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Venga a firmar su finiquito, diputado

Columna de opinión por Claudia Aldana
Miércoles 2 de octubre 2019 20:17 hrs.


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¿Cuándo fue la última vez que los “desvincularon” de un trabajo? ¿Fue justo? ¿Fue digno? ¿Fue con resguardo a su honra, o debieron soportar que se especulara, se descalificara su gestión, y el resto dijese lo que quisiera a sus espaldas? ¿Recibieron indemnización? ¿Supieron desde el inicio de su contrato el día en que su trabajo terminaba? ¿Pudieron ahorrar? ¿O se enfrentaron a la cesantía de forma precaria?

Pregunto esto pensando en los integrantes de la Cámara de Diputados. Ellos saben el día en que son electos, que su trabajo dura cierto tiempo. Saben que ganarán un sueldo tan escandalosamente alto, que podrán ahorrar para el día que salgan del “servicio público”. Saben que estarán bajo el escrutinio en su función, pero también deben confiar en que la memoria de los electores es de corto plazo, y las fallas en su gestión, podrían pasar desapercibidas. Deben pensar que no estamos capacitados para fiscalizarlos. Si no, no me explico la desidia con que muchos se comportan en el ejercicio de su cargo. Verlos ayer mientras se debatía la acusación constitucional era enfrentar los peores prejuicios que podemos tener sobre ellos, hechos realidad. La retórica como herramienta para defender lo indefendible. El descaro para usar números a favor de mezquinos argumentos. El abandono de la sala cuando otro exponía. ¿Se imagina uno de nosotros pararse del lugar de trabajo en una jornada trascendente para salir de la reunión por aburrimiento? ¿Podrían ustedes negociar con la competencia de su empleador para lograr un beneficio personal, y luego llegar a trabajar al día siguiente como si nada? ¿Incluso arrogándose altura moral por haberlo hecho?

La respuesta es: no, nosotros no podemos hacer nuestro trabajo de forma tan vergonzosamente mala, porque nuestros empleadores sí están atentos a lo que estamos haciendo. Los señores diputados ayer hicieron un trabajo lamentable, porque saben que estamos obligados a seguir manteniéndolos en su cargo hasta la siguiente elección. Mientras ellos gozan de la impunidad de tener su puesto asegurado, nosotros vemos cómo se toman nuestros problemas reales: como un juego de estrategias, como una demostración de poder. Se dicen indecisos, para escuchar ofertas. Se dicen impulsores de una acusación, que se presenta meses muy tarde y es mal planteada, pese a que sobran razones para sacar de su cargo a la ahora  blindada ministra. Los diputados se aplauden entre ellos mientras lanzan peroratas en el hemiciclo, pero se olvidan de lo que están haciendo: poner en juego la educación de nuestros hijos, no la de los suyos. La élite no cuida la educación porque para ellos es un servicio que se compra y se paga de acuerdo con lo que ellos quieren recibir. No ven como nosotros que la educación es la clave para el cambio social. No quieren de verdad un cambio social: nos necesitan así, adormecidos por la deficiente educación pública, con vulneraciones a los derechos de nuestros niños y adolescentes que son escandalosas. No entienden lo que les pedimos. Viven desconectados. Una semana distrital no sirve de nada, al parecer. ¿O ellos conocen la realidad de los niños con necesidades educativas especiales? ¿Saben que 9 de cada 10 jóvenes con discapacidad en Chile ni siquiera egresa de cuarto medio? ¿Saben que la ley de inclusión laboral es letra muerta para esos 9 jóvenes, a la hora de buscar un empleo digno?

No. No saben. Saben tuitear para la galería. Saben esperar nueve meses antes de la reelección para salir a ofrecer su alma por un voto. Saben dar cuñas para los medios, pero no conocen Chile. Se olvidaron de quienes votamos. Hasta que nos vuelvan a necesitar.

Yo no llamo a romper el pacto social. Invito a seguir votando, pero informados. No se olviden que nosotros les damos ese puesto de trabajo. Ya me desilusioné de nuestra clase política, pero creo en la sociedad civil como el alma de los cambios. Mientras nosotros, los que trabajamos gratis por nuestras convicciones, sigamos empujándolos y cuestionándolos, ellos harán como que trabajan.

No todo está perdido. Ya sabemos que el factor de cambio está en nosotros y no en la clase política. Y como las convicciones son más fuertes, no vamos a movernos pensando en reelecciones. Los invito a seguir adelante y a enseñarles a nuestros “representantes” por quienes están trabajando: nosotros, los ciudadanos. No por su partido ni por sus pequeñas manipulaciones para regalar un voto.

Ya vendrá el momento que nos pidan seguir en sus puestos, entonces ¿qué les vamos a decir cuando vuelvan a salir en campaña?

 

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.