Esta semana se dieron a conocer los resultados del Censo tomado en 2016. La radiografía a la población chilena entregó algunas confirmaciones, como el envejecimiento progresivo, como consecuencia de la baja natalidad; o la preponderancia del rol de las mujeres, sobre todo, en familias monoparentales.
Entre los datos obtenidos se dio a conocer el alza de la población que se identifica con una etnia originaria. La categoría en 2012 había bajado dramáticamente. ¿Cómo ocurrió ese salto?
La pregunta la respondió el profesor Felipe Agüero del Instituto de Asuntos Públicos (INAP) de la Universidad de Chile. A su juicio, fue fundamental el cambio en el fraseo de la interrogación. Esta vez, el haber preguntado por la identificación, permitió que los encuestados tuvieran mayor posibilidad de expresar su sentir.
Este no sería el único factor. Otros, como el pasar del sentir “vergüenza” por pertenecer a determinada etnia a ver como un orgullo esa realidad, también habría pesado en el cambio: ” La investigación debe demostrar qué factor pesa cuánto. Sin duda, tiene que ver con un cambio cultural y un mayor empoderamiento de las propias comunidades indígenas, al lograr mayor legitimidad de su presencia reconocida por la sociedad y, también, por la mayor consciencia de derechos”.
Para Agüero el contexto internacional también marca la diferencia. Citando a José Bengoa, en su libro La emergencia indígena, indicó que todo va a la par, siendo muy importante lo recogido internacionalmente en el Convenio 169 de la OIT o en la declaración de Naciones Unidas sobre derechos de pueblos indígenas. “Hay una serie de factores internos y externos que van dando legitimidad y más entrada a esta identificación de pueblos indígenas, y que permite una mayor autoidentificación de las personas como parte de estos. Sin embargo, en Chile, esto no tiene un correlato institucional, pero sí cultural y social. así lo reflejan las cifras”, que dan cuenta de un aumento de pertenencia en todas las etnias, principalmente de la mapuche.
Otro de los temas que se desprendió de la información entregada por el Censo fue de la concentración mayoritaria de los mapuches en la Región Metropolitana, por sobre otras zonas como La Araucanía, Los Lagos o Biobío, lo que respondería al proceso de urbanización mundial, de la que no escapan los pueblos indígenas, según explicó el profesor entrevistado por Patricio López en RadioAnálisis.
Lo interesante, advirtió, es ver cómo el alza de ocho puntos se refleja en la instalación de políticas públicas y la distribución de recursos tendientes a establecer dichas normas: “Sin duda hay un atraso institucional y cultural en las élites que, si bien ha ido cambiando, queda muchísimo que avanzar para que se logre reflejar en política”.
El proceso, que debe ser impulsado desde la ciudadanía, tiene algunos obstáculos, según lo define Felipe Agüero. Una de ellas, la dificultad de organización de los pueblos originarios; otra, el Parlamento, donde siguen existiendo mucho desconocimiento sobre el otro, sobre las identidades diversas: “Ha habido avances, pero falta entender realmente la existencia de un otro, en este caso de pueblos originarios, con su propio mundo cultural, sus demandas y de cómo son reconocidas éstas y las posiciones en materia de autonomía, autogobierno y territorio en los convenios internacionales. Falta muchísimo para eso”.
Demografía y contingencia social
¿Cómo serían las leyes chilenas si las propuestas del Ejecutivo y del Legislativo respondieran a los desafíos que muestran los datos de estadísticas censales?
La pregunta intenta responder la inquietud de demógrafos, sociólogos, médicos y un sinfín de profesionales que revisan el impacto que pueden tener en los próximos treinta años del país, las cifras reveladas en la medición.
En conversación con el programa Semáforo, Marinella Mazzei, profesora de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, explicó la urgencia de tomar medidas que respondan, por ejemplo, a los niveles de envejecimiento poblacional.
Si bien éste es un dato que no sorprende, por primera vez queda expresado que Chile es el país más envejecido, con menor tasa de fecundidad, de la región. “Por primera supera a Argentina o Uruguay, ejemplos típicos para hablar de las dificultades en el recambio de la población”.
Hoy, en promedio, las familias chilenas tienen 1.2; también crece la cantidad de mujeres que deciden retrasar o suspender la idea de ser madres; además se eleva la cantidad de personas que conforman los núcleos: 3.1 persona en cada una.
Los desafíos, múltiples, dice la socióloga y demógrafa de la Facultad de Medicina. En la población envejecida, por ejemplo, trabajar en reforma al sistema de pensiones para revertir los índices de pobreza declarados en este grupo poblacional.
Según indicaron desde Senama, los bajos montos que reciben los jubilados, los obligan a trabajar hasta el fin de su vida. Un 21 por ciento de la población mayor de 65 años se declara activa laboralmente. Un doce por ciento de ellos, trabaja hasta después de los setenta años.
¿Dónde trabajan estos adultos mayores?, ¿Qué condiciones de vida tienen?, ¿Alcanzas sus deudas en un momento donde se encarece la vida?, son parte de las preguntas que se hacen desde la Unión Nacional de Pensionados de Chile, según cuenta La Tercera.
También trabajar en sistemas de vivienda y transporte: una ciudad adecuada a ancianos cada vez más longevos y con menos redes de apoyo. ¿Qué pasará en treinta años con los hoy jóvenes que viven en grandes edificios de pequeño metraje individual?, espacios inhabilitados para una silla de ruedas o para enfrentar contingencias como el daño de un ascensor.
La economía también debería estar en alerta. Algunos datos demuestran cómo la fuerza de trabajo en el sector primario se concentra en ciudades mineras como Antofagasta. No es casual que esa sea una de las únicas regiones del país donde la población masculina es mayoritaria, a diferencia de la tendencia nacional.
¿Es posible un modelo primario exportador con esta tasa de envejecimiento? Es otra de las preguntas que se abren. De querer persistir en el modelo tan cuestionado desde diversos sectores sociales, es necesario anteponerse a la crisis.
El cuidado también está contenido en las cifras entregadas por el INE: Con mayor nivel educacional y mayor penetración en el mundo del trabajo, son las mujeres las principales cuidadoras del hogar, haciéndose cargo de hogares monoparentales, cuidado de hijos y de padres, principalmente.
Así, los expertos sostienen que es fundamental convertir estos números en la base de políticas públicas que dialoguen con nuestro retrato: pensiones, salud preventiva, habitabilidad urbana, igualdad de género, migración y comunidades indígenas son parte de las urgencias reveladas en el Censo.
Después de dieciséis años, Chile vuelve a encontrarse de frente, hoy con un país inmensamente diferente al de 2002.