“Acá no es como en Santiago, la realidad es muy distinta”: la frase se ha repetido en las últimas semanas para intentar graficar los conflictos que han vivido dos orquestas que funcionan fuera de la capital: la Sinfónica de Antofagasta y la Clásica del Maule.
Son dos casos distintos, pero ocurrieron casi al mismo tiempo. En los primeros días de julio, los 51 músicos antofagastinos iniciaron una huelga legal que acabó poco más tarde, aunque sin resolver el conflicto. “No hubo acuerdo, en absoluto. Era un diálogo de sordos”, describe Marko Santelices, presidente del sindicato que agrupa a los músicos, que decidieron acogerse al artículo 342 del Código del Trabajo y mantener el convenio colectivo que tenían hasta hoy.
Semanas antes, los 21 miembros de la Orquesta Clásica del Maule hicieron manifestaciones en conciertos y calles de Talca para denunciar casi una década trabajando a honorarios, además de dos meses sin recibir sus sueldos. Ahora están en conversaciones con el directorio del Teatro Regional del Maule, a la espera de obtener un acuerdo.
Ambos casos hicieron recordar las dificultades que han pasado otras agrupaciones. A comienzos del año pasado, por ejemplo, fue pública la dura disputa entre los músicos y la administración de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción. Meses más tarde, los integrantes de la Orquesta Regional de Tarapacá salieron a las calles de Iquique para acusar el atraso en el pago de sus sueldos, una crisis que prácticamente sepultó a la agrupación.
¿Cuáles son las principales diferencias entre las orquestas regionales y las de Santiago? Distintos actores coinciden en que la centralización que afecta otros ámbitos se expresa de igual forma en el campo de la llamada música docta. “Por ejemplo, tenemos menos visibilidad y eso afecta el aporte privado para la orquesta, que es casi nulo”, dice Carolina Ángel, vocera de los músicos de la Orquesta Clásica del Maule. “Si ves el Municipal de Santiago, tiene una gran inversión privada. O si miras la Orquesta de Cámara de Chile, ellos dependen del ministerio de las Culturas y sus integrantes son funcionarios públicos, entonces tienen un respaldo y otras condiciones laborales. Esas son grandes diferencias”.
Las orquestas tienen diferentes estructuras administrativas. La del Maule, por ejemplo, depende de la corporación que administra el Teatro Regional ubicado en Talca. Otras están insertas en universidades o en las corporaciones culturales municipales.
Sin embargo, para Marko Santelices, hay problemas que son transversales: “¿Qué pasó con la orquesta de Iquique? ¿Cómo trabaja hoy la orquesta de Copiapó? Son orquestas con un tremendo amor propio por mantener la actividad vigente, pero es un tema de gestión. Si desaparece una orquesta en Iquique, nadie la echa de menos. Si desaparece en Santiago, eso tiene otra repercusión”, explica. El financiamiento estatal en el área ha sufrido transformaciones en los últimos años. Hace poco más de una década, el actual ministerio de las Culturas abrió un programa de fondos concursables para apoyar a orquestas profesionales que funcionaran fuera de la región Metropolitana.
El rol del ministerio
Luego varias de esas agrupaciones pasaron a tener una subvención permanente, incluida en la Ley de Presupuestos, que en 2018 sumó más de 252 millones de pesos para seis elencos: la Filarmónica de Temuco, la Sinfónica de la Universidad de Concepción, la Sinfónica de la Universidad de la Serena, la Orquesta de Cámara de Valdivia, la Orquesta Marga Marga y la Clásica del Maule.
Al mismo tiempo, el Programa de Apoyo a Orquestas Profesionales se amplió a nuevos conjuntos de todo el país, lo que ha permitido que orquestas como la Clásica de la Universidad de Santiago o la Nuevo Mundo de la región de O’Higgins también hayan recibido financiamiento. Su convocatoria 2018, por cierto, acaba de cerrar sus postulaciones en los primeros días de julio.
“Al pasar a la glosa presupuestaria, esas orquestas tienen la seguridad de que por lo menos van a tener de forma permanente un dinero que pueden usar para pagar honorarios de músicos, por ejemplo. Es decir, la da una estabilidad mayor a esas orquestas y eso cambia hasta su situación anímica”, explica Camila Gallardo, secretaria ejecutiva (s) del Consejo de Fomento de la Música.
“Es un apoyo súper concreto para el ámbito clásico, donde es más difícil ver los resultados que en lo popular. Cuando financias un disco de rock, por ejemplo, ves resultados más mediáticos. Al final, fomentar un ámbito como el docto, donde a veces cuesta más generar público, también es un deber del Estado”, añade.
Hay un grado de consenso en que ese aporte directo del ministerio ha sido un avance, pero también hay conciencia de que no es una solución total. Javier Bustos, presidente del sindicato de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Concepción, apunta que “estando lejos de Santiago tenemos poco acceso al Congreso y las leyes, por ejemplo”.
“El Municipal de Santiago, además del aporte de la municipalidad, tiene un ítem aprobado por ley. Los senadores conocen el teatro, están metidos en el tema, pero aquí estamos botados. No tenemos posibilidad de tomar decisiones respecto a dineros que pudieran inyectarse”, añade el dirigente, quien de todas formas considera que la Orquesta UDEC está en un buen pie, en comparación con sus pares regionale.
¿Cómo crecer?
El punto es que las condiciones en que trabajan las orquestas tienen una consecuencia patente en sus logros musicales. Es el caso de la Filarmónica de Temuco, que cuenta con 37 intérpretes y hace presentaciones en el teatro municipal de la ciudad y en otras localidades de la región. Su repertorio es más bien clásico, porque para tocar otras obras necesitan refuerzos: “Nosotros no tenemos trombones, por ejemplo, entonces para cualquier composición del periodo romántico o posterior que queramos hacer, tenemos que traer músicos”, indica David Ayma, director titular de la agrupación.
“Comparativamente estamos bien, pero la parte más difícil es cuando piensas en la proyección. Nosotros sabemos que esta orquesta necesita crecer en tamaño para ampliar su repertorio, pero eso depende del fondo que recibimos del Estado, de la disposición del municipio para aportar más recursos y de si podemos recuperar el aporte de la empresa privada.Con todas esas variables, por el momento es muy difícil”, agrega.
Es un problema más o menos compartido en diferentes ciudades. Carolina Ángel cuenta que la Orquesta Clásica del Maule no puede sostener sus conciertos sin acudir a refuerzos: “Quizás la plata que da el ministerio alcanza para cubrir los sueldos de la orquesta, pero esos sueldos no alcanzan para cubrir las necesidades artísticas del elenco. Esos son otros recursos que tiene que mover el teatro, entonces nuestro repertorio es limitado. Eso también hace que los músicos jóvenes tengan menos interés en venir para acá”, argumenta.
Ahí hay otra consecuencia del a veces complejo panorama que viven los conjuntos regionales: “Yo pienso en las orquestas juveniles que hay en el norte y las veo crecer, veo la motivación, veo que el Gobierno invierte mucho dinero en esos proyectos y que las familias también invierten mucho tiempo. ¿Alguien se pregunta qué pasa después con esos chicos?”, cuestiona Marko Santelices, de la Sinfónica de Antofagasta.
A lo largo del país hay más de 800 intérpretes repartidos en 14 agrupaciones que dependen de la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles (FOJI), a las que se suman otros elencos que funcionan de forma independiente.
“¿Adónde debieran mirar ellos?”, pregunta Santelices. “A las orquestas del Maule, de Copiapó, de La Serena, de Antofagasta. Ahí termina el círculo, pero para eso hay que darle estabilidad a los elencos de más trayectoria y con pertenencia en la región. Si no, esos chicos tienen que mirar a Santiago o no tienen dónde ir, quedan en el camino”.