“Solo” terminó por convertirse en algo más que la cuarta canción de Ciencia exacta (2017). El año pasado Gepe invitó a una cuequera avezada como María Esther Zamora a cantar aquella pieza de su anterior disco, pero ese gesto le abrió un mundo que explica, al menos en parte, su nuevo trabajo.
“Ahí me empecé a meter”, dice Daniel Riveros, recordando los primeros pasos de una investigación que luego lo llevó a conocer locales como La Casa de la Cueca y La Picá de la Yasna, donde además se encontró con los músicos junto a los cuales grabó su nuevo álbum, inspirado a su vez por otra figura femenina de la música chilena.
Folclor imaginario (Canciones recopiladas por Margot Loyola Palacios y algunas otras que vienen desde ahí) se publicará completo el próximo viernes 14 de septiembre, justo un día antes que se cumpla el centenario de la folclorista nacida en Linares.
Ya se conocen “El volcán” y “Tu nombre”, a las que cada viernes se sumarán otras de las 13 composiciones que contiene el disco, donde solo tres son originales: una improvisación junto a la joven cantora Claudia Mena, otra con el productor y cantante de trap Gianluca y una canción titulada “Joane”, basada en la cruda historia de la inmigrante haitiana Joane Florvil.
Todo el resto es música recopilada en diferentes épocas por Margot Loyola, en distintas zonas del país. Hay cueca, hay música andina y hay habanera, por ejemplo, en un recorrido para el que Gepe contó con la ayuda de Osvaldo Cádiz, viudo de la investigadora.
Fue una verdadera inmersión en el folclor, como nunca lo había hecho: “Antes me quedaba en la música, una cosa muy práctica. Escuchaba, escuchaba y escuchaba. Iba a la Discomanía (la tradicional disquería de Plaza de Armas), escuchaba Folclore sin Fronteras (programa de Radio Usach), pero no había conocido el factor humano, que al final es casi todo”, explica.
Ese factor humano, en el disco de Gepe, son sobre todo cinco personas junto a las que estuvo en mayo pasado en Estudios del Sur, donde obtuvo un sonido distinto al que se puede encontrar en sus seis discos anteriores. Acaso más maduro, en el mejor sentido del concepto, o al menos dotado de una elegancia y calidez singular.
Se trata de Miguel Molina, que canta y toca guitarra, quena, charango, algo de arpa, tañador, güiro y otras percusiones; Gonzalo Gómez, que aporta contrabajo, pandero y tañador; Claudio Constanzo, que interpreta el arpa; Marcelo Cornejo, a cargo del charango y el tiple; y la citada Claudia Mena, que hace voces y recita.
“En este último año hemos estado en profunda relación y al final quienes se preocupan del folclor, quienes están ahí, son ellos. Yo considero que eso es entrar al folclor. Ahora me falta masticarlo y devolverlo”.
– ¿En qué sentido?
Hasta ahora me considero como un partícipe de todo esto, pero falta carrete todavía. Este disco es parte de ese ejercicio, mi lectura de lo que vi, pero ya con un poco más de conocimiento de causa, creo.
– ¿Cómo te recibieron ellos cuando te acercaste?
Como sucede en todos los lugares más cerrados, tienes que ganarte la confianza de las personas. Creo que ese fue el trabajo que hice. Observar, con respeto, compartiendo. Tomarse un trago con los chiquillos, ir a comer a algún lado, tratar de cantar, no decir “aquí vengo yo y canto”. Hacer vida cotidiana. Gracias a la María Esther (Zamora), a Osvaldo (Cádiz) y la “manga”, como que tengo nuevos amigos. Eso es muy bacán.
– Tus discos anteriores parecen muy personales, bajo tu control absoluto. Este es el más colectivo que has hecho, ¿no?
Sí, de todas maneras. Creo que lo asumí todavía desde la posición del que observa, del público: yo observo a esta gente cantando. Lo canto porque me gusta y porque estoy haciendo un disco, pero en realidad quiero verlos y escucharlos a ellos. Es la fascinación con lo que hacen: ya, Claudia, improvísate algo, a ver qué sale; o qué hace Gianluca; o qué solo va a tocar Miguel en un momento. Es esa fascinación por verlos a ellos funcionar. Todos estos músicos aportan algo a lo que yo jamás podría haber llegado solo. Desde tocar esos solos, hasta el conocimiento técnico del Claudio o la Claudita, son cosas yo no las voy a manejar nunca, estoy seguro. Por lo tanto, los dejo entrar. O sea, vivamos esto todos juntos.
– ¿Te costó dar ese espacio?
Para nada, me encanta. Es un ejercicio muy sano para los solistas.
– Pero no lo hacías tanto antes, ¿o sí?
Sí, quizás en una medida un poco más pequeña. El disco que fue muy grosero en ese sentido es Hungría, en que muchas veces yo le decía a Vicente (Sanfuentes, productor de ese trabajo) que hiciera lo que quisiera y me lo mostrara al otro día. Después yo agregaba una que otra cosa, pero el input era de él. “Celosía”, por ejemplo, es una canción que hizo él. No la melodía, pero sí el arreglo. Siempre ha sido un poco así, dejar hacer. Pero es cierto, en este disco es mucho más claro.
– Al sumarlos a ellos y usar instrumentos más tradicionales, como el arpa o el contrabajo, ahora lograste un sonido muy clásico, como añejo…
Sí, como de tonel de vino (se ríe). Es algo que buscamos. Yo quería hacer un disco en que todos estuviesen tocando, grabamos la mayoría de las cosas en vivo. “Tu nombre”, por ejemplo, está tocada en vivo, tiene un sabor como de bar.
– ¿Elegiste las canciones de Margot Loyola que más te gustaban o las que sentías más cercanas para cantar?
Lo segundo, las que implicaban un desafío, pero había algún nexo, de alguna manera. No puedo explicarlo, pero era como “esta canción sí me tinca”, “esta no”.
– ¿Hubo alguna que quisiste hacer y no pudiste?
Claro, “Cansado tengo los ojos”. De hecho, cantamos un trocito al final de la improvisación de la Claudia. Es una canción que grabamos y grabamos, pero no quedó.
– Cuando empezaste a hacer música se hacían muchas comparaciones con el folclor y tú mismo llevas años mencionando a Margot Loyola como referente…
Pero ahora considero que tiene un afán más claro de hacer folclor, con un ícono gigante como es Margot, con estos musicazos, con gente que sabe. Era el momento de hacerlo. No es que antes no lo tuviese tan claro, pero estaba en otra, estaba en el pop, en cosas que igual me siguen fascinando.
Esto es un gusto más musical también: quiero hacer un disco con la música que me encanta escuchar. O sea, yo escucho esto, a la Margot. Casa de canto es de mis discos favoritos, de los que más escucho. Es como “oye, escuchen esto”, como que propongo que Margot Loyola es bacán por estas canciones y más o menos suena así, pero ustedes vayan también a escuchar otras cosas.
– Margot Loyola es una forma de llegar a otras cosas…
Claro, a la Gabriela Pizarro, que también es todo un mundo. A Luis Bahamonde, a Carmencita Ruiz, a Las Morenitas. A todos lados.