El miércoles renunció el secretario de personal de la Casa Blanca Rob Porter, y el viernes dimitió David Sorensen, redactor de discursos de la presidencia.
Porter renunció tras conocerse las denuncias de agresión física y abuso psicológico de sus dos exesposas, una de las cuales divulgó una foto suya con un ojo morado del que lo responsabiliza.
Porter, que negó las acusaciones, trabajaba junto a Trump y manejaba material altamente confidencial, aunque no había pasado los filtros de seguridad requeridos para su puesto por esas mismas denuncias.
“Lo aprecio. Le deseamos lo mejor. Trabajó muy duro”, dijo Trump a periodistas sobre su excolaborador Porter.
En la noche del viernes, David Sorensen dimitió luego que su esposa lo acusara de violencia doméstica.
El portavoz adjunto de la presidencia, Raj Shah, dijo que la Casa Blanca se enteró el jueves de las acusaciones contra Sorensen, “a quien confrontamos inmediatamente”, pero “negó las acusaciones y renunció hoy” viernes.
En el centro de la tormenta por el caso están también dos figuras próximas a Trump: su jefe de gabinete, John Kelly, y su directora de comunicaciones, Hope Hicks, esta última vinculada sentimentalmente con Porter.
¿Kelly no lo sabía? Y si estaba al tanto, ¿por qué no hizo nada? ¿Y por qué Hicks, una de las más cercanas colaboradoras de Trump, permaneció en silencio hasta que el asunto se hizo público? ¿Acaso porque tenían una relación?
El debate, ya encendido luego de la Casa Blanca reconociera a través de su subsecretario de prensa, Raj Shah, que muchos podrían haber hecho las cosas mejor para manejar la situación, se avivó con las declaraciones de Trump.
Desde la Oficina Oval, Trump aseguró que supo “recientemente” de las denuncias, de las que se “sorprendió”. “Fue muy triste cuando nos enteramos”.
El mandatario saludó el “muy buen trabajo” de Porter en la Casa Blanca. “Esperamos que tenga una carrera maravillosa (…) una gran carrera por delante”, le deseó.
“Ciertamente le deseamos lo mejor”. Y añadió: “Como probablemente saben, él dice que es inocente y creo que ustedes deben recordar eso”.
El vicepresidente Mike Pence trató de tomar distancia del tema. “Cuando renunció fue cuando me enteré de las acusaciones de violencia doméstica”, dijo desde Corea del Sur, donde asiste a los Juegos Olímpicos de Invierno.
“La Casa Blanca ha reconocido que podría haberlo manejado mejor”, añadió, y prometió analizar el tema con el presidente a su regreso.
Porter, un egresado de Harvard, era respetado y se lo consideraba bueno en su trabajo.
Hasta horas antes de que dejara su puesto, la Casa Blanca lo elogiaba por su integridad y rectitud.
Pero sus exesposas no pensaban lo mismo.
Una de ellas, Jennifer Willoughby, dijo haber vivido su matrimonio bajo un estado de “terror constante”.
En una entrevista con CNN, consideró “preocupante” que el debate se haya centrado en el aporte laboral de Porter y no en “un hombre con problemas que necesita ayuda”.
“¿Podemos separar el trabajo de un hombre de su vida privada?”, se preguntó.