Un Ministro francamente peligroso

  • 01-06-2018

Por lo general, los ministros de relaciones exteriores son los mejores evaluados por la opinión pública. Los países que tienen relaciones vecinales tensas o difíciles se inclinan al patrioterismo y, de esta forma, a respaldar casi incondicionalmente a sus cancillerías. Sin embargo, es frecuente que sus titulares lo hagan mal y carezcan de una visión estratégica en sus tareas o se propongan resolver las coyunturas difíciles, más que mostrarle los dientes a los países llamados a tener una relación pacífica y constructiva. Muchos votos se consiguen mediante el ejercicio constante del chovinismo, así como los vendedores de armas y los militares se complacen siempre en avivar los conflictos entre las naciones.

Aunque parezca impopular decirlo, tenemos la convicción de que los últimos cancilleres de nuestros gobiernos han sido un verdadero desastre. Han avivado las controversias con Perú y Bolivia, así como su beligerancia ha sido extendida a regímenes como el venezolano, el cubano y a naciones tan distantes como Corea del Norte, en una manifestación explícita de su fidelidad con los intereses estadounidenses.

Si se aprecia la trayectoria de Heraldo Muñoz y, ahora, del ministro Roberto Ampuero, en ambos casos en su juventud fueron personas que abrigaron jacobinamente el izquierdismo, militaron en partidos vanguardistas, para demostrarse después en las antípodas de lo que algún día defendieron con tanto ímpetu. Han sido, por esto, los más indicados para que Michelle Bachelet y Sebastián Piñera les hayan dado la dignidad de ministros de estado, ciertamente por su compartida obsesión de agradar a la Casa Blanca y atraer las inversiones extranjeras.

No importa mucho los errores que cometan. El actual Canciller se está convirtiendo en uno de los principales agentes de la política de Trump de desestabilizar al régimen de Nicolás Maduro, desacreditando sus elecciones presidenciales antes que se supieran sus resultados. Nos recuerda que Chile, esta vez con una Canciller, fuera el primer gobierno en reconocer el conato golpista frustrado a Hugo Chávez durante el gobierno de Ricardo Lagos Escobar. Sin duda algo que nos causara mucho bochorno.

Asimismo, todos tenemos fresca en la memoria los improperios cometidos por Heraldo Muñoz en contra de la demanda boliviana frente al Tribunal Internacional de la Haya, como su completa renuencia a buscar el diálogo con Evo Morales para una resolución justa, digna y pacífica. Para salir del enclaustramiento en que los dejó una guerra fratricida.

Miles o millones de dólares imputados a nuestro erario nacional para sostener un largo juicio internacional, con reiterados viajes y viáticos, onerosos asesores y abogados, aunque lo más probable sea que de nuevo nuestro país no obtenga un veredicto favorable a Chile a la paz regional. De esta forma es que su nombre de pila lo ha identificado como uno de los principales heraldos de los intereses estadounidenses y ahora cuente con solventes recursos hacerse de la dirección de su partido y, con ello, mantenerse vigente políticamente en nuestro país.

La ignorancia y la falta de experticia en los asuntos internacionales es patética en el caso de Ampuero, un escritor del montón que no tiene más mérito que el de ser un marxista arrepentido para encumbrarse a un cargo en que, indudablemente, la centro derecha y nuestro propio Servicio Exterior contaba con gente mucho más experta y culta. Pero ya sabemos que lo que más seduce a Washington son estos personajes que reniegan de su pasado izquierdista y mucho más, todavía, si derivan en anticubanos o castristas, como es el caso.

Roberto Ampuero ya se mostró torpe y falto de iniciativa al no advertirle a Sebastián Piñera lo mal que se vería nombrar a un hermano como embajador en Argentina. Actitud que agravó con su falta de prevención respecto del viaje frustrado de Piñera a Europa, una vez que el presidente francés advirtiera que “por problemas de agenda” no podía darle audiencia al mandatario chileno. Desistimiento que, indudablemente, constituye un fiasco para nuestro país, aunque se intente que pase inadvertido.

Resulta que ahora el Canciller Ampuero es el primer ministro de RREE que ha sumado su firma a la de los representantes de Canadá y Estados Unidos para propiciar un enjuiciamiento en la Organización de los Estados Americanos (OEA) al gobierno venezolano, después de declarar como “ilegítimo y viciado” su proceso electoral. Todo esto, mientras calla sobre la flagrante ilegitimidad del gobierno de Temer en Brasil, los evidentes despropósitos del régimen nicaragüense y otras graves situaciones el Continente. A lo que debemos agregar los demenciales despropósitos de Donald Trump en el mundo y, ahora, contra sus propios socios de la Comunidad Europea. Tampoco tiene en consideración de que en La Habana se acaba de realizar un importante foro de la Cepal, lo que sin duda habla de la respetabilidad que goza Cuba en el concierto internacional y regional.

Nuestros dos últimos cancilleres han hecho caso omiso de que el régimen chileno de verdad no tiene las preseas democráticas para convertirse en juez de otras naciones. Cuando aún nos rige la constitución pinochetista de 1980, habitualmente tenemos cifras de abstención electoral que se acercan o han superado el 60 por ciento y las acciones represivas y criminales contra las demandas de nuestros pueblos aborígenes son condenadas por las organizaciones de Derechos Humanos. Además de que fenómenos como el de la corrupción política y de los uniformados, la delincuencia común y el narcotráfico nos tiene empatados, ya, con el desempeño de las más críticas sociedades del mundo.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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