Gabrie Boric irrumpe en la oficina celebrando una de las viñetas del nuevo cómic de Malaimagen en el que el dibujante se ríe de la caótica semana que acaba de protagonizar el Frente Amplio, su coalición. Cuando nos quedamos solos sigue leyéndola, esta vez en profundidad, completa, dejándole al silencio un rol protagónico por casi un minuto. Pasan quince segundos e interrumpe con una carcajada para luego seguir leyendo. Pasan diez segundos más y ocurre lo mismo. Diez segundos después suelta una nueva carcajada y cierra la revista que tiene en la mano. “La hueá buena. Genial”, dice mientras toma asiento.
Estas últimas dos o tres semanas del Frente Amplio han sido ajetreadas. ¿Qué pasó y por qué pasó lo que pasó?
Antes de que conteste entra una persona. Busca a otra persona, cuya ubicación Boric desconoce. Luego entra otra, una mujer que lo necesita para que se grabe recitando un poema y, así, ella pueda luego recitarlo imitando su estilo, “porque tu recitas como los dioses”, le dice. Antes de que entre una tercera persona, el magallánico sale y pide que no entre nadie más. La semana del diputado parece tan convulsionada como la de su conglomerado.
En primer lugar, como lo he señalado, hay que reconocer los problemas, pero no sobredramatizarlos. El FA es heterogéneo, está en proceso de formación, y de consolidación de su cohesión. Hay muchas definiciones que, en el vértigo del proceso electoral del año pasado, todavía faltan por madurar. Lo que pasó fue que, como no tenemos una institucionalidad con la musculatura suficiente para procesar nuestras diferencias, que siempre van a existir, terminaron expresándose de manera pública, ansiosa y errática. La mayoría de quienes se vieron involucrados en las polémicas hemos reflexionado respecto de lo sucedido y lo veo como una oportunidad para fortalecer la institucionalidad del FA y no esconder los problemas bajo la mesa.
¿Cuáles son estas diferencias?
La heterogeneidad adentro del Frente Amplio está dada por diferentes culturas políticas. El Partido Humanista (PH) tiene su cultura propia, una corriente socialdemócrata en su mejor versión, no la socialdemocracia tercera vía neoliberal. Hay diferentes expresiones de lo que fue la izquierda revolucionaria en Chile. Y, por lo tanto, esa heterogeneidad hace que haya muchos debates no resueltos. Lo electoral puede unir circunstancialmente, pero si no hay un debate político de ideas de fondo, eso termina reventando en cualquier momento. La política chilena está muy mediada por las elecciones. Uno de los escenarios es la política internacional, que ha sido siempre muy polémica, pero para la izquierda siempre ha sido complicada.
¿Es sostenible mantener en el tiempo una coalición con este nivel heterogeneidad?
Depende de los objetivos que se tengan. Creo que si hay algo que une al FA, y que hace que converja desde PL hasta Igualdad, es la necesidad de una profundización democrática en Chile. En eso estamos todos de acuerdo. Ese objetivo estratégico no está puesto en duda. Lo que tenemos que definir en el Congreso del FA son son los mínimos comunes estratégicos, no coyunturales, que permiten tener una coalición. Nosotros no estamos inventando una forma de organizarnos. La Concertación, cuando partió, eran 18 partidos y llegaron a ser cuatro.
Mencionabas esta diversidad de corrientes. Están, como señalaste, los movimientos o partidos de corte más socialdemócrata (o “socialista democrático”) y, por otro lado, partidos y movimientos que se identifican más con el legado de una izquierda revolucionaria. ¿Con cuál se identifica el Movimiento Autonomista?
Nuestro tronco histórico está en lo que fue la experiencia de la izquierda revolucionaria en Chile, muy rica tanto en elaboración como en práctica, y que fue derrotada, como toda la izquierda, y que tiene un componente esencialmente libertario, que a mí me hace mucho sentido. El MA pertenece a ese tronco, que viene del primer partido socialista y que tuvo diferentes expresiones, tanto en el MIR como en el PS.
La política internacional debe ser uno de los puntos donde surgen mayores desencuentros dentro del FA. Venezuela ha sido un tema, así lo manifestaste también en una columna. ¿Cuáles son, en términos precisos, las violaciones a los derechos humanos (DD.HH.) que se critican desde tu posición?
Yo no es que tenga una crítica al momento que está atravesando Venezuela. Nadie niega que hoy en Venezuela hay una crisis.
Por eso la pregunta apunta a definir las violaciones a los derechos humanos.
Lo que yo dije fue que no podemos mirar hacia el lado frente a lo que, desde mi perspectiva, es un evidente debilitamiento de las condiciones democráticas en Venezuela. Yo creo en reivindicar la universalidad de los DD.HH. No hay ningún contexto que justifique su violación. Desde la izquierda tenemos que tener una visión crítica hacia lo que ha sido el proceso venezolano más allá de la coyuntura actual. Uno de los grandes problemas que ha tenido el proceso es que no logró cambiar la estructura de la matriz productiva en Venezuela. Esto profundizó la dependencia que Venezuela tenía de esto. Más allá de la caricatura de apoyo o no apoyo, dictadura o no dictadura, tenemos que ver desde la experiencia política que ha significado la Revolución Bolivariana. Desde mi perspectiva está en una crisis, más allá de los factores externos, que nos dice que ese no es el camino a seguir.
¿Pero cuáles son las violaciones a los derechos humanos que se denuncian?
Se discute mucho sobre la universalidad de los derechos humanos, pero no su indivisibilidad. Esto significa que todos son interdependientes entre ellos. Los derechos económicos sociales y culturales (DESC) son igual de importantes que los civiles y políticos. En Venezuela ha habido un proceso de debilitamiento de ciertos derechos políticos y civiles y, además, producto de la crisis del Estado, ha habido una incapacidad de proveer los derechos que la misma Constitución venezolana aseguraba en términos de DESC. El problema de la alimentación y la salud hoy en Venezuela es radical. Nunca he hecho la afirmación reduccionista de “Venezuela es un país violador de DD.HH.”, porque todos los Estados lo son. La caricatura específica se presta solo para polémica en el campo que nos propone la derecha.
Recibiste muchas críticas por tu columna y una de ellas fue de Alberto Mayol. ¿Qué te pareció su columna?
Esta discusión es demasiado importante para entrar en una suerte de descalificaciones cruzadas por la prensa. No tiene ni sentido comentarlo.
Mientras esto pasaba en el Frente Amplio, el Gobierno de Sebastián Piñera vivía sus peores días en La Moneda. ¿Fue una farra no capitalizar este momento crítico del Ejecutivo?
Son dos cosas diferentes. No fuimos capaces de poner el foco en los temas que como FA nos unen ante estas diferencias, muchas de ellas artificiosas y mal conducidas por nosotros mismos. Ahí cometimos un error del que aprendimos. Ahora, ¿cómo se capitalizan? Mucha gente me dijo que en la peor semana del Gobierno saqué mi columna. Este no es un gallito con el Gobierno, es un debate ético respecto a nosotros mismos. Ahora, sobre las renuncias a las comisiones, fueron un error a mi juicio. Se lo comenté a Vlado, yo no comparto la decisión. No creo que los problemas que denunció Vlado se resuelvan de esa manera, yo creo que se resuelven debatiendo.
Las derechas y “dar cara”
Hace un tiempo se viene viendo la emergencia de movimientos de corte nacionalista, conservador, de ultraderecha ¿cómo se debiera abordar esto desde el FA?
El auge de esta extrema derecha en Chile tiene expresiones de corte fascista, como el Movimiento Social Patriota, de valores muy conservadores y, además, muy violento. Lo de la marcha feminista, el apuñalamiento de las compañeras, lo de villa Grimaldi… Yo creo que hay que darle cara y no sencillamente ignorarlo. Hay algunos que dicen que los ignoremos para no darle relevancia. Pero yo creo que la relevancia la tienen, y tienen a su vez expresiones políticas que son tremendamente preocupantes. Por un lado, la diputada Camila Flores, haciendo alegoría al Golpe Militar de manera totalmente provocativa, muy en línea con José Antonio Kast, en donde dicen “perdamos la vergüenza de reivindicar lo que efectivamente creemos”. ¿Y qué efectivamente creen? Que si volvieran a estar las mismas condiciones harían lo mismo.
¿Qué otras derechas existen y constituyen una amenaza?
Por otro lado está la derecha de tintes religiosos, que no hay que mirarlo en menos. Las expresiones de Eduardo Durán, diputado evangélico de RN, diciendo que la ley de identidad de género iba a servir para que los hombres se cambiaran de sexo para poder jubilarse antes, suenan muy ridículas. La primera impresión es de burla e indignación, pero debiera ser de profunda preocupación para la izquierda. Bueno para la derecha también, yo no sé cómo no les da vergüenza. Por otro lado, está la otra derecha más patronal, conservadora, con mucho arraigo social, que es lo que representa Ossandón. No hay que ignorarlo. La discusión que se dio a propósito de la segunda vuelta en Chile, en donde un sector de la izquierda salió a decir que muchos que los que habían votado por Piñera eran “fachos pobres”, es tremendamente ofensiva y de una falta de estrategia tremenda. Ningunear a tu propio pueblo. Una discusión muy ñuñoína.
¿Y cómo se le enfrenta? ¿Se le trata de prohibir? ¿Se practican artes marciales?
Lo primero es no ignorarlo. No burlarse. Hay que enfrentarlo hablándole al mundo al que intentan convocar. Uno de los principales errores que cometió el Gobierno pasado de Michelle Bachelet, expresado en su ministro de Educación y Hacienda Nicolás Eyzaguirre, fue ningunear a la clase media que tiene un legítimo temor de perder las condiciones materiales que ha alcanzado, porque el pasado de carencia es muy reciente y su situación actual es de mucha incertidumbre. A esa gente le está hablando la derecha y tenemos que tener propuesta para allá. Si no, somos una izquierda o elitaria o identitaria, que no convoca. Esa es la principal manera de darles cara. Ahora, respecto de las artes marciales, yo soy de los que cree que tenemos que defendernos. Si un tipo va y apuñala a una compañera, yo no voy a ir a decirle ‘pase por favor’, ni solamente hacerle un tuit. Ante un acto flagrante de esas características hay que defenderse.
La izquierda no ha sabido convocar a las clases que, se supone, intenta representar. ¿Por qué pasa eso?
Primero, porque la derrota fue muy profunda en Chile y a nivel mundial. Y el interesante proceso de discusión y actualización de las ideas que llevó adelante el proceso socialista terminó dándose la vuelta entera. Terminaron acostumbrándose y administrando el modelo al que se habían enfrentado. Una de las gracias del neoliberalismo es que terminó haciendo que la izquierda se avergonzara de sus propias ideas. Hay una frase de Bertolt Brecht que dice “El capitalismo es un señor al que no le gusta que lo llamen por su nombre”. Es lo que le pasa al neoliberalismo. Gana cuando se naturaliza. Después de la derrota profunda hubo una subordinación muy profunda. Por otro lado, está la izquierda por fuera de la Concertación, que quedó en una marginalidad muy brutal. Una vez le pregunté a un compañero de la generación de los 80’, por qué en ningún momento durante los 90’ cuestionaron el plan laboral, los pilares económicos de la dictadura. Me respondió lo siguiente: ‘porque estábamos buscando los huesos’.
Contra eso poco que decir…
¿Qué vas a decir? Efectivamente había que buscarlos. Un sector de la izquierda se dedicó a eso y quién es uno para juzgarlo. Lo otro, es que hubo una vocación identitaria reactiva frente al proceso de renovación socialista, como para decir “nosotros no nos vendemos”, pero la verdad es que tampoco se actualizaron. El mundo del autonomismo nace como una reacción a eso. La zurda es eso: reimaginar la izquierda. Ese es el intento que se hace frente a una izquierda conservadora y otra neoliberalizada. La política no es para dar testimonio, es para cambiar la realidad, y en el Frente Amplio tenemos que saber que no venimos solo a dar testimonio, sino que a ejercer el poder.
¿Sientes que dar testimonio fue lo que hicieron tú, Giorgio (Jackson) y Vlado (Mirosevic) en su primer periodo?
Ayudamos a abrir un camino. Personificarlo en nosotros es injusto, porque hay equipos de trabajo y elaboración política que son fundamentales. La política siempre es colectiva, y si no lo es, no tiene sentido. Lo que hicimos durante el periodo pasado fue ganar una orilla de playa. Ahora, hubo varias ganadas de orilla de playa, en el mundo estudiantil, la Bea, ahora entrando al mundo sindical…
Converger y la nueva izquierda
El Movimiento Autonomista se encuentra, en este momento, ad portas de iniciar un proceso de convergencia con otras fuerzas de izquierda (Socialismo y Libertad, Nueva Democracia e Izquierda Libertaria) al interior del Frente Amplio. Su futuro es incierto y las posibilidades de éxito, también.
Hablabas de la nueva izquierda. La convergencia en la que está el MA tiene algo de ese horizonte. ¿Cómo te hace sentir a tí la convergencia?
Yo creo que si a mi viejo no soy capaz de explicarle la diferencia que existe entre los ocho movimientos de izquierda del FA, la distinción no tiene sentido. El nivel de división identitaria no tiene sentido. Me parece que es atingente hacer un intento serio de convergencia política, pero no por arriba. Que no sea un acuerdo de direcciones, sino que efectivamente se genere una fusión entre las diferentes identidades que expresamos. Hay matices entre las diferentes organizaciones. Yo creo que esos matices no dan ni para partido de tendencias, ni menos para tener cuatro organizaciones diferentes. Dentro de mi organización siempre empujé la convergencia. Ese fue uno de los motivos en su momento del quiebre con Izquierda Autónoma. No sé si va a tener éxito, porque tenemos culturas todavía muy universitarias. El MA ha logrado avanzar en una diversificación tanto etaria como de clase. Salió del circuito universitario, pero todavía en muchas de nuestras dirigencias hay una cultura política muy universitaria y eso vuelve muy difícil bajar las banderas propias.
¿Cuál debería ser el objetivo de esta convergencia?
Representar toda la experiencia de la izquierda revolucionaria en Chile en una sola organización. Hay que ser muy conscientes de que la historia no parte con nosotros. Hay que enraizarnos en la historia de las luchas sociales. La izquierda revolucionaria tiene una tradición muy rica de la que tenemos que aprender. El FA tiene un riesgo muy importante: acomodarse en el poder. El poder tiene una inercia que te lleva a disciplinarte. En el Congreso esa inercia es pesadísima. Tener una organización con musculatura propia que esté luchando contra ese acomodo y mirando las experiencias internacionales es súper necesario. A su vez es complementario con otras fuerzas como Revolución Democrática (RD) y PH.
Se dice también que uno de los objetivos sería hacerle un contrapeso a la fuerza hegemónica que ha representado RD, que tiene un corte más socialdemócrata. ¿Es ese uno objetivo?
No. No es ponerse en contra de RD. A RD no podemos pensarlo en ningún caso como un adversario interno, pero sí es bueno que el FA tenga un equilibrio en sus fuerzas. RD piensa lo mismo. A RD le es complejo ser de forma tan abrumadora el partido más grande. Es bueno tener estivada la carga, sino se te ladea el buque. Una relación complementaria en la diferencia es deseable.
El feminismo contra intuitivo
Uno de los discursos que ha tratado de proyectar el FA es el del movimiento feminista. ¿Cuánto ha permeado en las prácticas del FA, de verdad, el feminismo?
El feminismo ha significado, para todos, un cambio de punto de vista radical. Desde el lenguaje hasta las prácticas sociales. Al hacer evidente el machismo dentro de nuestras organizaciones corrimos el velo y nos dimos cuenta de que habíamos muchos que teníamos serios problemas en nuestras organizaciones de cultura arraigada y naturalizada de machismo que causan, a primera vista, un tremendo shock dentro de las mismas organizaciones. La pregunta es cómo reaccionamos a eso. Los protocolos son un avance, pero no basta. En Magallanes, el Frente Feminista del MA una vez me dijo ‘tienes que tener ojo, no te puedes declarar así nomás feminista. El proceso de deconstrucción es mucho más complejo que una declaración pública. Respeta los tiempos’. Al principio no lo entendí. Es muy impresionante que muchas cosas que ha planteado el feminismo son muy contra intuitivas. Yo al principio pensaba “obvio que me tengo que declarar feminista”. Después entendí que tenía todo el sentido lo que estaban diciendo. Desanclar el machismo histórico en el que hemos sido formados va a ser un proceso que va a costar mucho rato, pero el feminismo ha impactado fuerte y para bien.
¿Con que ojos miras la emergencia de lo que desde la derecha han denominado el “feminismo liberal”? ¿Qué opinas de, por ejemplo, la Agenda Mujer?
La Agenda Mujer fue una reacción inteligente del Gobierno en torno a la elaboración de ciertas políticas públicas, pero cuando entras en el detalle, claramente no puede ser calificado de feminismo liberal. En la discusión que tuvimos respecto a la reforma constitucional para asegurar los derechos de la mujer te das cuenta de que la diferencia conceptual y de convicción por parte de la derecha es muy feble. Tiene más que ver con un movimiento táctico que con una convicción estratégica. Más allá de que pueda haber gente que esté convencida. Yo creo que la ministra Plá ha hecho un ejercicio interesante pero que claramente no ha permeado a la derecha.