Indigna realidad: "Estoy jubilado, pero tengo que trabajar para poder sobrevivir"

La crisis de las pensiones en Chile obliga a ocuparse cada vez más a los ancianos en empleos no cualificados para tener un ingreso fijo adicional y así poder hacer frente a la pobreza. A continuación el testimonio de dos adultos mayores quienes se han visto forzados a generar recursos adicionales para poder sobrellevar su precaria vejez.

La crisis de las pensiones en Chile obliga a ocuparse cada vez más a los ancianos en empleos no cualificados para tener un ingreso fijo adicional y así poder hacer frente a la pobreza. A continuación el testimonio de dos adultos mayores quienes se han visto forzados a generar recursos adicionales para poder sobrellevar su precaria vejez.

Yani Baeza lleva cuatro años trabajando en aseo. Enfundada en un grueso overol amarillo fluorescente y con un gorro de la empresa, de lunes a viernes barre hojas y basura que se encuentran en un sector del Parque Forestal.

Con 65 años, la señora Yany se levanta a las 6 de la madrugada y sale de Puente Alto, para casi dos horas después llegar a la comuna de Santiago, a una caseta donde sagradamente firma un libro y recoge sus herramientas de trabajo durante invierno y verano.

Una situación similar vive Mario González. A sus 78 años se desempeña como vendedor ambulante en calle 21 de mayo, a una cuadra del municipio capitalino, desafiando todos los días a la autoridad comunal, ya que no cuenta con permiso para ofrecer sus plantillas para zapatos a los que circulan durante todo el día por esas veredas.

Según el Censo 2017 ellos forman parte del más de millón 300 mil personas de ese segmento etario, que se encuentra aun trabajando, a pesar de tener edad suficiente para iniciar el justo descanso.

Un número que va en aumento, ya que según cifras dadas a conocer por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), mientras en 2015 representaban a un poco más del 19 por ciento del total, el 2017 es un 21 por ciento de las casi tres millones de personas contabilizadas como adultos mayores en el país.

Tanto la señora Yani Baeza como don Mario González, coinciden en el sentimiento de abandono por parte del Estado. Pese a que ambos cotizaron en el sistema privado de pensiones, ellos ven a las AFPs como un invento algo lejano, exclusivo para los más acaudalados.

“¿Quién trabaja feliz? ni lo jóvenes de hoy, menos vamos a trabajar contentos los viejos. Si a uno le dicen, ahí tienes una cantidad mensual suficiente de dinero como jubilación, uno no funciona más, menos si uno ya tiene sus años y enfermedades, entonces quien va a trabajar feliz así. Acá hay viejos que andan a la arrastra, porque lo que reciben no alcanza, 130 mil pesos, quien vive con eso en este país. Yo estoy jubilada por AFP, pero creo que ese sistema es un invento para que solo los dueños se hagan ricos. ¿Dónde está la ganancia para uno? No existe, los adultos mayores pobres no están incluidos ahí”, afirmó la mujer que se desempeña en aseo.

“Si nosotros tuviéramos una buena jubilación para poder vivir, no estaríamos haciendo esto, pero como no es así, estamos obligados a hacer cualquier cosa. Además, que en mi caso tengo a los Carabineros encima, nos corren de acá, quita la mercadería, pero igual seguimos dándole, porque las pensiones son miserables y no alcanza para pasar el mes”, argumentó Mario González.

Yani manifiesta cansancio, muestra sus manos callosas y con una enfermedad a los huesos de la mano, según indicó, producto de su duro trabajo. Mientras Mario, comerciante ambulante ilegal del centro de Santiago, trata de esconder sin éxito bajo su chaleco, a la altura de su abdomen, una gigante hernia, que –según lamentó- no ha podido tratarse en el sistema de salud.

“Una vida miserable tiene uno y ahí se va deteriorando, mal alimentado, pasando frío, son muy crueles con la tercera edad. Cuando me muera, ahí voy a descansar, antes imposible, porque uno tiene que gastar en alimentación, remedios, arriendo, agua, luz, entonces cual es la regla de los pobres viejos, morirse no más pues”, aseveró la señora.

“Si me dieran dinero suficiente estaría descansando, pero estoy obligado a trabajar porque lo que da la AFP es nada, además por todo el esfuerzo que hace uno se va a morir más temprano. El problema es que deberíamos habernos quedado solamente en el seguro y no cambiarnos. Yo estoy bien con esto que hago, al menos como y pago una pieza que vale 75 mil, pero yo cobro 105 mil pesos, entonces no vivo solo con eso, por eso estoy acá en la calle vendiendo plantillas”, afirmó Mario.

El ex integrante de la Comisión Asesora Presidencial sobre el Sistema de Pensiones, Andras Uthoff, ratificó que una de las causas del constante aumento de los adultos mayores laborando, se debe a las bajas pensiones que en promedio alcanzan los 200 mil pesos.

El experto descartó de plano que la gente de avanzada edad se muestre contenta trabajando, como lo quiere manifestar el Gobierno y la Asociación de AFP.

“Como las pensiones son malas y la única forma que este sistema tiene para mejorarlas es prolongar la vida laboral, van a tratar de demostrar por todos lados que la gente va estar feliz de seguir empleado más tiempo, y llegan a hacer la publicidad que sea necesaria. Esta es una etapa que todos quisieran disfrutar de su retiro, pero claramente en Chile no se da, ni se dará a futuro producto del sistema que tenemos”, subrayó.

Los datos de la Encuesta Casen 2017 demuestran que la pobreza se triplicó en los últimos tres años y llegó a un 24 por ciento del total de la población. En las personas de 60 años y más, el resultado de inopia monetaria se sextuplica, y llega al 28,9 por ciento.

Para el investigador de la Fundación Sol, Recaredo Gálvez, quienes se retiran por vejez experimentan una precariedad, debido al diseño privado y especulativo con que la sociedad retribuye a quienes se jubilan, multiplicando el daño.

“Si uno mira todos los tipos de pensiones pagadas por las AFPs y aseguradoras, no superan los 150 mil pesos, personas que cotizaron por 30 o 35 años, ni siquiera alcanzan el sueldo mínimo. En el caso de las mujeres es peor. Entonces el Gobierno tratará de retrasar la edad de jubilación para poder hacer más fácil un proyecto de ley donde finalmente se homologuen la edad de retiro tanto de hombres como de mujeres”, dijo.

El presidente de la Central Unitaria de Jubilados, Pensionados y Montepiadas de Chile (CUPEMCHI), José Troncoso, indicó que, al no avanzar en un mayor monto de los retiros, el Gobierno debe impulsar mejores políticas públicas para este sector de la población; Rebaja o gratuidad en el Metro y buses de Transantiago, corregir el actual sistema de salud y regular el abultado precio de los fármacos, son unas de las principales medidas que a su juicio, debe apuntar el Ejecutivo.

“Exigirles a los adultos mayores que sigan trabajando es una doble explotación, ya que además se les paga un salario muy por debajo de la que recibe la gente más joven, por eso es un aprovechamiento mayor. Nosotros decimos no a laborar después de haber jubilado. No se debe abusar de él porque tiene necesidad. Además, el Gobierno está realizando una campaña para demostrar que ahora los adultos mayores sí quieren trabajar, pero esa es una propaganda falsa, como todas las que han hecho. No existe justicia para la tercera edad, solo piensan en estrujarlo hasta que se muera”, afirmó.

Mientras Yani Baez  continúa barriendo las hojas en el Parque Forestal y Mario González  exhibe sus productos que de forma ilegal vende a pocas cuadras de la plaza de armas de Santiago, organizaciones de jubilados buscan que se mejoren las políticas públicas del sector, para paliar en parte el menoscabo económico de los ancianos en Chile.

Yani y Mario están pendientes de sus labores mientras responden esta entrevista. Independientemente de sus trabajos, se les consulta si les gustaría retirarse pronto. Ambos coinciden que dentro de sus actuales condiciones económicas y realidad de vida, “no existe esa palabra”. “La única limitante podría ser lo físico”, argumenta don Mario González, mientras se toca la hernia que agiganta su estómago y que trata de esconder, tal como en Chile se trata de ocultar esta realidad que cada año afecta a un mayor número de ancianos.





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