El domingo recién pasado, el Museo Nacional de Río de Janeiro, fundado en 1818, vivió una jornada dramática: un incendio afectó sus instalaciones, lo que perjudicó la conservación de más de 20 millones de piezas históricas, entre ellas, una colección de momias egipcias y otra, de objetos grecorromanos. A ello, se sumó el fósil humano más antiguo encontrado en Brasil, así como el mayor meteorito hallado en esa zona.
Una vez conocido el incidente, desde el espacio advirtieron que el daño era irreparable: “Todo el archivo histórico, que estaba almacenado en un punto intermedio del edificio, fue totalmente destruido. Son 200 años de historia que se fueron”, dijo el vicedirector del Museo, Luiz Fernando Dias Duarte.
El hecho de inmediato generó conmoción en el continente, ya que con dicho siniestro, se ponía fin a una parte no menor de la historia universal. Por lo mismo, desde el Ejecutivo, no dudaron en prestar apoyo a las autoridades brasileñas: “Hace unos momentos me puse en contacto con el Embajador de Brasil, Carlos Sobral, para ofrecer todo nuestro apoyo, respaldo y excelentes profesionales del área de conservación para ayudar en todo lo que se requiera tras el incendio que devastó al Museo Nacional de Río de Janeiro”, dijo a través de su cuenta en Twitter, la Ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Consuelo Valdés.
No obstante, el hecho también ocasionó críticas respecto de cómo Chile está resguardando sus colecciones patrimoniales.
Alejandra Araya, directora del Archivo Andrés Bello, señaló que el tema a nivel nacional es delicado, sobre todo, por la falta apoyo económico que se destina al área de la conservación y restauración: “Los países latinoamericanos hacen todo lo que pueden con los recursos que les proporciona el Estado y sus gobiernos. Esto, entendiendo que la cultura no es prioritaria para nuestros países. Siempre se considera un gasto, por lo tanto, lo que le sucedió a Brasil nos debe llamar a reflexionar sobre nuestras políticas culturales”.
“En Chile se está haciendo todo lo posible por el resguardo de las colecciones con los recursos que se tienen y los profesionales con los que se cuentan. Entonces, estamos al debe todavía en términos de profesionalización y también de valoración del trabajo que implica el resguardo del patrimonio”, añadió la investigadora.
Para Rodrigo Piracés, director de Extensión y de la Pinacoteca de la Universidad de Concepción, quien en julio pasado debió presentar una querella por destrozos en el espacio, el problema se origina porque en Chile existe una política reactiva y no preventiva.
“Todavía los presupuestos estatales para los espacios públicos son precarios. Afortunadamente, hoy existe mayor tecnología, pero estas alternativas implican una inversión permanente que muchas veces los museos no prevén. De pronto, un museo requiere que haya una persona por sala, sobre todo, cuando son museos abiertos o con entrada liberada. Está el caso de la espada del Museo Histórico Nacional que se perdió: eso recién se comenzó a valorar como una reacción frente al hecho que ya estaba consumado. Entonces, cuando existen estas políticas de reacción uno llora sobre la leche derramada. Ese es un fenómeno que tiene que ver con la educación, la cultura. Son síntomas de un mal mayor”.
Por su parte, Fanny Canessa,conservadora y restauradora del Museo de Arte Colonial San Francisco, recalcó la importancia de generar un sistema de prevención de catástrofes.
“En Chile se ha avanzado mucho. Cada vez las instituciones son más conscientes, pero siempre están las limitaciones económicas. Una de las medidas importantes que deberían tomarse es que las estanterías de los museos deben estar a 30 centímetros del piso. Eso impide que se produzcan microclimas. Con ello, en caso de inundación, también tienes un marco de protección”, dijo la experta.
“En el caso de terremotos las medidas han sido de estabilización, es decir, que las piezas que están en exposiciones o en los depósitos estén los suficientemente estables. El terremoto de 1985 enseñó mucho en ese sentido, por eso, en 2010, los daños fueron bastante menores”, recalcó.
Además, la investigadora manifestó que las instituciones que hoy tienen mayores estándares de protección son el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos y el Museo Chileno Precolombino.
Durante los últimos años, las instituciones culturales en Chile han enfrentado distintos conflictos, producto de irregularidades en la conservación de las piezas o en los sistemas de seguridad. El más reciente se efectuó en febrero pasado en el marco de la Formula E, cuando fue dañada una escultura de Rebeca Matte ubicada en el acceso principal del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA). Entonces, el deterioro fue evaluado en 100 mil dólares.
En 2017, el lugar también vivió el robo de una obra del artista José Pedro Godoy. En tanto, ese mismo año, una parrilla mal apagada causó el incendio de Iglesia San Francisco de Valparaíso.