Natalia Lafourcade: La mujer de la sonrisa

La cantante mexicana regresó a Santiago para presentar el segundo volumen de su disco Musas en un vibrante concierto, ante un teatro entregado de principio a fin.

La cantante mexicana regresó a Santiago para presentar el segundo volumen de su disco Musas en un vibrante concierto, ante un teatro entregado de principio a fin.

Natalia Lafourcade llevaba escasos minutos sobre el escenario cuando encadenó una canción propia, como “Mexicana hermosa”, con un bolero imperecedero como “Tú me acostumbraste”, y el público que repletó en la noche de este domingo el Coliseo Santiago le respondió de la misma forma en ambas composiciones: con un coro atento y un aplauso fervoroso. Fue como un presagio de lo que serían las siguientes dos horas y algo más: nuevas y viejas canciones hermanadas, ante una audiencia entregada, pródiga en ovaciones a veces ensordecedoras.

Poco después de anunciar una pausa indefinida en su carrera, la cantante mexicana volvió a Santiago para presentar el segundo volumen de su disco Musas, en que se une al dúo Los Macorinos para homenajear -así dice el subtítulo- el folclor latinoamericano. A la capital, no obstante, llegó con un sexteto de guitarra, bajo, batería, teclados, trompeta y percusiones que hizo crecer las canciones, a pesar del sonido irregular del recinto. Entre todos, destacó el trompetista Alfredo Pino, protagonista en varios pasajes del concierto.

Junto a ellos, Natalia Lafourcade funde ambas partes de Musas con Hasta la raíz (2015), el estupendo disco con el que dio un salto de popularidad, pero también artístico. Es algo que queda de manifiesto en vivo: más allá de la afectuosa recepción del público, el breve segmento en que retrocede a canciones como “En el 2000” o “Amarte duele”, no brilla como el resto. Por el contrario, quizás una de las virtudes de un disco como Hasta la raíz era justamente la posibilidad de un pop latinoamericano en el mejor de los sentidos: música con vocación popular, con una mirada contemporánea y con raíces identitarias. Así se escucha y ve en vivo. Las canciones más recientes se acoplan con los clásicos y no destiñen, sino que todo parece parte de una misma estética.

Más allá de eso, el concierto que Natalia Lafourcade ofreció este domingo recuperó el singular clima de celebración que ya había logrado en sus últimas visitas, en 2015 en el Teatro Cariola y hace un año en el mismo Coliseo. Hay algo inefable en cada una de esas noches, una particular mezcla de alegría, sentimiento y respeto, que se halla en distintos momentos. Se halla cuando actualiza el “Qué he sacado con quererte” de Violeta Parra, cuando canta la sentida “Lo que construimos”, cuando se convierte al bolero en “Soy lo prohibido”, cuando arma una fiesta mexicana en “Mi tierra veracruzana”, cuando viaja a Cuba con “Danza de gardenias” o cuando toca la “Tonada de luna llena”, de Simón Díaz, apenas rasgueando la guitarra. Se halla también en los chistes y modismos mexicanos, en los bailecitos y en esa sonrisa que no se le borra nunca del rostro y que parece genuina, no impostada.

Quizás se puede resumir en que los conciertos de Natalia Lafourcade son cálidos, un lugar para siempre volver.





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