El Mundial de Fútbol es una oportunidad para que Rusia se presente a sí misma como un país moderno y cosmopolita. Y Vladimir Putin no quiere dejar pasar el tren.
“Hay seis millones de personas que juegan al futbol en nuestro país. Y muchos de ellos lo aman”, señaló recientemente a los medios el presidente del país más grande del mundo.
Rara vez estuvo tan politizada una Copa del mundo. Pero lo mismo se decía hace cuatro años con los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebraron en la ciudad rusa de Sochi.
Putin fue uno de los principales rostros de la candidatura de Rusia para albergar el Mundial de 2018. En 2010 viajó a la sede de la FIFA en Zúrich para promocionarla. Rusia se impuso en una polémica doble votación en la que Catar fue elegida para albergar el torneo en 2022.
Aquella elección fue objeto de varias investigaciones por la supuesta corrupción en la FIFA. Rusia siempre lo negó y tanto Joseph Blatter como Gianni Infantino, su sucesor en la presidencia de la FIFA, recibieron calurosas bienvenidas cada vez que aterrizaban en Moscú.
Las acusaciones de haber desarrollado un programa estatal de doping en los Juegos de Sochi también mancharon la reputación de Rusia. Y desde la cita olímpica, la lista de pecados políticos de Rusia no ha dejado de crecer según el punto de vista de Occidente: asaltos en Ucrania, una intervención brutal en Siria, presuntos ataques de hackers contra varios gobiernos, interferencia en las elecciones de Estados Unidos y Francia…
El reciente ataque contra el exagente doble Sergei Skripal en Reino Unido también ha envenenado el ambiente entre Rusia y Occidente. Pero eso es, sobre todo, una visión de Europa occidental. En África, Asia y América Latina la imagen de Rusia no es tan negativa.
Los líderes de Rusia son conscientes de esa visión internacional. El país está sufriendo una guerra informativa, se quejó la presidenta de la Cámara alta del Parlamento, Valentina Matviyenko, durante una visita a la ciudad de Volgogrado, que albergará varios partidos del Mundial.
Las cadenas de televisión extranjeras están lanzando barro y empañando la reputación de Rusia. “Pero ahora vendrán millones de personas y conocerán la verdadera Rusia, a los verdaderos rusos, y la guerra informativa no les afectará”, añadió Matviyenko.
Incluso una figura muy conocida de la oposición rusa como el comentarista de futbol Vasily Utkin argumenta que la política y el Mundial no deberían estar tan vinculados.
“Como cualquier otro votante de este país, tengo objeciones sobre el liderazgo de Rusia, pero nada más allá de lo habitual”, dijo Utkin.
Ningún país ha boicoteado el Mundial de futbol y los aficionados extranjeros están encantados de ir a Rusia, agregó Utkin. “Todas las entradas se han vendido y la mayoría de los aficionados vendrán de Estados Unidos, cuya selección ni siquiera se clasificó”.
Pero, ¿se debería obviar estas cuatro semanas que el director de teatro Kirill Serebrennikov está bajo arresto domiciliario o que el activista de derechos humanos Oyub Titiev está bajo custodia? “No olvidaré eso ni un segundo”, afirmó Utkin. “Pero nosotros en Rusia tenemos que resolver esto en el marco de nuestro nuestro sistema, según nuestras propias leyes”.
Después de gastar unos 50 mil millones de dólares en los Juegos de Sochi, Rusia ha invertido unos 10 mil millones en el Mundial de futbol. Gran parte de ese dinero se destinó a los estadios, mientras que los aeropuertos y la infraestructura de transporte también se modernizaron.
El jefe del comité organizador del Mundial, Arkady Dvorkovich, cree que los preparativos del Mundial han sido un gran estímulo para el país y que el torneo ayudará a Rusia a salir de la crisis económica en la que lleva tres años.
Un Mundial bajo la amenaza del Terrorismo
El combatiente yihadista apunta un arma automática al aire mientras una bomba explota cerca de ahí, envolviendo un estadio de la Copa del Mundo en columnas de humo. En el fondo, el presidente ruso está de pie, en un podio, en la mira del rifle de un francotirador. “Putin: tú, infiel, pagarás el precio por matar musulmanes”, se lee en el mensaje de este cartel en línea, publicado en abril por partidarios del grupo Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). En otras aterradoras imágenes que circulan en línea, se muestra a varios yihadistas decapitando a algunas de las estrellas más importantes del futbol, entre ellas, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo. “Su sangre llenará el estadio”, se lee.
Durante el último año, ISIS ha sufrido derrotas militares incapacitantes en Irak y Siria. Sin embargo, el grupo yihadista ha utilizado las redes sociales y servicios de mensajería encriptados para alentar a sus seguidores a atacar a los espectadores del Mundial de Futbol. Distintos analistas afirman que la seguridad en los estadios será estricta, pero las atestadas zonas de aficionados alrededor de los estadios serán mucho más difíciles de vigilar y podrían ser vulnerables a ataques de “lobos solitarios” inspirados por el Estado Islámico. Este tipo de agresiones, que requieren poca planificación, han ocurrido en Londres y Mánchester, Reino Unido; en Barcelona, España, y en Rusia, donde han matado a decenas de personas.
El simple hecho de que ISIS afirme que desatará el caos en la Copa del Mundo no significa que lo hará, pero a los analistas de seguridad los preocupa que el evento sea un blanco demasiado atractivo para que los militantes de ISIS se resistan, especialmente, dada la pérdida de territorio del grupo. “Un ataque exitoso [en Rusia] daría un tremendo impulso propagandístico al Estado Islámico y a sus combatientes y partidarios”, señaló en un reciente informe Matthew Henman, director del Centro Jane’s de Terrorismo e Insurgencia de la empresa de análisis IHS Markit con sede en Londres.
Uno de los riesgos principales: yihadistas rusos curtidos en batalla con experiencia en la producción de artefactos explosivos improvisados que han vuelto de Siria e Irak. De acuerdo con funcionarios de seguridad de Rusia, alrededor de 4,000 ciudadanos rusos, principalmente de la región del Cáucaso Norte, donde se ubica Chechenia, han combatido al lado de ISIS en Oriente Medio.
Aunque los ataques islamistas en Rusia tienen su origen en el volátil Cáucaso Norte, los combatientes leales a ISIS tienen la capacidad de atacar mucho más allá de esa área. Una de las ciudades sede del mundial que se encuentra en riesgo es Nizhny Novgorod, situada a poco más de 400 kilómetros de Moscú. El 4 de mayo, un militante de ISIS hirió a tres oficiales de policía en un tiroteo ocurrido en ese lugar.
El combatiente yihadista fue muerto por los servicios de seguridad tras atrincherarse en un departamento a solo 14 kilómetros del estadio en el que países como Argentina, Inglaterra y Suecia habrán de jugar. En febrero y en noviembre pasado, las fuerzas de seguridad de Rusia también mataron a tiros a militantes de ISIS que planeaban realizar ataques en la ciudad.
Las ciudades sede de la Copa del Mundo ubicadas en el sur de Rusia también están en riesgo, afirma Grigory Shvedov, redactor en jefe de la agencia noticiosa en línea Caucasian Knot, que monitorea la actividad de militantes islamistas en Rusia. Shvedov afirma que los ataques recientes de ISIS contra iglesias ortodoxas rusas en el Cáucaso Norte indican que el grupo yihadista se prepara para atacar objetivos sensibles. Volgogrado, que limita con la región del Cáucaso Norte, es una región cuya seguridad resulta particularmente preocupante.
En noviembre pasado, dos oficiales de policía fueron hospitalizados con heridas de cuchillo tras un ataque inspirado por ISIS en esta región del sur de Rusia, donde se jugarán partidos de las selecciones de España y Rusia, así como de Arabia Saudita e Irán. Cuatro años antes, en diciembre de 2013, un par de bombardeos suicidas ejecutados por militantes islamistas mataron a 34 personas en Volgogrado. Esos ataques fueron realizados por el Emirato del Cáucaso, un grupo yihadista ahora extinto cuyos antiguos miembros han jurado lealtad a ISIS.
Dadas estas posibles amenazas, el Kremlin incrementa sus operaciones de antiterrorismo. Los servicios estatales de seguridad “liquidarán” a 12 células militantes y arrestaron a 189 sospechosos entre enero y abril de este año, afirma Alexander Bortnikov, director del SFS. El SFS también ha ordenado el cierre de plantas químicas y otras fábricas de alto riesgo durante el evento, que tendrá un mes de duración.
Sin embargo, funcionarios de seguridad rusos insisten en que el torneo se llevará a cabo de manera segura, y señalan su éxito en la prevención de ataques durante los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014. Empero, existen grandes e importantes diferencias entre Sochi y la Copa del Mundo. “Los Juegos Olímpicos de Sochi se realizaron en un momento en el que el Estado Islámico no estaba activo en Rusia”, dice Shvedov. “Actualmente, por desgracia, está extremadamente activo, especialmente en la región del Cáucaso Norte”.
ISIS no reivindicó su primer ataque en Rusia sino hasta 2015, cuando atacó un sitio turístico del sur de ese país y mató a una persona. Desde entonces, el grupo ha reivindicado una serie de bombardeos y tiroteos, entre ellos, 20 ocurridos en el Cáucaso Norte, de acuerdo con Caucasian Knot.
El Mundial de Fútbol también les da a los yihadistas un número mayor de posibles blancos que los Juegos Olímpicos de Sochi, afirma Mark Galeotti, experto en los servicios de seguridad rusos del Instituto de Relaciones Internacionales de Praga. “Sochi fue, esencialmente, un solo punto por vigilar”, dice. “Sin embargo, en la Copa del Mundo habrá demasiadas personas en demasiados sitios. Si alguien quiere realizar un ataque terrorista, no necesita atacar un estadio, solo requiere atacar, digamos, un depósito de autobuses cerca de ese estadio. Y de repente, eso se convertiría en un ataque contra el mundial”.
Una oportunidad para los opositores
Los yihadistas no son los únicos que esperan utilizar la Copa del Mundo para promover su causa. Conforme se acerca el comienzo del torneo, los críticos de Putin esperan que los reflectores del mundo se enfoquen en lo que ellos denominan extensos abusos a los derechos humanos, que incluyen la violencia patrocinada por el Estado contra oponentes políticos.
El Kremlin parece asustado por esos planes. En un aparente intento de evitar manifestaciones frente a la prensa internacional, las autoridades rusas han prohibido las protestas en las ciudades sede hasta el 25 de julio. Los analistas afirman que el gobierno hace su mejor esfuerzo para asegurarse de que no haya muestras públicas de disenso ni siquiera antes de que esa ley entre en vigor: Alexei Navalny, líder de la oposición, fue encarcelado durante un mes el 15 de mayo por cargos relacionados con protestas. Sergei Boyko y Ruslan Shaveddinov, dos miembros de la organización anticorrupción de Navalny, fueron encerrados a finales de ese mes durante el mismo periodo; Kira Yarmysh, secretaria de prensa de Navalny, recibió una sentencia de 25 días. ¿Su delito? Tuitear sobre las protestas.
“La Copa del Mundo será una celebración del imperio eterno de los servicios de seguridad de Putin”, afirma Maria Alyokhina, miembro de Pussy Riot, la banda punk y colectivo artístico anti-Putin. “Las personas que vengan deberían darse cuenta de que vienen a un país en el que las personas son golpeadas en las protestas, torturadas en la cárcel y en las estaciones de policía, y en el que hay muchísimos presos políticos”.
Entre esos supuestos presos políticos: Oleg Sentsov, director de cine ucraniano. Un tribunal militar ruso lo condenó a 20 años de prisión en 2015 por acusaciones de terrorismo, aunque él afirma que se trata simplemente de una venganza por oponerse a la anexión de Crimea por parte del Kremlin. Sentsov llevó comida a soldados ucranianos a quienes las tropas rusas habían sitiado en sus bases durante la invasión.
Los fiscales afirman que él y Alexander Kolchenko, su coacusado, provocaron pequeños incendios en la oficina de Crimea del gobernante partido Rusia Unida de Putin y en la puerta de entrada de una oficina del Partido Comunista. También lo acusaron de planear la destrucción mediante explosivos de una estatua de Vladimir Lenin en Sebastopol, la capital de Crimea. Ambos hombres negaron los cargos.
Los críticos afirman que las pruebas contra ellos eran débiles. El principal testigo de la fiscalía retiró su testimonio diciendo que había sido torturado por investigadores para hacer afirmaciones incriminatorias. El tribunal también desestimó las declaraciones de Sentsov de que había sido golpeado por las fuerzas de seguridad y afirmó, en cambio, que sus golpes y rasguños eran resultado de su afición por el sexo sadomasoquista.
Amnistía Internacional equiparó a la audiencia en el tribunal con “los juicios simulados de la era estalinista”, mientras que muchos directores cinematográficos internacionales, entre ellos, Ken Loach, Mike Leigh y Wim Wenders, firmaron una carta abierta a Putin pidiendo la liberación de Sentsov. Grupos de derechos humanos afirman que casi 700 ucranianos están encarcelados en Rusia o en la ocupada Crimea por acusaciones motivadas políticamente. El Kremlin insiste en que no hay ningún preso de esa naturaleza.