Perú: Entre el “Adiós PPK” y el “Fujimori nunca más”

La galería de los presidentes se ha vuelto un fichero policial: sobre Alberto Fujimori ya se sabe que está libre por una negociación espuria, no por inocente ni haber cumplido su condena. Ollanta Humala y Nadine Heredia, acusados de haber recibido tres millones de dólares del Partido de los Trabajadores de Brasil en el contexto del Caso Odebrecht, están en la cárcel hace meses. No escapa de las acusaciones de coimas Alan García, cuyo futuro judicial es incierto. Y justo esta mañana, la Corte Suprema había aprobado solicitar a Estados Unidos la extradición de Alejandro Toledo.

La galería de los presidentes se ha vuelto un fichero policial: sobre Alberto Fujimori ya se sabe que está libre por una negociación espuria, no por inocente ni haber cumplido su condena. Ollanta Humala y Nadine Heredia, acusados de haber recibido tres millones de dólares del Partido de los Trabajadores de Brasil en el contexto del Caso Odebrecht, están en la cárcel hace meses. No escapa de las acusaciones de coimas Alan García, cuyo futuro judicial es incierto. Y justo esta mañana, la Corte Suprema había aprobado solicitar a Estados Unidos la extradición de Alejandro Toledo.

Ha caído Pedro Pablo Kuczynski. El presidente de apellido tan poco peruano que para poder pronunciarlo se hizo mejor transformarlo en PPK. El que tenía más que apariencia de gringo, pues había pasado buena parte de su vida trabajando como gerente de empresas estadounidenses. El que sin mucho liderazgo ni carisma se fue perfilando cuando toda la política peruana a su alrededor se derrumbaba. El que, entre una izquierda que todavía paga las consecuencias de su pasado y el Fujimorismo, apareció como el mal menor, sin serlo. El que transó la libertad de Fujimori para salvarse de un primer intento de destitución. El que señaló la impropiedad del presidente de Venezuela para asistir a la Cumbre de las Américas en Lima, cuando él mismo se hundía en escándalos de corrupción. El que vino al cambio de mando en Chile sin que nadie se molestara ni le hiciera una contramanifestación.

Ha caído PPK. Por corrupto.

Como fue su deplorable mandato, su renuncia tampoco poseyó dignidad. Zafó de que fuera verdad institucional, pero políticamente es aún válida la vacancia de la Presidencia de la República por “incapacidad moral permanente”. Descubierto en su concepción de aferrarse al poder a toda costa, de su impudicia de cambiar convicciones y billetes por votos, sabía que ya no tenía nada que hacer ni ofrecer para salvar su segura destitución. Renunció solo porque el destino estaba escrito para él, en una alocución de siete minutos donde habló de ingobernabilidad, de la Patria y de su familia, pero sin hacer mención a las grabaciones con los intentos de compra de votos de senadores, que es lo que en realidad lo llevó al abismo.

Lo terrible es que los mismos grupos que han acompañado a estos dignatarios corruptos se harán cargo de un futuro que, entonces, no parece tal. Así se abre un nuevo escenario de incertidumbre para el futuro político e institucional del Perú, lo que también se ha trasladado al orden público. El general y director de la Policía Nacional del Perú, Douglas Zubiate, informó este miércoles que todo el personal policial del país se mantendrá en “alerta máxima y con sus uniformes de faena en sus respectivas unidades”.

Según lo establecido en el artículo 119 de la Constitución, ante la caída de PPK la presidencia será asumida por el primer vicepresidente Martín Vizcarra o, en su defecto, la segunda vicepresidenta Mercedes Aráoz. Este paso, que es procedimental, no resuelve en todo caso el problema político, pues la presidencia sustituta no tendrá peso político y es probable que prefiera convocar inmediatamente a elecciones.

Hay en todo caso, quizás, apenas una cosa estable y es que los peruanos han dado un consistente respaldo a la continuidad de la política neoliberal que se ha implementado en Perú durante las últimas dos décadas, representada por la sucesión de estos presidentes ahora caídos en sus desgracias. Aunque ahora fue un video difundido por el Fujimorismo el que lo hizo caer, ayer fue una negociación con el mismo sector la que lo salvó. Y, anteayer, hay que recordar que Kuczynski, en la segunda vuelta del año 2011, apoyó abierta y decididamente a Keiko Fujimori. Todos ellos, y también Humala, Toledo y García representan, desde el punto de vista del programa económico y de sus posiciones políticas, una mirada similar. Sus diferencias radican en sus adhesiones sociales: Kuczynski representaba a la derecha empresarial, a la élite, a lo que en Chile se llamó “los poderes fácticos”, mientras Keiko Fujimori ha aspirado a representar a una suerte de derecha populista, con carga autoritaria, cuya base de apoyo se concentra en los sectores populares y menos ilustrados, además de las zonas rurales y selváticas donde Alberto Fujimori destinó parte importante de sus políticas de Estado, como parte de su plan contra Sendero Luminoso. García a su vez representa la conversión socialdemócrata al neoliberalismo y Humala lo que algunos han llamado traición, pues llegó al gobierno con la simpatía (y el apoyo) de los gobiernos progresistas de la región, para después abrazar el neoliberalismo.

Como decíamos al principio, PPK fue el mal menor para detener al Fujimorismo. A él lo apoyó un frente anti-fujimorista que no necesariamente comulgaba con él, simbolizado en el escritor Mario Vargas Llosa y en la ex candidata de izquierda Verónika Mendoza. Ahora que se ha producido la vacancia del poder, muchos temen que trágicamente ocurra lo que tanto se trató de evitar. Por eso, en estas horas de incertidumbre, la sigla “PPK” compite en masividad en redes sociales con la consigna “Fujimori nunca más”.





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