esperanza

La masacre del 20 de enero de 1990 tiene significados tan diversos y firmes en la memoria del pueblo de Azerbaiyán, que no es posible pensar en él, sólo como un mes trágico, un Enero Negro, sino también, necesariamente, como el inicio de una nueva fase, de un futuro más esperanzador, una etapa de restauración de la soberanía de un país que ha vivido cruentas etapas de búsqueda de libertad y de defensa de los derechos de su población.

La masacre del 20 de enero de 1990 tiene significados tan diversos y firmes en la memoria del pueblo de Azerbaiyán, que no es posible pensar en él, sólo como un mes trágico, un Enero Negro, sino también, necesariamente, como el inicio de una nueva fase, de un futuro más esperanzador, una etapa de restauración de la soberanía de un país que ha vivido cruentas etapas de búsqueda de libertad y de defensa de los derechos de su población.

Para aquellos países han estado sujetos o siguen estándolo bajo el dominio de otros, los caminos de la independencia están plagados de luchas, anhelos, fracasos, muerte y destrucción, que suelen llevar, finalmente, a la anhelada autodeterminación.

Tal es el caso de la República de Azerbaiyán – Azərbaycan Respublikası-  Un país lleno de contrastes en una de las zonas más peculiares del mundo. Un país riquísimo, que se encuentra a medio camino entre el Mar Caspio y el Cáucaso, entre Oriente Medio y Europa, un cruce de civilizaciones, culturas y riqueza arqueológica.

Este 20 de enero, la República de Azerbaiyán rememora los 28 años de uno de los episodios más sangrientos en materia de su tránsito hacia la independencia, tras vivir siete décadas bajo el control de la ex Unión Soviética, cuyo gobierno, presidido por Mijail Gorvachov ordenó la invasión de la capital de Azerbaiyán, Bakú, a manos, principalmente,  de la  denominada Fuerzas “Alfa”, grupo de combate especial de las Fuerzas Armadas Soviéticas. 26 mil hombres que a sangre y fuego quisieron apagar el espíritu libertario de un pueblo que había comenzado a andar teniendo como norte su libertad.

Miles de soldados, que en la noche del 19 y 20 de ese mes, a bordo de blindados y tanques, entraron en Bakú como un intento postrero de salvar el modelo político soviético: tratar de desmovilizar a los movimientos independentistas de Azerbaiyán, dando así los últimos manotazos de control  de una entidad política que se fragmentaba lentamente. La Armada Soviética, por su parte, se encargó de dejar fuera de servicio a la radio y televisión, cortando el suministro de energía eléctrica bajo el objetivo de operar y reprimir en condiciones tales, que el mundo no tuviera noción de lo que acontecía en la pequeña república ubicada en la región del Cáucaso.

La población de Azerbaiyán exigía el camino de la autodeterminación y que en ese 20 de enero constituiría un episodio de muerte y desolación. 134 muertos, 741 heridos, medio centenar de desaparecidos. Entre los muertos se encontraban no sólo azerbaiyanos, sino también civiles de origen ruso, ucraniano, tártaros, entre otros.  El denominado enero negro fue la expresión del gobierno del ex presidente soviético Mijail Gorbachov por seguir, en forma estéril, insuflando aire a la inexorable caída de una de las superpotencias que surgió tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Una represión que violaba el derecho del pueblo Arzebaiyano de avanzar hacia su libre determinación como país. Derecho que tiene un lugar privilegiado en la Carta de la Organización de las Naciones Unidas y en los pactos internacionales firmados en 1966. Concretamente la Carta de la ONU proclama como objetivo superior de los miembros de la comunidad internacional “fomentar entre las naciones, relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y a la libre determinación de los pueblos”.

La respuesta del gobierno soviético a esta demanda popular por la autodeterminación fue brutal. Una clara advertencia desde Moscú, no sólo a Azerbaiyán, sino también contra otras repúblicas que ansiaban su independencia. Enero de 1990 marcó para Azerbaiyán un hito histórico y el camino definitivo a la completa independencia, que se completaría con la declaración de independencia el 18 de octubre de 1991 manteniendo presente este logro, a pesar de la ocupación militar de 20 por ciento de su territorio por Armenia.

El enero negro está muy presente en la memoria colectiva del pueblo azerbaiyano que cada año es conmemorado con ceremonias oficiales en recuerdo de las víctimas con las banderas a media asta y muestras fotográficas, documentales, conferencias y ceremonias que mantengan vivo el recuerdo de acontecimientos que marcaron a fuego el camino de la libertad para Azerbaiyán. Enero del año 1990 es un renacer de aquel espíritu libertario vivido el año 1918 cuando se estableció la República Democrática de Azerbaiyán, considerada la primera república secular y democrática en el mundo islámico, que adelantada a su época otorgó el voto a la mujer y creó la Universidad Estatal de Bakú, una entidad moderna en la región del Cáucaso y Oriente Medio.

Sin embargo, esa etapa de vida independiente comenzaría a recibir las presiones de la joven URSS que comenzó a presionar a la república Democrática de Azerbaiyán para que se integre a la entidad multirepublicana, con el objetivo de tener acceso ilimitado a los recursos petrolíferos de la zona de Bakú, rica en hidrocarburos hasta el día de hoy.  La integración se hizo a la fuerza mediante la invasión del Ejército Rojo que concretó la formación de la denominada República Socialistas soviética de Azerbaiyán el 28 de abril del 1920. Veinte mil soldados azerbaiyanos murieron en la defensa de su breve período de vida independiente.

La masacre del 20 de enero de 1990 tiene significados tan diversos y firmes en la memoria del pueblo de Azerbaiyán, que no es posible pensar en él, sólo como un mes trágico, un Enero Negro, sino también, necesariamente, como el inicio de una nueva fase, de un futuro más esperanzador, una etapa de restauración de la soberanía de un país que ha vivido cruentas etapas de búsqueda de libertad y de defensa de los derechos de su población.

Así como la masacre a manos de las fuerzas soviéticas, es recordada como un ejemplo de resistencia, así también ha servido para tener muy presente las luchas actuales, bajo el marco de un “siempre será enero” en los corazones azerbaiyanos. Cada enero en los corazones azerbaiyanos resuena con fuerza el recuerdo de sus héroes y la certeza que el actual país ha sido construido en función de aquellos hombres y mujeres que ofrendaron su vida.

Este 20 de enero, cientos de miles de azerbaiyanos, como cada año, dirigen sus pasos y abren su corazón para recordar a sus héroes en el Monumento a los Caídos, conocido popularmente como el Callejón de los Mártires –Shehidler Khiyabani – en la ciudad de Bakú. Allí, el recogimiento y el respeto se funden con la necesidad de tener presente a aquellos que dieron su vida en enero del 1990. Enero marca la conmemoración de una tragedia que afirma expresamente “prohibido olvidar” pero también señala un hito histórico, el punto de inicio de lo que sería el camino de la definitiva independencia.





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