La deuda pública de Argentina es tan solo un 23,6 por ciento menor que su Producto Interno Bruto (PIB). Si invertimos las cifras, quiere decir que la deuda del país trasandino equivale al 77,4 por ciento del valor monetario de su producción de bienes y servicios.
Así lo reveló el “Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe”, elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Sin embargo, este estudio abarca solo hasta el tercer trimestre del año 2018, por lo tanto, solo incluye el primer desembolso del préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) al Estado argentino. Esto quiere decir que tomando en cuenta el segundo préstamo que le fuera girado al país vecino, en octubre del año pasado, su deuda pública ascendería a más del 80 por ciento de su PIB.
Peor aún: según la consultora LCG, la deuda acumulada hasta diciembre del año pasado alcanzaría el 100 por ciento del PIB.
Este nivel de endeudamiento del país trasandino no se registraba desde hace 15 años, cuando la nación vecina salía de a poco del default económico, el cual generó una de las mayores crisis sociales de la historia.
Argentina atraviesa por un difícil momento, su moneda se ha devaluado y la inflación varía en torno al 45 por ciento, la más alta de los últimos 27 años. En cuanto a inflación, Argentina solo es superada por Venezuela.
La actual situación llevó al gobierno de Mauricio Macri a pedir ayuda al FMI, organismo que prestará a la nación un total de 57 mil millones de dólares, claro, a cambio de recortes en el presupuesto social que tiene descontenta a gran parte de la población.
Aún así, las autoridades la justifican. Esta semana, el gobernador de la Provincia de Salta y posible candidato presidencial, Juan Manuel Urtubey, se reunió con representantes del FMI. A la salida del encuentro, declaró:
“La deuda la Argentina la tiene que pagar. Estamos todos obsesionados con el FMI pero es sólo el 15 por ciento de la deuda”.
Además, Urtubey afirmó que las condiciones de la deuda se pueden renegociar dependiendo de las condiciones venideras.
Condiciones que, en todo caso, no parecen ser prósperas, en un país que pasó de ser la promesa regional, a una de las economías más inestables del continente.