Claudio Gay nació en 1800 en Francia, y llegó a nuestro país en 1828. Durante su vida se dedicó a estudiar la botánica y entomología, por lo que suscribió un contrato con el gobierno de Chile para viajar por el territorio nacional y realizar una investigación sobre los recursos naturales.
Una de sus obras más destacadas es “Historia física y política de Chile”, libro que terminó en 1871. Sin embargo, durante sus viajes uno de los elementos que más llamó su atención fue el pueblo mapuche y su cultura.
A sus 70 años, cuando el contrato que mantenía con el Estado de Chile terminó, dedicó sus últimos tres años de vida a redactar un texto donde reunió todos los apuntes y observaciones que hizo en sus años de exploración en la zona araucana, obra que nunca recibió interés de parte de la élite chilena.
Hoy, a más de 150 años de la escritura de aquel registró, el antropólogo Diego Milos editó y realizó la traducción del texto para lanzarlo en español en nuestro país.
Según explicó Diego Milos, en conversación con Radio Universidad de Chile, a través de una compilación de cartas escritas por Claudio Gay se sabe que el investigador lo publicó solo en francés porque instituía que en Chile no le interesaría a nadie, situación que le causaba bastante molestia.
Además, el antropólogo de la Universidad de Chile explicó que Gay, al igual que muchos de los investigadores europeos de esa época, tenía una fascinación por los pueblos primitivos y por conocer sus conductas. Sin embargo, aclaró que, a diferencia de otros miembros de la élite del siglo XIX, no consideraba correcta la eliminación de estas etnias.
“Él estaba muy consciente de que son seres humanos y que por lo tanto tienen las mismas capacidades que tiene cualquiera y, en ese sentido, era un tipo bastante avanzado (…) Pero sí consideraba que la Cultura Occidental Europea era superior a las demás culturas y, que de algún modo, en una línea histórica hacia el futuro, las demás culturas iban a adoptar estas formas superiores de vida que son las sociedades europeas”, explicó Milos.
En cambio, la visión de los chilenos sobre el pueblo mapuche era basta sesgada y existía un desinterés por ellos, situación que solo cambió cuando se quiso realizar la pacificación.
El trabajo que hoy, por primera vez, está disponible en nuestro país, llegó hasta Diego Milos luego de que el antropólogo recibiera la información sobre un poeta chileno que actualmente vive en Francia y que había accedido al manuscrito de Claudio Gay, lo que despertó su interés en poder conocer el texto y su contenido.
Así fue como viajó hasta Draguignan, Francia y se contactó con la Sociedad de Estudios Científicos y Arqueológicos de la ciudad, quienes le facilitaron las imágenes digitales del manuscrito. Con estos registros Milos comenzó el análisis de la investigación y posteriormente su traducción, trabajo que hoy se transforma en un libro de 371 páginas que da cuenta de las costumbres del pueblo mapuche vistas desde las concepciones sociales del siglo XIX.
“Yo digo siempre que Claudio Gay describe la cosmovisión de los mapuches y nos muestra su propia cosmovisión, una que hoy nos parece lejana”, explicó Diego.
Además, el antropólogo señaló que para poder hacer todo este registro Gay se acompañaba de un intérprete, el que le permitía entender el mapudungun, a lo que sumaba un diccionario elaborado por misioneros, que en esos años ya se vinculaban con el pueblo mapuche. El investigador también tomaba notas de las palabras que escuchaba, lo que le permitió ir empleando el idioma paulatinamente y sostener pequeñas conversaciones con los miembros de nuestro pueblo originario.
Diego Milos comentó que Claudio Gay fue “un testigo de una época desconocida y con una gran capacidad de observación y eso lo vuelve un gran autor”. Por esto es que espera que la obra salga de los espacios académicos y sirva para “acercar a un público más amplio tanto al pueblo mapuche como a ese período especifico y especial de la historia, que son los últimos años del Wallmapu libre”.
Saberes y costumbres del pueblo araucano
A través de varios capítulos el texto presenta características del pueblo mapuche, como su fisionomía, carácter, poder, intercambios y formas de determinar justicia. Además, se expone su vida social, material, sus saberes y creencias. Sobre este último punto se abordan su astronomía, la religión, la medicina, los entierros, sepulturas, el millatún y la lengua.
En estos capítulos se menciona que, aunque no poseían grandes conocimientos astronómicos, los mapuches sí eran capaces de distinguir dos planetas: Venus y Marte, a los que llamaban Iepun y Quelthralhuagulen, respectivamente.
Además, agrupaban a las estrellas como se hace en las constelaciones. Entre ellas conocían la Cruz del Sur bajo el nombre Peinon Choique, la Cola del Escorpión como Malalhuaca, Pléyades como Gaupgni, al Triangulo como Laqui y a las Tres Marías las denominaban Hualhoguiltran, entre otras.
Sobre su religión, el botánico registró que, por el carácter de la naturaleza chilena, los araucanos tenían una idea de debilidad ante ella, a la que atribuían “fuerzas potentes, activas y que estaba poblado por genios misteriosos, sobrenaturales y de una inteligencia superior, cuyo rol es arbitrar sus destinos y a quienes han de rendir culto”.
Respecto a las ceremonias escribió que son hechas por “hechiceros” o “magos”, y que, aunque los sacrificios eran la base principal de estas, no incluían a sus semejantes como en otras culturas latinoamericanas.
También menciona el uso del canelo como árbol sagrado, al que llamaban voighe y del que los “magos” utilizaban las hojas como corona. Además, los mensajeros y embajadores llevaban siempre un ramo cuando iban a un parlamento de paz, a lo que se sumaba su uso como devoción en la cama de los enfermos, y todas las ceremonias debían ser hechas bajo su sombra, sobre todo los sacrificios.
Claudio Gay también hizo referencia a la naturaleza del sur de Chile, sobre la que dijo:
“Los araucanos han de haber quedado fuertemente impactados por los misteriosos fenómenos de su país, cuya fisionomía es a la vez grandiosa e inquietante. Los bosques son inmensos, los ríos torrenciales, y las montañas, de una altura prodigiosa, coronadas a veces por volcanes que proyectan humaredas oscuras y amenazantes y emiten ruidosas detonaciones y erupciones repentinas y desastrosas”.