50 años, tres horas y 45 minutos, unas 40 canciones, decenas de músicos sobre el escenario, miles de personas en las butacas. El concierto con el que Congreso celebró su medio siglo de vida en el Teatro Caupolicán podría registrarse por sus dimensiones voluminosas, pero sería injusto reducirlo a meras cifras. Poco preciso, además, para una velada nutrida por momentos diversos y particularmente emotivos.
Así es desde el inicio. Antes que sonara un solo acorde, cuando los siete miembros actuales de Congreso descienden al escenario por una escalera central, de chaqueta y corbata en algunos casos, la ovación es rotunda. De inmediato, el grupo pone en acción una máquina del tiempo replicada en pantallas con un calendario que va y viene entre décadas, tal como el repertorio. A la inicial “Canción por encargo”, una de Para los arqueólogos del futuro (1989), le sigue “A Las Yeguas del Apocalipsis”, del estupendo y todavía reciente La canción que te debía (2017). Así se suceden instantes, matizados por detalles escénicos: globos colgando en el aire, algo de teatro de marionetas y danza en el escenario, animaciones digitales y viejas postales cruzándose en visuales. De Quilpué a Europa, de Nicanor Parra a Octavio Paz, del ballet a la literatura, de La Araucanía a la Patagonia, Congreso descubre las múltiples direcciones en las que se ha disparado su música.
Para eso, además, cuentan con una multitud de invitados. La Banda Conmoción aparece de improviso en “Pájaros de arcilla”, Simón González hace su habitual y fina aparición como guitarrista, “Pajarito” Araya se une a Raúl Aliaga para una clase de ritmo en “El festejo de Tatana”, dos percusionistas suman euforia y tambores a “En todas las esquinas”, Isabel Parra se suma -con vacilaciones- a la “Canción de la verónica”, como en el concierto de los 25 años. Magdalena Matthey, sitial aparte, brilla en “Pasillo de amor”.
No obstante, los estelares son los invitados que alguna vez formaron parte de la alineación. A mitad de la noche irrumpen Joe Vasconcellos, Ernesto Holman y Ricardo Vivanco para representar “el Congreso de los ‘80”. Jorge Campos lo hace más tarde para “Heroína de Nueva York” y la coreada “Viaje por una ilusión”, luego del emotivo recuerdo para el fallecido tecladista Jaime Vivanco. Entre todos, la vuelta al origen: los hermanos Fernando y Patricio González, junto con el bajista Fernando Hurtado, reviven esa formación original de talante acústico, letras en diminutivo, armonías cautivadoras y canciones como “Maestranzas de noche”, “Tus ojitos”, “Vuelta y vuelta” y “El cielito de mi pieza”.
¿Nostalgia? Mucha, pero no exclusivamente. Congreso es un grupo en plena forma y para comprobarlo basta fijarse en sus dos miembros originales: Sergio “Tilo” González, portentoso desde la batería durante casi cuatro horas, y “Pancho” Sazo, que no se conforma como vocalista, da muestras de sus dotes de orador y hasta desenfunda una ruidosa guitarra eléctrica en “Hay una mirada”. Como un gesto de vigencia y actualidad, el concierto finaliza con dos creaciones recientes, “Con el corazón” y “Canción por la paz”. La primera se puede escuchar como 50 años de vida sintetizados en tres minutos y veinte segundos: una pieza actual y apacible, en la que Sazo canta una frase adecuada para una banda nacida en el Chile de hace hace medio siglo, impulsada por el rocanrol y alimentada por la tradición: “Quilpué, you know”.