La firma del TPP 11, casi al finalizar el gobierno de Michelle Bachelet, fue presentado como una oportunidad para traer un mayor acceso a mercados, ventajas en áreas como servicios e inversiones, ambientales y laborales, comercio electrónico y compras públicas. Se dijo también que se trataba de “un acuerdo moderno que incorpora nuevas temáticas en materia de Pymes, Género, Anticorrupción, Competitividad, Empresas del Estado, Desarrollo y Coherencia Regulatoria”.
Una de las exigencias del TPP 11 es que el Estado chileno ratifique el convenio Upov91, el que a su vez obliga a la generación de una legislación nacional para la patente de semillas. Lucía Sepúlveda, miembro de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas aseguró a nuestra emisora que este es un acuerdo internacional “tomado por quienes manipulan las semillas y aprobado por los Estados, es un convenio de tipo comercial. Por él quien modifica en el laboratorio una semilla, la puede patentar o, como dicen ellos, registrar”.
La periodista explicó que durante el gobierno de Frei Ruiz Tagle se creó el primer registro de semillas en Chile dando inicio así al proceso de privatización de las semillas. “A ellos no les pareció suficiente tener registradas las semillas, pues si se usan esas semillas para la producción, deben comprarlas y eso ha encarecido el valor de los alimentos y, en términos de biodiversidad, desaparecen las otras semillas. Nosotros estamos en el plan de recuperar la semilla antigua, la que es barata y que resiste cuando hay poca agua o hay mucha lluvia porque está adaptada al territorio, no es una semilla de laboratorio”.
La autora de Mitos y Verdades sobre los transgénicos de Fagan señaló que la principal amenaza es que este Convenio Upov 91 “establece nuevas garantías para las empresas que hacen la manipulación, sea Bayer, Syngenta o muchas otras que están en el negocio, la mercantilización de las semillas, quieren ganar más y, por tanto, quieren que los campesinos no puedan usar nuevamente las semillas compradas y ademas buscan patentar una variedad mucho más amplia de semillas de tal manera que se produce la confusión del campesino que no sabe cuál semilla es de él y cuáles son de laboratorio porque la manipulación genética puede ser tan sutil que haga que se parezcan tanto que no se logren diferenciar a simple vista y entonces los campesinos puede tener sus semillas guardadas y producir con la semilla tradicional y puede llegar Bayer Monsanto a decirle que la semilla es de la empresa , porque la tiene patentada. Eso es lo que les ha pasado a los países que se rigen por este convenio. Chile no está regido por este convenio, a diferencia de lo que han dicho los ministros de distintos gobiernosporque para para su validez debe existir una ley de semillas, que fue lo que impedimos cuando creamos el movimiento de defensa de la semilla”.
Consultada respecto de los efectos prácticos que acarrearía una la aprobación de la llamada “ley Monsanto”, la activista señaló que los afectados son tanto agricultores como consumidores. “Significa riesgos alimentarios para el país porque cuando la agricultura tiene problemas, suben los precios de los alimentos, entonces si ellos logran pasar esta ley y aprobarla rápidamente tendremos problemas con las ferias libres, con la disposición de los alimentos. El tema semillas es un tema clave, tiene que ver con el principio y fin del ciclo de la vida en términos ya más amplios y relacionados con la biodiversidad y con el ambiente, pero en la práctica, tiene que ver con lo que comemos. O sea si en el campo no se dispone libremente de semillas, si las guardadoras se ven amenazadas en su trabajo y en el país estamos haciendo recuperación de la semilla tradicional para enfrentar el cambio climático y tener una producción como la que Chile necesita de alimentos sanos, seguros y saludables y no solamente lo que se encuentra en el supermercado que son alimentos procesados de todo tipo y con muchos plaguicidas”.
La soberanía alimentaria
La vocera de la campaña Yo No Quiero Transgénicos en Chile, y aseveró que el agronegocio ha ido creciendo y las multinacionales se han expandido en la última década. Señaló que, a la vez, el proceso de concentración del mercado de la semilla y de expansión de los agrotóxicos van de la mano, “así se fusionó Bayer con Monsanto y, a la vez, una productora china con Syngenta”, recalcó.
“Se establece una especie de gobierno global de la semilla y de los alimentos y quien controla la comida, controla el mundo. Si desaparece un alimento clave como el azúcar, por ejemplo, como le pasó a ciertos países en determinados momentos, eso se hace determinante para la estabilidad de los gobiernos, para la sanidad de una población y su sostenimiento en el tiempo. Así que, en el fondo, esto también es político; por eso es que tenemos el concepto, que compartimos con la vía campesina, de la soberanía alimentaria que es el derecho que tienen los pueblos a producir y a comer con la semilla que siempre han tenido y a comer de acuerdo a sus tradiciones y a sus necesidades, que no sean el Estado, ni el propio ni externo, que decida lo que ponemos en nuestra mesa, que tengamos esa soberanía. El tema de los tratados tiene que ver con nuestra soberanía en general, con que nuestras leyes no sean nuestras sino que van a pasar siendo revisadas cada dos años por los países que integran el TPP, se delega la soberanía y en la mesa comeremos solo procesados, llenos de químicos que nos enferman”, aseguró la periodista.