Último acto, así tituló el diario alemán Süddeustche Zeitung este domingo, antes de las reuniones cruciales que mantendrá el ala más conservadora de la coalición gubernamental, el partido bávaro CSU, y luego, más tarde, el partido democristiano de la canciller, la CDU.
En juego está el futuro del gobierno difícilmente constituido en marzo por Merkel, tras las elecciones legislativas de septiembre, marcadas por la emergencia de la extrema derecha antiinmigración.
La CSU, que juzga demasiado permisiva la política migratoria de Merkel, comunicará a última hora de la tarde si considera o no suficientes las medidas propuestas por la canciller en materia de asilo.
El ministro del Interior y líder de los conservadores bávaros, Horst Seehofer, amenazó con ordenar a principios de julio, en contra de la opinión de Merkel, la expulsión de los migrantes registrados en otro país de la Unión Europea (UE).
La polémica con el CSU se produce a pesar de que el número de migrantes cayó fuertemente desde 2015, cuando Alemania recibió casi 900.000 demandantes de asilo.
Si el ministro del Interior intentara imponer la expulsión de migrantes, Merkel se vería obligada a destituirlo, provocando el final del gobierno de coalición y la probable convocatoria de elecciones anticipadas.