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¿Contra qué se está luchando?

Columna de opinión por Pablo Salvat
Viernes 8 de noviembre 2019 18:50 hrs.


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Van ya 23 fallecidos. Hay miles de detenidos, cientos de heridos, y lo más inquietante, unos 10 desaparecidos. De estas situaciones tenemos aproximaciones, porque ni el Gobierno y sus autoridades, ni los medios de comunicación hegemónicos informan a fondo. Es desde todo punto de vista algo gravísimo.

No debiera extrañarnos porque las “democracias” neoliberales tienen puestos sus objetivos e intereses en otro lugar. Luchamos contra el abuso. Un abuso que es vertical y horizontal, no meramente personal, sino hecho estructural, costumbre y hábito. Viene de los gobiernos, de las fuerzas de represión; está instalado en el 1 por ciento más rico y poderosos; en los medios y periódicos, en muchas leyes y decretos.  Por eso,  lo que está en juego no son nombres y caras de estas u otras autoridades.  No son  asuntos ad hominem. No son cambios cosméticos  de una agenda social.  Lo que ha explosionado es un profundo malestar y critica,  una necesidad de cambio del modelo de vida en común y de desarrollo. Por lo mismo, no podemos creer al señor Piñera cuando dice: “todos hemos cambiado”. Por favor. Cambiado de qué y para qué.

No solo abusan. También se burlan de todos nosotros. Lo que queremos y parecen querer los ciudadanos es tener la posibilidad de reordenar las prioridades valorativas y normativas que rigen la marcha cotidiana del país y que afectan directamente el vivir juntos.  Y,  por eso, se hace necesario poder deliberar y plasmar  esas nuevas prioridades en el orden jurídico-político, en particular, en una nueva Constitución.

Hoy la experiencia del abuso y maltrato se hace conciencia, conciencia de una dignidad pasada a llevar por muchos años.  Y esa conciencia identifica el modelo y las políticas neoliberales -sean de la derecha o de la Concertación-  como el eje del sufrimiento social acumulado. El neoliberalismo se presenta hoy como pensamiento único y  había logrado durante demasiado tiempo colonizar la vida material y espiritual de todos nosotros. Ha tenido éxito, como no. Por eso hay que tener en cuenta que no se trata solo de reglas del juego, leyes o decretos. No se trata de un gobierno o de otro. Tras el neoliberalismo hay un ethos, unas valoraciones y sus prioridades que se nos imponen y que terminamos reproduciendo día a día en el entramado del diario vivir, en las instituciones y organizaciones.

Aquí solo puedo por ahora mencionar algunos de esos peligrosos valores. Son valores que en la realidad se transforman en anti-valores: primero, el dinero, el beneficio, el poder, la muerte. Después,  todo lo demás, representa la inversión de todos los valores. Veamos algunos de ellos:

Primero, el  consumismo que determina nuestro identidad, no por el ser, sino por el tener.

Segundo, todo es competición, desde los deportes hasta como conseguir pareja. La vida se presenta como pura competencia, claro, con vencedores y perdedores (darwinismo social).

Tercero, el dinero pasa a ser el nuevo dios mortal . A través suyo se cuantifican todos los logros posibles, mientras se puedan cuantificar.  Mientras usted tenga dinero puedo hacer y comprar cualquier cosa (por tanto, culto y adoración por los ricos y poderosos) .

Cuarto,  importa la ley y la legalidad, no la ética. Usted puede hacer cualquier cosa siempre que no esté prohibida legalmente.

Quinto, no más Estado social o democrático,  sino Estado penal. El gobierno no garantiza derechos fundamentales, sino que vela por la seguridad de los inversionistas y grandes capitales, mediante la ley y el orden en las calles.

Sexto, la política y el ciudadano con derechos propios  son reemplazados por el homo economicus,   que calcula y maximiza  sus acciones privatizadas.

Séptimo, legitima la desigualdad. Para los neoliberales la desigualdad es resultado de un proceso natural, donde unos ganan y otros pierden, nada más.

Octavo, ellos propagan un miedo  generalizado de todos contra todos.  Los individuos atomizados quedan solos para enfrentar las consecuencias de sus acciones, y desconfían de las esferas de participación comunitaria no reguladas. El neoliberalismo no cree en la sociedad; no concibe  al ser humano como ser social. El éxito de cada cual  siempre es premio debido a méritos personales, nada más.

Noveno, profesan un desprecio por la naturaleza y los animales. Recursos naturales y animales son sometidos a explotación y mercantilización en función del beneficio

Décimo, banalización y frivolización de la vida social. Se expresan aquí manifestaciones de exclusión y desigualdad debidas al sexo , a la raza, a la etnia (xenofobia), y la diversidad sexual (mundo LGTBI).

En fin. Esta lista es incompleta, pero al menos resume una cierta ordenación de la visión de mundo y la ética que están tras los poderes globalizados s (económicos, financieros, comunicacionales, políticos).

Por eso, cuidado con el neoliberalismo. Tenemos que mantenernos despiertos. Sino, lo más probable es que sigamos en vueltos en una  sociedad  injusta, cruel, insensible, deshumanizada y autoritaria.  Tenemos que seguir bregando por un pensar crítico;  por revalorizar la sociedad y las comunidades; por defender una visión integral de los derechos humanos;  por nuestra dignidad en el vivir, la solidaridad y soberanía popular. No es una tarea fácil ni de resultados inmediatos.  Pero al menos, al parecer, ya se está en movimiento.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.