Calmar a los mercados. Este es el objetivo del presidente Mauricio Macri. La Argentina pedirá una línea de crédito de 22.000 millones de dólares al Fondo Monetario para salir de la crisis cambiaria y mantener su programa de reformas económicas.
Si el peso argentino es atacado es, antes que nada, porque la Reserva Federal estadounidense subió sus tipos de interés y los inversores se retiran de los países emergentes. Lo mismo pasa con las otras monedas de la región. Pero la caída del peso es más fuerte porque las políticas de Macri tardan en dar sus frutos.
Desde 2015, el gobierno ha elegido restablecer los equilibrios económicos con reformas graduales, con el fin de evitar una crisis social. El acuerdo con el FMI es un intento de salvar el “gradualismo” y rechazar el ajuste que reclaman los mercados.
En el 2006, cuando los peronistas, durante el gobierno de los Kirchner, cancelaron las deudas con el organismo, la medida fue presentada como una liberación. Derrotados en las urnas en el 2015 y el 2017, los kirchneristas no tardarán en levantar cabeza si el acuerdo con el Fondo no da los resultados esperados.